Intervención de Marco Pannella ante el Parlamento europeoSUMARIO: Pannella denuncia que se haya condenado al PE a convertirse en "uno de los testigos del pasado de Europa". El debate, despachado, sin grandeza alguna, en solo tres horas, parece querer decir que los ciudadanos de Hungría, Checoslovaquia y Polonia son menos "europeos" que los ciudadanos de Alemania del Este. Mientras que la Comisión ha gobernado los acontecimientos como ha podido, el PE y el Consejo han demostrado ser una vez más una "caricatura" de Europa.
(DISCUSIONES DEL PARLAMENTO EUROPEO, 11 de septiembre de 1990)
Pannella (NI). Señor Presidente, Señor Presiente del Consejo, Señor Presidente de la Comisión, acaso los ciudadanos, las mujeres y los hombres de Hungría, de Checoslovaquia, de Polonia, son menos europeos, poseen menos libertad, menos derechos que los ciudadanos de la Alemania del Este? No creo. El gravísimo problema que vivimos, sin planteárnoslo, es que nosotros somos, en calidad de Europa institucional y política, objeto y no sujeto de un momento histórico. Nosotros no tenemos grandeza alguna. El Parlamento y el Consejo, ya no digo la Comisión, pero sí el Parlamento y el Consejo, que hubiesen podido matizar, con una chispa de grandeza, este proceso que la Historia aparentemente nos ofrece, no ha hecho nada de nada.
El Parlamento, hoy en día, es en verdad uno de los últimos testigos del pasado de Europa. Nosotros hemos consagrado sólo tres horas, y no una sesión extraordinaria, a este hecho histórico. No estamos todos presentes, es normal que seamos pocos, pues hemos reducido a tres horas el debate sobre un hecho histórico. La grandeza del Consejo estribó en reunir, independientemente de la crisis del golfo, a un Consejo europeo para decir que ofrecemos las mismas condiciones que acordamos a los ciudadanos de Alemania del Este a los húngaros, a los checos y a los demás, así de golpe, con la certidumbre de las necesidades que tienen, y no de las marginales y humillantes acciones de orden única y exclusivamente económico.
Señor Presidente, yo creo que es bueno y justo que el militante de la libertad y del derecho, el radical que yo soy, pueda brindar testimonio no de nostalgia sino de echar en falta. Creo saber que, por parte de la Comisión, durante un instante, pensamos que nuestro honor y nuestra prudencia hubiesen consistido en que el Parlamento europeo fuese convocado, no ya para discutir la cuestión del Golfo, sino para este evento histórico.
Lo digo en nombre de aquellos que se sienten excluidos por nuestra pequeñez: los europeos del imperio difunto, del imperio asesinado que fue el más europeo de nuestros Estados, antes de que lo asesinase el nacionalismo, a saber el imperio austro-húngaro. Yo sé que estamos a punto no de acoger sino de rechazar los derechos de la razón, los derechos a la vida y de la necesidad histórica, los derechos de la Europa de los húngaros, de los checos, de los polacos, de los demás. En resumidas cuentas, en ello estriba la pequeñez que nos empobrece.
La Comisión ha gobernado como mejor ha podido esta circunstancia. Una vez más, no es ella sino el Consejo y el Parlamento quienes, a mi juicio, no han sido más que una caricatura de Europa ante la grandeza, que podría volverse terrible, de la Historia.