Roberto CicciomessereSUMARIO: Intentaré aclarar los motivos por los que he votado a favor de la utilización de la misión militar italiana en el Golfo para aplicar la resolución nº 678, y aprovecho para hablar de otras cosas.
He aquí los títulos de los argumentos:
1. Diez años de denuncias contra Iraq y el gobierno italiano.
2. Qué proponían los radicales para restaurar el derecho violado por Iraq.
3. El voto de los radicales tras el inicio del conflicto armado.
4. Por qué he votado SI.
5. Guerra o acción policial.
6. No violencia y conflicto en el Golfo.
7. El estatuto del Pr: ... no matar ni tan siquiera por legítima defensa.
(CONFERENCIA PARTIDO RADICAL - Agorà - Texto n.502)
1. Diez años de denuncias contra Iraq y el gobierno italiano.
Desde hace diez años, hemos machacado al gobierno italiano con infinidad de mociones e interrogaciones, intervenciones en los debates parlamentarios provocados por nosotros, campañas de prensa y querellas para advertirle de la dramática situación que se iba creando en Iraq con la complicidad y la miopía de todo el mundo industrializado. Denunciábamos al gobierno italiano que no hacía nada de nada para impedir el rearme de Iraq, para prohibir, a pesar del embargo, la exportación de armamentos, municiones, tecnología para la producción de armas químicas hacia el regimen de Sadam Husein; denunciábamos el silencio del gobierno italiano con respecto a la violación de los derechos del pueblo iraquí y kurdo, este último exterminado precisamente con la tecnología proporcionada por Italia. Y la implicación de la "Banca d'Italia" en el escándalo de la "Banca Nazionale del Lavoro di Atlanta". Hace dos años volvimos al ataque con la cuestión de la implicación de industrias italianas en la venta a Iraq de las bombas "clu
ster". Durante dos legislaturas, la Comisión Investigadora del Parlamento italiano discutió sobre una denuncia que yo mismo presenté contra varios ministros por los sobornos relacionados con la venta a Iraq de toda una flota naval: 135 mil millones de liras.
Durante años no se nos ha hecho ni caso, hemos denunciado el comportamiento suicida de Occidente que creía estar haciendo negocio al mercadear con los derechos humanos de los árabes, de los sómalos, de los etíopes y de los kurdos a cambio de petrodólares o de los pedidos militares.
Cuando denunciábamos que millones de árabes habían sido exterminados por la policía o por los ejércitos de los dictadores árabes nos sentíamos reconfortados por las manifestaciones de masa del Pci y por las protestas de los pacifistas. Los "demócratas" estaban demasiado ocupados exaltando y apoyando la revolución de Jomeini contra el Sha.
Sadam Husein, Siad Barre, Haile Mariam Menghistu, Affez Assad representan exactamente el rostro de Occidente en el hemisferio sur. La guerra es la condición necesaria de supervivencia para estos dictadores que se tienen que defender en primer lugar de su propio pueblo, matándolo de hambre, mandándolo a la guerra, exterminándolo.
2. Qué se proponían los radicales para restaurar el derecho violado por Iraq.
La posición de los diputados y de los senadores del Grupo parlamentario federalista europeo sobre la crisis del Golfo se indicaba con gran precisión en los documentos presentados a lo largo de estos días que se encuentran en los textos nº 3614 y 3634 del sector NOTICIAS RADICALES. En el dispositivo se solicitaba básicamente que no se utilizase la fuerza militar, aun siendo legítimo según el derecho internacional (art. 42 de la Carta de las Naciones Unidas), sino de usar hasta el final la fuerza no militar y en particular activar una gran ofensiva de información dirigida al pueblo iraquí y árabe. No se trataba simplemente de prolongar el embargo sino de plantearse claramente el objetivo de una revuelta del pueblo iraquí, de una parte de su clase dirigente, contra Sadam Husein. El embargo, aunque había obtenido resultados importantes en lo que se refiere al embargo político y económico de Iraq no era capaz de producir este resultado y la presencia militar de EE.UU., que intervino por petición de los países ára
bes para impedir la operación iniciada con la invasión de Iraq, no podía seguir durando indefinidamente, incluso debido a motivos de carácter religioso.
Solicitaba asimismo al gobierno que anunciase la convocatoria no de una conferencia de paz sobre Oriente Medio, es decir única y exclusivamente vinculada al problema palestino, sino de una "Conferencia sobre los derechos humanos y sobre la seguridad en el Mediterráneo y en Oriente Medio", es decir, afrontar las auténticas causas de la inestabilidad en esta zona que estriban fundamentalmente en la ausencia de democracia. Se pedía que se llevasen a cabo compromisos concretos para la consecución de un tratado internacional para la limitación y el control del comercio de armas.
Lamentablemente, se trataba sólo de una propuesta, simplemente el testimonio de una postura, puesto que aún no contamos con el instrumento político transnacional adecuado para transformarla en una opción efectivamente presente en el debate político internacional, para organizarla a través de una lucha que se lleve a cabo en las calles y en los parlamentos de los países más importantes del mundo.
Se trataba de una postura totalmente no violenta que se contraponía a la posición "pacifista" porque se alineaba sin equívocos contra Husein, con todas las resoluciones de las Naciones Unidas (la 678 pedía que se utilizasen todos los medios para .... y por lo tanto no necesariamente la fuerza militar) y proponía utilizar la fuerza contra este dictador. Así pues, fuerza y no los instrumentos diplomáticos como piden los "pacifistas", que no han surgido ningún efecto. El camino diplomático, las "negociaciones" que actualmente se evocan en las calles, se podía perseguir a una sóla condición: ceder en la cuestión de la retirada de Kuwait que Sadam Husein no quería ni tan siquiera tomar en consideración y por lo tanto premiar al dictador. Creo que sólo los desinformados o quienes son de mala fe pueden poner en duda el siguiente hecho: se han intentado todos los caminos diplomáticos posibles e incluso los intentos de "amigos" de Sadam, como Arafat o el rey Husein de Jordania.
3. El voto de los radicales tras el inicio del conflicto armado.
Cuando EE.UU., Inglaterra, Arabia Saudí y Kuwait decidieron aplicar, con la utilización de la fuerza militar, la resolución nº 678 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la propuesta central de nuestra moción se desvaneció. Dichos países, en particular EE.UU., por una parte consideraron que el embargo no iba a surgir los efectos deseados y por otra que Husein no iba a desatar un enfrentamiento militar en el que hubiese salido, sin lugar a dudas, perdiendo. Yo también creí, desde el punto de vista estrictamente racional, hasta el último momento, que Sadam se hubiese retirado al final para evitarle otra tragedia a su pueblo. Evidentemente, sus valores y su manera de ver las cosas son distintos a las mías.
El Partido radical, a través de las palabras de su secretario, no podía adoptar una postura determinada sobre el voto pero lo ha hecho en lo que se refiere al juicio sobre la responsabilidad de Occidente y de Iraq. Los inscritos al Pr han adoptado distintas posiciones desde el NO de Bordon (Pci), Mattioli, Lanzingher y Andreani (verdes), Tessari, Corleone, Modugno (grupos federalistas de la Cámara y del Senado), hasta la abstención de Mellini y Strik Lievers (grupos federalistas) y al SI de Stanzani, Bonino, Zevi, Staller, Calderisi, Negri, Cicciomessere (grupo federalista).
La cuestión de las declaraciones de voto de disenso suscitada por Roberto Giachetti es muy sencilla: puesto que el reglamento preveía una sóla declaración por grupo y ésta había sido utilizada por Stanzani, para hablar era necesario utilizar el artificio de declararse "en disenso con el grupo". Esto es lo que hizo Emma Bonino. Pero en efecto. el grupo no había votado ninguna postura dejando (como siempre) a cada diputado la facultad de votar según sus propias convicciones.
4. Por qué he votado SI
Si hubiese sido un diputado del congreso americano hubiese votado contra la decisión de utilizar la fuerza militar para aplicar la resolución 678. En dicha ocasión y en dicho momento era por lo menos teóricamente posible imponer con el voto la opción de la utilización de la fuerza no militar. Si la votación en la Cámara de los diputados italiana hubiese intervenido antes del inicio del conflicto hubiese votado la moción radical y rechazado la de la mayoría. De hecho, esta era la orientación de la mayoría de los diputados radicales el 16 de enero.
Cuando se nos pidió que nos expresásemos, por desgracia la decisión de pasar al uso de la fuerza ya había sido adoptada.
Se nos pedía que decidiésemos si Italia debía asociarse a los países que en plena legitimidad desde el punto de vista del derecho internacional estaban ejecutando una resolución de las Naciones Unidas, o si por el contrario no nos debíamos asociar.
Creo que hubiese sido muy fácil y "popular" con respecto al electorado "radical" votar NO. Mi compromiso, desde hace cuatro legislaturas, contra el apoyo militar, político y económico del gobierno italiano a Iraq me hubiese dado buenas razones de nuevo para decirle al Gobierno italiano: "es asunto vuestro", "sois los únicos responsables del ascenso político y militar de Husein", "habéis sembrado viento, ahora recogéis tempestades". En resumidas cuentas, la cómoda postura de "ni sumarse, ni sabotear". Pero por desgracia, cuando hay guerra, no se puede ser neutral. Yo creo que la historia camina precisamente cuando se tiene el valor de adoptar posturas que no son populares. Sólo en ese momento, por una parte y por otra, se ve uno obligado a usar la inteligencia, a superar la vagancia de los estereotipos, a desmantelar las sólidas convicciones y a practicar los caminos del diálogo auténtico.
Yo he votado con determinación a favor de la moción de mayoría basándome esencialmente en la siguiente pregunta: qué hubiese hecho, si hoy, en esta situación, no ayer o antes de ayer, hubiese tenido la responsabilidad total de decidir la actitud de Italia?.
Hubiese decidido, sin lugar a dudas, hubiese debido decidir, decantarme a favor de los que usan la violencia para afirmar el derecho contra los que usan la violencia para violarlo. No hubiese dimitido de mis responsabilidades en el momento en el que Italia ha compartido, con mi consentimiento también, todas las resoluciones, desde la 660 hasta la 678, aprobadas por la ONU.
He asumido las responsabilidades de gobierno que pertenecen, de forma distinta, tanto a la mayoría como a la oposición.
En resumidas cuentas, no hubiese estado en paz conmigo mismo, si hubiese escogido por cobardía, por oportunismo, peor aún, por cálculo electoral votar NO. Es el sentimiento que he leído en los ojos de muchos diputados comunistas que, tras la votación, han salido del aula sin la típica arrogancia ni hostilidad contra quienes no están de acuerdo con ellos.
Me doy cuenta perfectamente de las contradicciones difíciles entre este voto y mis convicciones no violentas pero en calidad de laico no creo que la verdad pase a través de coherencias ni certezas graníticas. Como laico era, repito, Mahatma Gandhi cuando en la segunda guerra mundial vivió el drama de su ser no violento y al mismo tiempo la convicción de no poder mover un dedo para impedir que los indios combatiesen contra el nazismo.
No por ello ha dejado de profesar y de practicar la no violencia.
Aunque no tengo la más mínima intención de compararme con Gandhi, no dejaré, tras el voto del 17 de enero, de profesar ni de practicar la no violencia, de reivindicar mi antimilitarismo, de afirmar que la guerra es siempre un crimen contra la humanidad, que los ejércitos son todos negros, que los medios deben ser adecuados a los fines y que las llamadas "guerras justas" dejan la injusticia de los muertos que no tenían culpa, la convicción de que la guerra es la continuación de la política, que tendremos que seguir armándonos por miedo o para justificar a otros Huseines. Pero sobre todo, no voy a dejar de arriesgar una incoherencia para intentar ganar un milímetro de esperanza de construir un mundo en le que nadie se vea obligado a morir para afirmar la justicia.
5. Guerra o acción policial
En el lenguaje común, lo que se está combatiendo en el Golfo es la guerra. Pero, estamos seguros de que este sea el término más adecuado para definir desde el punto de vista jurídico, del derecho, lo que esta sucediendo actualmente?.
Comprendo que es difícil convencerse de que, según el derecho internacional aceptado por todos los países representados en la ONU, Iraq inclusive, descargar 18.000 toneladas al día de bombas no debe ser considerada acción de guerra sino acción policial.
Muchos compañeros radicales, Mauro Mellini el primero, parecen rechazar esta distinción que parece a primera vista inaceptable.
Una de las mayores conquistas de la humanidad ha sido la de transferir a un poder superior el uso legítimo de las armas y el derecho a establecer la justicia. Al particular no le está permitido, a no ser que sea excepcionalmente por legítima defensa, usar las armas contra otra persona, tomarse la justicia por su mano. El derecho a la autodefensa se ha trasladado totalmente al estado, a las fuerzas de policía y al poder judicial. Las consecuencias desde el punto de vista jurídico y semántico quedan, en este caso, claras a todo el mundo: si un ciudadano dispara y mata a un ladrón comete delito de homicidio y en la conciencia común es un asesino; si lo hace la policía no es delito y nadie considera que sea un delito ni nadie considera que el policía, si ha usado las armas como última alternativa, sea un asesino.
El segundo paso histórico en esta dirección es el de transferir a un órgano de derecho supranacional y democrático la típica prerrogativa de los estados nacionales, la de la defensa militar. La carta de las Naciones Unidas lo prevé expresamente incluso si hasta el día de hoy ningún estado ha delegado ni transferido completamente esta prerrogativa a la autodefensa militar a la ONU.
La Constitución italiana excluye totalmente la posibilidad de recurrir a la guerra, a no ser que sea en caso de legítima defensa entendida en el sentido estricto de la reacción a la agresión armada en su territorio. En este caso el estado de guerra debe ser deliberado por las Cámaras, de la misma manera cuando Italia se vea obligada a intervenir en un conflicto armado en virtud de un pacto militar, como por ejemplo la OTAN, para defender a un país aliado de una agresión militar. Si por el contrario, la intervención se realiza por mandato de las Naciones Unidas, con la bandera de la ONU, con contingentes nacionales atribuidos, según el artículo 45 de la Carta de la ONU, al Consejo de Seguridad, no sólo no se requiere la declaración del estado de guerra sino que ni siquiera el voto de autorización del Parlamento italiano. En el caso del Golfo ha sido necesaria una deliberación de las Cámaras (no la declaración del Estado de guerra) tanto porque no existen todavía contingentes italianos (ni acuerdos relativos)
asignados a la ONU, como porque la resolución 678 era optativa y no obligatoria.
Concluyendo, cuando la ONU emprende según el artículo 42 de su carta, "con fuerzas aéreas, navales o terrestres, toda acción necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacional", los países que proporcionan los contingentes militares no actúan por su cuenta contra otro país sino que son sólo el brazo armado de las Naciones Unidas, tal y como es evidente, en este caso las Naciones Unidas no están en guerra contra otro país sino que imponen con la fuerza militar el respeto del derecho internacional violado.
Actualmente, por primera vez en la historia de las Naciones Unidas, al menos en los que se refiere a un enfrentamiento tan dramático (si no me equivoco, el único precedente confrontable es el de Corea) nos hallamos exactamente ante la aplicación total del artículo 42 de la Carta. Desde el punto de vista estrictamente formal, los países que actúan en el Golfo lo hacen por mandato y en representación de las Naciones Unidas. No están en guerra contra Iraq.
Estas consideraciones no le restan horror a la "guerra" que está teniendo lugar. Pero el objetivo del no violento no puede ser el de desacreditar y deslegitimar a la ONU porque usa los únicos instrumentos de fuerza que conoce, los militares, sino hacer que actúe para que puedan ser substituidos con otros instrumentos más eficaces, de fuerza, no militar. Debe encargarse de inventarlos y no puede confundirlos con los instrumentos normales de iniciativa diplomática. Se plantean enormes problemas con respecto al carácter no plenamente democrático de las Naciones Unidas, al derecho al veto, a la necesidad de que la Europa política pueda contrarrestar el poder de los USA, pero no creo que estos aspectos modifiquen las cuestiones de fondo actualmente en juego. De esta manera, ni quitan ni ponen a las consideraciones sobre el distinto comportamiento que la ONU ha tenido en otras violaciones del derecho. Quienes utilizan estos argumentos parecen olvidar que hace sólo un año que acabó la guerra fría y con ella el jueg
o de los vetos cruzados de ambas superpotencias y la repartición del mundo por zonas de influencia.
6. No violencia y conflicto en el Golfo.
La aspiración de un demócrata y federalista, de un auténtico pacifista, debería ser la de llegar a transferir todas las prerrogativas nacionales en materia de defensa y de seguridad, a las Naciones Unidas, de aplicar todas las partes de la Carta, de transformar en sentido democrático el Consejo de Seguridad, y en resumidas cuentas de abolir la guerra, entendida como enfrentamiento militar entre entidades nacionales.
Es este el objetivo de un no violento?.
La no violencia se propone en última síntesis sustituir la violencia por el derecho. En el marco internacional, el no violento lucha para que no se considere irreversible, incluso para la defensa de los intereses legítimos como el territorio nacional o las instituciones democráticas, el uso de la guerra y el uso de la violencia. Así pues, no a la paz a toda costa, sobre todo a costa del derecho, sino el derecho a toda costa. El objetivo del no violento coincide así pues con el del "demócrata" («yo creo que no se puede ser demócrata sin ser no violento!) en lo que se refiere a la transferencia de poderes de utilización de las armas por un estado nacional a una entidad supranacional. Sabe que sustituyendo la ley de la jungla, de la legítima defensa, por el derecho y el deber del Estado de encargarse de la seguridad de los ciudadanos, se reduce drásticamente el nivel de violencia. De esta manera, en el caso de la seguridad nacional, sabe que si efectivamente las Naciones Unidas contasen con plenos poderes de po
licía internacional, la conflictualidad entre estados se reduciría considerablemente. Pero el no violento lucha para que se desvanezca, sobre todo en las instituciones, la necesidad de recurrir a la violencia. Quiere convertir progresivamente las armas militares de la autoridad legítima en armas no violentas. Actualmente, si bien el primer objetivo es el de transferir a un poder supranacional prerrogativas de la defensa y de la seguridad de los estados encuentra una primera, parcialísima - pero decisiva, como precedente - respuesta, no se puede decir desde luego que nos hallemos ante señales que demuestren la tendencia a la conversión de los instrumentos bélicos.
Pero, me pregunto a qué título podemos pretender que esta conversión se realice cuando la no violencia política, la que actualmente sólo el Partido radical expresa, no halla, al menos a nivel internacional, un punto de referencia).
Qué cabe esperar cuando las únicas culturas que se confrontan en los medios de comunicación occidentales, a través de las imágenes de la guerra y de las manifestaciones pacifistas son por una parte las que dejan la afirmación del derecho en manos de la tremenda potencia militar y por otra aquellas, eternamente perdedoras, que estarían dispuestas a sacrificar cualquier derecho, la vida misma de millones de iraquís y árabes exterminados durante años por otros árabes, para tutelar su propia tranquilidad y su propio bienestar actual?.
Precisamente en estas preguntas se encuentra el desafío del Partido radical: organizar la cultura de la no violencia - que es cultura de fuerza, de intervención y no de debilidad y de resignación - para poderse oponer a las dos únicas culturas, la de la fuerza de la violencia y la de la debilidad de la neutralidad, que cotidianamente están representadas en las televisiones de todo el mundo a través de las imágenes de tremenda eficiencia militar y de la protesta incapaz de propuesta de las marchas "pacifistas".
7. El estatuto del Pr: ... no matar ni tan siquiera por legítima defensa.
No quiero arreglármelas diciendo, tal y como he escrito anteriormente, que pensar en la no violencia como un recorrido sin contradicciones, sin derrotas, sin ambigüedades es profundamente erróneo y veleidoso. Y quien exige una presunta coherencia a sus presuntos dogmas no violentos, demuestra un furor catequista que es ajeno a la paciente religión del diálogo, a la humilde búsqueda, incluso en el horror de la guerra, de los pequeños cauces que pueden hacer avanzar aunque sólo sea un milímetro, las esperanzas de vida y de derecho.
Ni tan siquiera recordando, como es verdad, que hablamos de preámbulo al estatuto y no de estatuto, afirmación así pues de voluntad política, de proyecto político y no de condición a priori para la adhesión al Partido radical.
No se puede discutir que la no violencia, el símbolo gandhiano, representa el rasgo característico del Partido radical. De esta manera, nadie puede pensar que la acción militar en el Golfo ejecutada por mandato de la ONU, aunque representa una expresión legítima del derecho internacional, pueda ser exaltada como expresión y éxito de la no violencia. Se trata de otra cosa, tal y como he intentado escribir en los seis puntos anteriores. No es necesario, así pues, incomodar el "preámbulo" para darse cuenta de todo ello, para saber de cuántas contradicciones - esperamos fecundas - está compuesta la vida de un radical, de quien ha abandonado las cálidas y acogedoras certezas de la ideología, de quien, como yo, ha escogido la blasfemia de la guerra en vez de aceptar la derrota de la resignación y de la complicidad.
Para aquellos que estén realmente interesados en comprender el preámbulo radical y no sólo a servirse de él para buscar nuestras contradicciones («todas bien patentes y en directo!) debe en primer lugar ubicarlo en el concreto enfrentamiento político de nuestra sociedad en el campo de la política y no confundirlo con una nueva lectura del quinto mandamiento.
Con el preámbulo se quiere afirmar que el imperativo cristiano del no matar se debe convertir en un imperativo plenamente político que no debe hallar excepción ni tan siquiera ante las razones de la legítima defensa. Ni tan siquiera por legítima defensa, un estado nacional puede contar con la posibilidad de emplear los instrumentos de guerra.
Ya he escrito al respecto: incluso el principio de la guerra de autodefensa debe ser encauzado de nuevo hacia un derecho supranacional, transferido como prerrogativa exclusiva de las Naciones Unidas. El preámbulo posee un gran significado muy claro: los radicales que comparten el objetivo político y el método de la no violencia política se comprometen a organizarse para su consolidación. En cuanto tiempo? en los tiempos de la lucha y de la voluntad política y no en los de la fantasía. Nadie, confío, puede pensar que los radicales sean tan presuntuosos como para creer que por el simple hecho de adoptarlo en un congreso, el preámbulo se haya convertido en la ley de la comunidad internacional. Tras cinco años de lucha para afirmarlo contra el exterminio causado por el hambre, hemos querido tomar nota de que el instrumento organizativo, el Pr, del que por aquel entonces disponíamos no era suficiente ni adecuado. A pesar de ello, hemos seguido adelante y estamos intentando dotarnos de un instrumento político tra
nsnacional nuevo, que nadie había concebido antes, capaz de llevar a cabo la lucha no violenta en el mayor número posible de países.
Me pregunto qué tiene que ver el preámbulo del estatuto radical con el voto del 17 de enero. El objetivo del preámbulo no se realizó la noche del 17 de enero cuando cayeron las primeras bombas sobre Baghdad, ni el 2 de agosto cuando Husein consideró poder invadir impunemente Kuwait, ni cuando la comunidad internacional no escuchó la petición de los premios Nobel, del Partido radical de un compromiso prioritario contra el hambre en el mundo, ni lo será durante mucho tiempo.
El recorrido de la no violencia política no es sencillo, no es breve, no se puede imponer por decreto. No es un camino adecuado para quien tiene prisa, para quien busca atajos y sobre todo justificaciones para convertirse de que la no violencia ha sido vencida para siempre.