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Negri Giovanni - 11 marzo 1991
Que los católicos y la izquierda se decidan a reconocer Israel
Giovanni Negri

SUMARIO: La visita de Juan Pablo II a Jerusalén tiene que ser la ocasión para el reconocimiento, tras 43 años, de Israel por parte del Vaticano. No se puede reimpulsar la cuestión palestina sin reconocer el derecho a la existencia del Estado de Israel.

(IL GIORNO, 11 de marzo de 1991)

La primera decisión de relieve adoptada por Juan Pablo II en el momento del alto el fuego en el Golfo es, realmente, pura política.

Jerusalén, así pues. Y Jerusalén sea, ha contestado Israel.

Pero, a Jerusalén para qué?

Bajo un perfil ecuménico-político, la decisión del Pontífice es no sólo comprensible sino encomiable: desde Jerusalén un Pastor de paz puede conciliar las invocaciones a Dios que se alzan al cielo desde catedrales y minaretes, desde sinagogas y lugares santos, de las tres grandes religiones monoteístas.

Sólo desde Jerusalén el Papa puede intentar reconducir a una unidad en armonía lo que de lo contrario - aun a pesar de la oración - resaltaría excesivamente dolores y rencores antiguos y divisiones tal vez irreparables.

Pero hay un segundo perfil en la decisión del Pontífice que es totalmente político-estatal, que suscita ansia e incógnita.

De hecho, Juan Pablo II es también el jefe de un Estado que desde siempre desempeña un papel político activo en el escenario internacional; un Estado que desde hace 43 años no reconoce al Estado de Israel, en compañía, hoy por hoy, de otras pocas naciones, entre las que destacan las dictaduras árabes.

Oficialmente, las razones de dicha negación son el contencioso por los territorios ocupados y el estatus especial de Jerusalén, ciudad de lugares santos.

Argumentos que parecen frágiles tanto porque antes de 1967 no existían como porque los lugares santos pueden convivir con la capital de un Estado moderno ordinario.

O no debería valer para Jerusalén lo que sí vale para Roma?

En realidad, lo que está sobre el tapete es mucho más que todo eso, y todavía no se deciden a una gran reconciliación entre catolicismo y hebraísmo, puesto que una cosa por el estilo supondría - por su elevado valor evocativo - el reconocimiento formal entre Estados.

Debido a una compleja suma de razones históricas, es asimismo la sufrida existencia del Estado hebraico lo que plantea implícitamente a Occidente y a la Iglesia dos grandes cuestiones para el post-Golfo.

No son los movimientos pacifistas alemanes de capa caída los que denuncian por ejemplo a Genscher y a otros ministros occidentales, entre ellos el nuestro, la insostenible contradicción de haber armado hasta los dientes a un tirano, sino que es la opinión pública israelí ("Vosotros, vuestras industrias han proporcionado este y a otros dictadores el horror de las armas químicas...") y sigue siendo Israel, de hecho, quien sitúa al Vaticano entre la espada y la pared.

El catolicismo puede en resumidas cuentas rechazar la etiqueta de Religión Occidental y basta, en nombre de una tendencia universal que impulsa al Pontífice a mirar hacia el Islam y hacia toda persona de fe.

Pero, Puede el Papa abrazar hoy una equidistancia equívoca? Puede reimpulsar la causa palestina sin reconocer en políticamente el derecho a la existencia del Estado de Israel? Todo ello puede acabar manchando el papel de "apóstol de paz en Oriente Medio", recordando la rebosante equidistancia de hace medio siglo, cuando desde la silla de Pedro no salió ninguna acción política sustancial para interrumpir el Holocausto.

El Papa polaco, que sin lugar a dudas lleva en su memoria grabado el gueto de Varsovia, estará turbado como lo ha estado en los días de guerra.

En cuanto a la política nuestra, las alineaciones se van trazando. El inefable "Manifesto" (1) ya ha sentenciado: El Papa va a Tierra Santa (o sea no a Israel. Y las palabras cuentan). Cientos de diputados pedimos a Andreotti (2), por el contrario, que manifieste al Vaticano su deseo de reconocimiento que sabemos es mayoritario en el Parlamento y en el pueblo italiano.

Se trata, ahora, de escoger.

O Israel es parte integrante del "Occidente judaico-cristiano", formado por Estados liberales y de derecho, y como tal hay que tutelarla; o bien el Estado hebraico es la punta de un diamante de un "Occidente plutocrático, judaico y masónico", y en cuento tal hay que soportarlo, al no poder confesar otra cosa.

Son los tiempos de la historia los que llaman tanto al catolicismo como a la izquierda (pacifista o no) a tomar una decisión.

N.d.T.

(1) IL MANIFESTO . Revista mensual (y movimiento político) fundado en 1969 por exponentes del Partido comunista (A. Natoli, R. Rossanda, L. Pintor, L. Magri, etc.) posteriormente expulsados. En 1971 la publicación se convirtió en diario de apoyo a formaciones extraparlamentarias de inspiración comunista.

(2) ANDREOTTI GIULIO . (Roma, 1919) Exponente de la Democracia Cristiana. Secretario de A. De Gasperi, empezó muy temprano como Subsecretario de la Presidencia del Consejo, una ininterrumpida carrera ministerial: ministro del interior (1954), de hacienda (1955-58), del tesoro (1958-59), de defensa (1959-66) y 1974), de la industria ((1966-68), del presupuesto del Estado (1974-76). Presidente del consejo italiano del 1972 al 1973, del 1976 al 1979, y en 1990.

 
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