SUMARIO: En esta postguerra, la rivalidad ideológica, política y militar entre el Este y el Oeste tuvo lugar en detrimento de los intereses de la Europa occidental y del este así como de los países en vías de desarrollo. La carrera armamentista, en efecto, mermó considerablemente los recursos destinados al desarrollo económico del Tercer Mundo, mientras la política del tráfico de influencias apoyó y armó a gran cantidad de dictadores; dictadores que acabaron apuntando dichas armas contra sus propios pueblos. Peor aún, tanto el Este como el Occidente industrializados exportaron al sur modelos y valores de efectos devastadores. El mito de la independencia nacional, unido a la creación de las burocracias estatales y de los ejércitos populares, produjo un sector opresor tanto en la variante socialista como en la librecambista. Este es el escenario en que creció el subdesarrollo, la miseria, el hambre y el analfabetismo. De ahí, el objetivo político del Partido Radical: combatir directamente estas plagas sociale
s, pasando por encima de los Estados y de los nacionalismos.
(El Partido Nuevo, n.1, Junio 1991)
Durante medio siglo la confrontación ideológica, política y militar entre el Este y el Oeste si hizo a expensas de la piel de las inmensas masas que pueblan el hemisferio sur: Asia, Africa, y América Latina. Y no solo porque la confrontación de poder entre el Este y el Oeste absorbiese inmensos recursos que se destinaban a una carrera armamentista cada vez más cara reduciendo las inversiones para el desarrollo, sino también porque precisamente en el sur se ejercía el juego cruento de chantajes e influencias por parte de los dos contendientes, con el único resultado de exportar armas y financiar -los unos contra los otros y a menudo paralelamente - dictadores que luego usaban dichas financiaciones y armas contra sus propios pueblos.
Pero hemos hecho más y peor si cabe: tanto del Este como del Oeste exportamos modelos y valores que en el sur han tenido efectos devastadores. En la lucha contra los países colonizadores las clases dirigentes anticolonialistas permanecieron tanto cultural como idealmente dependientes de aquellos que combatían. Y gracias a esta dependencia exportamos el mito de la independencia nacional que hasta hace pocos decenios había sido el tótem intocable de la burguesía y de las clases dirigentes nacionales de Oriente y Occidente, sagrado tras la primera guerra mundial con el principio de la autodeterminación de los pueblos. Y para perseguir este mito y este objetivo, estaban allí listos los modelos de todas las revoluciones violentas occidentales de los últimos dos siglos, con sus derramamientos de sangre, sus revolucionarios, y luego, naturalmente, sus tribunales especiales, sus policías secretas y sus ejércitos populares. La última de estas revoluciones - que también nació bajo la bandera del internacionalismo pro
letario - posteriormente suministró asimismo el modelo de capitalismo burocrático estatal, más conocido en un primer momento como socialismo en un sólo país y después como "socialismo real" (modelo que si bien produjo la quiebra de los regímenes de los países del Este, en el hemisferio sur no ha hecho más que causar estragos).
El coctel independencia nacional más economía burocrático-estatal (como por otra parte el de independencia nacional más libre mercado, que por parte de los países occidentales daba dignidad teórica a una política de ausencia de compromiso y desinterés por los países ex-coloniales) con su retahíla de que si "autodeterminación de los pueblos" y "no interferencia en los asuntos internos" de cada país demostraron ser auténticas mezclas explosivas: bajo la bandera de estos principios los tan civilizados pueblos del Oeste y del Este hicieron la vista gorda - cuando no sostuvieron y apoyaron - ante los peores crímenes y delitos contra pueblos enteros. Casi en ningún lugar los movimientos de independencia y de "liberación" nacional no produjeron libertad, sino dictaduras de partidos únicos, de ejércitos llamados populares o de tiranos despiadados; muchos de estos países se transformaron en verdaderos campos de concentración y para algunos de ellos la liberación nacional acabó siendo un verdadero genocidio de parte
de la población. No hay por qué sorprenderse si en una situación semejante crecía el exceso, junto a la población del Tercer Mundo, también el subdesarrollo, la miseria, la sequía y la desertificación, la deforestación, y con éstos el hambre y la enfermedad, la malnutrición y el analfabetismo, que impulsaban cada día a grandes masas de pobres y de desesperados a engrosar las grandes ciudades africanas, asiáticas y latinoamericanas, con la vana esperanza de hallar trabajo y pan. Todo un holocausto, un verdadero exterminio de masas ingentes de seres humanos (condenados a morir o a vivir sin esperanzas) se ha producido día a día ante la impotencia de la ONU y sus agencias para intervenir y ante la indiferencia de las grandes potencias.
Por "una nueva voluntad política y una nueva y específica organización de esta voluntad", es necesario constituir el partido transnacional, internacional, de adhesión directa y no violento.