SUMARIO: El Partido Radical es el partido gandhiano de la no violencia política: la forma mas avanzada e íntegra de la tolerancia laica sobre la que debe basarse el civismo de una sociedad y de un Estado democrático. En nombre de la democracia o del socialismo, del progreso o de la revolución, del Estado o de las nacionalidades se ha matado y masacrado, y se sigue matando masacrando. La acción no violenta gandhiana demuestra que sí es posible concebir el enfrentamiento político más duro, incluso la liberación de un pueblo, sin verse obligados a renunciar a los principios por los que se lucha, de tolerancia y de respeto por la vida. Con la fuerza del diálogo, la no-colaboración, la desobediencia, la objeción y la afirmación de conciencia, los ayunos y la cárcel, el Partido Radical conquistó y afirmó un nuevo derecho positivo y una nueva obediencia a los valores supremos del civismo laica. Hoy por hoy, estos mismos valores deben ser los cimientos de la acción del partido transnacional y transpartídico, por la
liberación no violenta de los pueblos del totalitarismo y del nacionalismo.
(El Partido Nuevo, n.1, Junio 1991)
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Un acto político solemne
En 1980, el XXIV Congreso del Partido Radical aprobó un "preámbulo" al Estatuto, en el que proclamaba su convicción históricamente absoluta en la validez de la no violencia y el derecho.
Es un partido no ideológico, que se refunda anualmente. Sus miembros se inscriben al Partido cada año a partir de los objetivos políticos concretos discutidos en el Congreso, sin vínculo alguno de comportamiento "objetivamente" consecuente, pues cada cual es responsable de sus propias coherencias y contradicciones. aquel "preámbulo" al (y no del) Estatuto constituía un solemne acto político del Congreso, y no la adopción ideológica de la no violencia por parte del Partido Radical y de sus inscritos.
Desde entonces, ningún Congreso volvió a tratar en sus sesiones aquel "preámbulo"; de manera que al año siguiente, de forma implícita pero clara, se renovó su aprobación. Así, adoptando en 1988 como emblema actual, gandhiano además de transnacional, el lema "por el derecho a la vida y la vida del derecho), el Partido Radical ha venido reforzando hasta nuestros días la decisión tomada al adoptar dicho preámbulo. Considerando la época que nos ha tocado vivir, y la que se avecina, tal vez haya llegado el momento de reconocer que dicha decisión tenía algo de "profética".
El "preámbulo" al Estatuto del Partido Radical
El Partido Radical
proclama el derecho y la ley, derecho y ley asimismo políticos del
Partido Radical,
proclama que en el respeto del derecho y de la ley reside la fuente insuperable de legitimidad de las instituciones,
proclama el deber de la desobediencia, de la no colaboración -
de la objeción de conciencia, de la forma suprema de lucha
no violenta por la defensa, con la vida, de la vida, del derecho y de la ley.
Se exige a sí mismo y a todos aquellos que deseen confiar en la vida y en la paz, en la justicia y en la libertad, el
respeto estricto y la defensa activa de dos leyes fundamentales: la Declaración de los Derechos del Hombre (confiando en que se cambie el título y se denominen "Derechos de la Persona") y la
Convención Europea de los Derechos del Hombre, así como las Constituciones de aquellos Estados que respeten los principios contenidos en las ambas cartas; exige el rechazo de la obediencia y del reconocimiento de legitimidad, en cambio, para quien las viole, para quien no las aplique, para quien las reduzca a meras declaraciones verbales, es decir a no -leyes.
Declara otorgar al imperativo del "no matar" valor de
ley históricamente absoluta, sin excepciones, ni tan siquiera la de la legitima defensa.
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No violencia y diálogo
Radical excepción al escándalo de la justificación de la violencia en nombre de los ideales de la Razón, la no violencia gandhiana demuestra a occidente que es posible concebir el enfrentamiento político más duro, la liberación misma de un pueblo de la potencia colonial de la época, sin estar obligados a renunciar a los principios de tolerancia y de respeto de la vida, por los cuales se lucha.
En la no violencia medios y fines se reconcilian, los unos se vuelven adecuados a los otros, los primeros prefiguran los segundos. Si para el fin, el ideal es construir una sociedad más justa, a la medida del hombre, el medio no puede ser la prevaricación de la persona, su anulación física.
El pensamiento "radical" se halla todo en esta intuición: la no violencia política puede hoy constituir la forma más avanzada e íntegra de la tolerancia laica, sobre la que debería basarse el civismo de una sociedad y de un Estado democráticos. Y eso puede ser posible sólo si la no violencia se traduce en leyes, en conductas de las clases dirigentes lo mismo que la de los partidos que históricamente pertenecen a la oposición.
La no violencia coloca en el centro de la vida social a la persona al diálogo. La no violencia presupone que no existen demonios, enemigos que derribar sino solo personas: y que la peor de ella si se la agrede con la fuerza de la no violencia - que es siempre agresiva- puede responder con la mejor parte de sí misma en lugar de responder con la peor: "una victoria puede definirse como tal sólo si todos en igual medida son vencedores y ninguno es vencido" sostiene un famoso dicho budista.
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No violencia y derecho
El "descubrimiento" que impulsa a los radicales, en lo que a teoría y a praxis se refiere, es precisamente el hecho de que la no violencia - inspirada en el respeto absoluto del individuo, a partir del respeto del adversario-interlocutor - constituye la vía maestra para afirmar totalmente y sin reservas que valgan ese estado de derecho sin el que democracia y libertad son pura falacia; por el contrario, las "vías violentas" para conquistar el Estado de derecho, la democracia y el socialismo, contienen siempre elementos que de por sí niegan y obstaculizan la consecución del objetivo.
El Partido Radical quiere demostrar que la violencia no sale a cuenta y que, en cambio, con la fuerza del diálogo es posible no sólo vencer sino convencer al adversario.
Lo que Gandhi llama la no violencia de los fuertes, la resistencia pasiva provista de un método que permita no ser cómplice del adversario - "Satyagraha" (a saber: Sat=verdad, Agraha= firmeza) - se manifiesta como adopción colectiva e individual de la responsabilidad de violar públicamente la ley y sufrir las consecuencias que acarrea. Pero no se trata de una ruptura de la ley que niegue la idea de ley; todo lo contrario, se trata del rechazo de una hipocresía, de una no-ley, para afirmar el derecho.
Los radicales, en realidad, desobedecen una ley convertida en no- ley para conquistar la auténtica regla, la verdadera ley, la única posible si se desea respetar la dignidad del individuo.
Profundizando sobre los motivos de la no violencia radical, Pier Paolo Pasolini, comprendió que en toda desobediencia civil existe obediencia a un valor superior, que es la premisa para una nueva obediencia a una ley justa. En toda objeción de conciencia a la ley injusta existe una afirmación de conciencia.
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No violencia y democracia
La "fuerza de la verdad", para poderse expandir y manifestar debe en primer lugar conocerse. La no violencia es una alternativa eficaz a la violencia sólo si la gente puede conocer los motivos de la acción en sí; sólo si la gente cuenta con la posibilidad de juzgar y expresar su aprobación o su desaprobación. Si falta la premisa de la circulación de la información, la elección desesperada de la violencia, del terrorismo, de la matanza simbólica del "enemigo", se convierte en una tentación trágicamente fuerte.
La más grande firmeza no violenta del Partido Radical se manifiesta en la defensa de los derechos del ciudadano de "conocer para poder juzgar". La democracia política es el único sistema que permite a fuerzas que representan intereses antagónicos tomar el poder sin derramamientos de sangre, sin el uso de la violencia física, se convierte en pura ficción en el momento en que a los ciudadanos se les priva de la posibilidad efectiva de ejercer su soberanía, es decir, de elegir.
Si se niega la posibilidad de conocer y juzgar las razones de la oposición, se está negando también la posibilidad de los ciudadanos de elegir realmente con el voto entre distintas propuestas alternativas de gobierno.
Hoy por hoy la irrupción de los medios de comunicación y su dimensión totalizadora permite a grupos restringidos ejercer un poder enorme que consiste en borrar de un plumazo la verdad o modificarla y alterarla a su gusto y antojo.
Así pues, para el Partido Radical por consiguiente democracia y derecho a la información son sinónimos; la primera no puede existir sin el ejercicio efectivo del segundo y, viceversa, el segundo sólo es concebible en un Estado de derecho.
El arma extrema de la no violencia, la huelga de hambre en un primer momento y posteriormente la de sed, es utilizada por el Partido Radical no para imponer su verdad, sino para exigirle al adversario que respete la que el mismo proclama su ley. La que en todos los países democráticos establece la libertad de prensa y la integridad de la información, bienes de los que Occidente hace alarde para distinguirse estructuralmente de los regímenes totalitarios.