SUMARIO: En su intervención en el Congreso del Partido Radical de 1975, Pier Paolo Pasolini advirtió del peligro que amenazaba al Partido Radical, precisamente debido a los grandes éxitos obtenidos en la conquista de los derechos civiles. "Un nuevo conformismo de izquierdas se dispone a apropiarse de vuestra batalla por los derechos civiles, creando un contexto de falsa tolerancia y de falso laicismo". Y en efecto, precisamente la cultura radical de los derechos civiles, de la Reforma, de la defensa de las minorías fue utilizada por los intelectuales del sistema como fuerza terrorista, violenta y opresora. "El poder - escribía Pasolini - se dispone a usar a los intelectuales progresistas como clérigos personales". La previsión de Pasolini se ha cumplido, en Italia y en el resto de la sociedad occidental, precisamente en nombre del progresismo y del modernismo, se ha afirmado una nueva clase de poder totalizador y transformista, mucho más peligrosa por cierto que las tradicionales clases conservadoras. No que
da más que un camino, el señalado por Pasolini: "seguir siendo continuamente irreconocibles, seguir siempre en la oposición, exigiendo, queriendo, identificándose con lo diferente, escandalizando, blasfemando".
(El Partido Nuevo, n.1, Junio 1991)
Históricamente, el término "laicismo" y la expresión "Estado laico", cobraron gran importancia en el siglo XIX y en el XX. en algunos Países, sobretodo europeos y católicos. "Laicismo" es un término que ha marcado la lucha no sólo contra las formas de gobierno teocrático sino también contra todos los condicionamientos y formas de poder clerical que obstaculizaban la afirmación del Estado moderno, y por consiguiente la libertad de culto y de religión. En estos países se entendió por Estado laico aquel Estado que se había liberado de los vínculos y de los condicionamientos de la Iglesia, pero que a su vez renunciaba y se obligaba a no invadir la vida interna de las confesiones religiosas, la libertad de religión y de culto. En otros países, como los anglosajones, este término es desconocido, porque allí, tras la intolerancia de las guerras religiosas, la libertad en materia de religión se afirmó por otras vías y a través de otras experiencias. Fuera de Europa, en otros continentes, salvo aquellos países latino
americanos que tuvieron problemas en parte similares a los de los países latinoeuropeos, el término es a menudo incomprendido e incomprensible, a veces intraducible. Muchos políticos y teóricos de la política tienden a considerarlo un término ya obsoleto y a reconocerle un valor únicamente histórico. Sin embargo, pecan desgraciadamente de eurocentrismo y de una forma casi automática e inconsciente de racismo cultural, que da por descontado que los valores del laicismo y de la tolerancia religiosa no son exportables a otras civilizaciones y a otras culturas. Pero si se cree, tal y como lo creemos nosotros, que se trata en cambio de valores universales, si no se quiere abandonar por un exceso de simplificación a la hegemonía de corrientes minoritarias de carácter intolerante e integrista enteras culturas y civilizaciones (como le está ocurriendo a una cultura religiosa tan rica y compleja, tan articulada y pluralista como ha sido históricamente el islamismo, que en occidente se tiende cada vez mas a identific
ar con el fundamentalismo), nunca como ahora ha sido tan necesario reivindicar y reconquistar la actualidad de los valores del laicismo.
Frente a la trágica propuesta del fanatismo religioso, es preciso afirmar la necesidad de separar la religiosidad, toda manifestación auténtica de religiosidad, de toda forma de integrismo. Para convencernos de ello, no es necesario tener en cuenta el Islam o el choque del fanatismo hindú y musulmán en algunos Estados de la India. Basta vivir dentro del perímetro de la civilización judeocristiana para asistir al peligro que implica dentro del democrático y "laico" Israel afirmar un clericalismo rabínico, o al peligro, no solo teórico, de que se produzca una revancha clerical en el país del Papa, la católica Polonia, recién reconquistada la democracia.