SUMARIO: Es necesaria una nueva voluntad política, no sólo para respaldar las propuestas razonables de reducción de lo gastos militares y crear un nuevo patrón de defensa, sino también para dar vida a estrategías políticas nuevas y más creíbles para la seguridad y el desarrollo, que reconozcan el carácter de urgencia y necesidad de estas propuestas. Las prerrogativas de la defensa colectiva deberán transferirse a las Naciones Unidas y, así como previsto por la Carta, todos los Países democráticos deberán asignarles también contingentes militares propios.
(El Partido Nuevo, n.2, julio 1991)
Hoy en día, no sólo las fuerzas políticas de oposición o los pacifistas sino también las más prestigiosas organizaciones de las Naciones Unidas y muchos estadistas creen que sería razonable reducir los gastos militares mondiales del 2 al 5 por ciento. En efecto, la conclusión de la »guerra fría entre las dos superpotencias permitiría liberar cuantiosos recursos destinados al sector bélico - los »peace dividend - en favor de iniciativas civiles, sin menoscabar las capacidades defensivas militares existentes.
Gracias a una reducción del 5% anual, dentro de diez años los gastos militares mondiales bajarían del 40%, haciendo disponibles unos 2.300 mil millones de dólares aproximadamente - casi el doble de la deuda del Tercer Mundo - que podrían utilizarse en actividades civiles.
Para los países del Tercer Mundo y para los países ex-socialistas esta reducción significaría una ayuda inmediata en lo tocante a sus dramáticos problemas de desarrollo.
En cambio, los países industrializados podrían utilizar una parte - digamos el 50% - para los gastos nacionales (reconversión de las estructuras militares, programas sociales, reducción del deficit público...) y otra mitad para las emergencias de nuestra época, en primer lugar el exterminio de millones de personas por el hambre y la malnutrición, y la contaminación medioambiental de regiones enteras del mundo.
La reducción del 5% anual de los gastos militares de los países de la OCDE liberaría dentro de diez años 1.400 mil millones de dólares aproximadamente. La mitad podría ser destinada a la defensa contra amenazas nuevas tales como la contaminación del medioambiente, la desertificación, la desesperación de más de mil millones de personas obligadas a vivir por debajo del umbral mínimo de pobreza.
Cabe recordar que esta decisión sería simplemente útil para aumentar al 0,7% aproximadamente del PNB las ayudas y los créditos para el desarrollo de los países de la OCDE (el valor actual es alrededor del 0,3%) dando así finalmente ejecución, después de 21 años, a una directiva de la Asamblea de las Naciones Unidas del año 1970.
Hasta aquí los números y las razones de una opción razonable, aun sabiendo que no son suficientes.
En realidad, es necesaria una nueva voluntad política, no sólo para impulsar las propuestas razonables de reducción de los gastos militares y crear un nuevo patrón de defensa, sino también para dar vida a estrategías políticas nuevas y más creíbles para la seguridad y el desarrollo, que reconozcan el carácter de urgencia y necesidad de estas propuestas.
En efecto, sabemos que, a pesar de que ya no exista la contraposición entre los dos bloques militares, la guerra ha masacrado y sigue masacrando poblaciones enteras. Asimismo, tampoco los llamamientos firmes, por primera vez unánimes, de la Naciones Unidas a restaurar el derecho violado en el Golfo han impedido que la última palabra fuera, una vez más, para las armas.
Además sabemos que es necesario crear nuevos vínculos políticos tanto para los países donadores como para los beneficiarios justamente con objeto de evitar que también fondos tan cuantiosos acaben por producir los errores y los fracasos de la actual política de ayudas para el desarrollo. En realidad, somos testigos impotentes del uso que los países ricos hacen de las "ayudas",en el interés exclusivo de sus exportaciones, a menudo de armas, para el control de los precios de las materias primas y para el apoyo a regímenes totalitarios »aliados ; en los países pobres los dones y los créditos vienen utilizados exclusiva o principalmente en favor de clases politicas y militares sobornadas que, justamente gracias a las ayudas internacionales logran imponer, con la violación de los derechos humanos más elementales, regímenes caracterizados por hambre y miedo.
Pero como radicales sabemos también que existen dos caminos políticos obligados por explorar y recorrer de manera firme para extirpar la resegnación al exterminio causada por el hambre y al desorden mondial y construir una alternativa creíble a la opción militar: por una parte, transferir paulatinamente a nuevas instituciones de derecho internacional las prerrogativas nacionales en materia de seguridad y desarrollo y, por otra parte, repaldar la afirmacion de la democracia como más eficaz antídoto a la guerra.
Por lo tanto, aun a través de decisiones limitadas pero reales, es preciso hacer hincapié en el hecho que las prerrogativas de la defensa colectiva deberán transferirse a las Naciones Unidas y todos los países democráticos deberán asignarles, así como previsto por la Carta, también contingentes militares propios.
Aun por medio de decisiones limitadas pero simbólicas, es necesario llegar a tener conciencia que la información tiene la misma fuerza de persuasión que las armas o, tal vez, todavía más
poderosa; en otras palabras, gracias a ésta, el mundo puede evitar el horror no sólo a las guerras de agresión sino también a las "guerras justas".
Es necesario hacer lo posible para que los Estados nacionales dejen manejar posibles »peace dividend , transferiendo a una institución de derecho sobrenacional la competencia en materia de »global commons , bien que se trate de combatir contra el »efecto invernadero bien que se trate de ganar la lucha contra el exterminio causado por el hambre. Una hipótesis que merece ser profundizada y desarrollada es la de canalizar los »peace dividend y los actuales fondos nacionales para el desarrollo en un »Fondo para la Seguridad Global (FSG), administrado por el Consejo para la Seguridad de las Naciones Unidas, al cual podrán también participar, con plenos derechos, las grandes instituciones sobrenacionales existentes o futuras, a condición de que se funden en los principios democráticos y hayan sido legitimadas por el sufragio popular.
Además, por lo que se refiere a la concesión de las ayudas, los países beneficiarios deberán cumplir con garantías específicas: respeto a los derechos humanos; reducción concordada de los gastos militares; renuncia a poseer armas para la destrucción de las masas (no sólo químicas, bacteriológicas y nucleares, sino también »convencionales ); compromiso a dar la prioridad a toda
intervención que permita el crecimiento sensible y controlable del »índice de desarrollo humano fijado por las Naciones Unidas
(esperanza de vida, porcentaje de alfabetización, producto nacional per capita).