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Il Partito Nuovo - 1 agosto 1991
Nietitos de Ribentrop

SUMARIO: La no violencia política es cultura de fuerza y no de debilidad y resignación, de neutralidad como la representada por el »pacifismo . Es necesario contraponer a la debilidad e impotencia del »gobierno mundial , capaz sólo de producir »desorden mundial , un »gobierno sombra transnacional, para posibilitar la existencia de un verdadero »gobierno mundial de los grandes problemas de nuestra época, que actúe cumpliendo con las reglas de la democracia y colaborando con las instituciones de derecho internacional existentes y por crearse. Cabe aprovechar la oportunidad única e irrepetible que el Partido Radical, transnacional y transpartídico, le brinda a todo electos de llegar a ser actor de una nueva apasionante temporada de verdadera responsabilidad política, para la creación de un nuevo orden de democracia y tolerancia gracias a la fuerza de la no violencia política. Es preciso actuar en seguida.

(El Partido Nuevo, n.3, Agosto 1991)

Las armas de la no violencia

La no violencia política no significa pasivividad respecto al agresor, al violento, equidistancia entre éste y el agredido. Es búsqueda de los medios más eficaces para derrotarlo, sin estar obligados a pagar los costes de la violación de los principios de tolerancia y democracia.

Ofensivas de información, derecho-deber de ingerencia para tutelar los derechos sancionados por los acuerdos internacionales o por las constituciones individualmente consideradas, desestabilización de los regímenes totalitarios son los caminos recorridos y por recorrer por parte de los radicales con las nuevas armas de la no violencia, con las acciones de fuerza no militares capaces de representar una alternativa eficaz y no voluble respecto a la fuerza militar.

Mientras que los »pacifistas protestaban en las plazas de las capitales occidentales contra el peligro del exterminio causado por las armas nucleares - ignorando el exterminio constante provocado por la guerra alimentaria o las armas convencionales de millones de personas en el lejano sur del mundo - los radicales, gracias a decenas de acciones no violentas en los países totalitarios (Moscú, Ankara, Praga, Sofia, etc.), encarcelamientos y juicios, subrayaban la necesidad de transformar paulatina y unilateralmente las armas »convencionales en armas mucho más »peligrosas , adecuadas no sólo para desestabilizar y derrotar los regímenes autoritarios sino también para transformar los gastos militares en gastos para el desarrollo y la seguridad de todos los países, incluyendo los hambrientos del sur del mundo.

En efecto, inmediatamente después de la invasión iraquí de Kuwait, los no violentos radicales no participaron en las peregrinaciones humillantes al dictador de Bagdad, sino que intentaron una movilización internacional para llevar a cabo una ofensiva basada en la información, haciendo uso de las tecnologías más modernas de comunicación, respecto a todas las víctimas de Sadam Husein, sobre todo el pueblo iraquí y árabe. Y aún antes de la invasión, por años, utilizando decenas de medios parlamentarios, hemos denunciado la responsabilidad criminal de los países occidentales que le suministraban las armas al ejercito iraquí, el silencio de todo el mundo, especialmente de los »pacifistas respecto a la violación de los derechos de iraquíes y curdos. Y no olvidemos que el exterminio de éstos últimos ha sido posible justamente gracias a las armas químicas suministradas por muchos Estados europeos.

Sin embargo, si estamos obligados a elegir entre cobardía y violencia (véase la opción obligada del 17 de enero de 1991 al vencer el ultimátum de la OTAN a Irak) el partidario de la no violencia sólo puede decidir, así como muchos radicales han decidido, apoyar a quien utilizaba la violencia, para respaldar el derecho contra quien la utilizaba para violarlo aún más.

La no violencia es derecho

Es preciso por lo tanto organizar la cultura de la no violencia, que es cultura de fuerza, intervención y no debilidad y resignación. Esto es necesario para poder oponerse a las dos culturas (la de la impotencia de la violencia y la de la debilidad de la neutralidad respectivamente) que cotidianamente producen por un lado el despilfarro de cuantiosos recursos en el aparato militar-industrial y por el otro lado la indiferencia hacia cualquier derecho, hacia la vida de millones de personas agobiadas por diferentes totalitarismos, con tal que se defienda la propia precaria tranquilidad y bienestar actual.

El objetivo de la no violencia política es substituir la violencia con el derecho, el derecho positivo de leyes que se apliquen eficazmente a todos prescindiendo de fronteras y naciones. El objetivo primario por lo tanto no es la paz a toda costa, sobre todo a costa del derecho, sino sobre todo el derecho, tanto en términos de procedimientos como de contenidos.

Es el camino obligado, delineado por los grandes federalistas e internacionalistas, de la transferencia de las prerrogativas de la defensa militar del estado nacional a una institución sobrenacional, capaz de substituir paulatinamente las armas convencionales militares con aquéllas mucho más eficaces de la presión económica y política, del respaldo a toda costa de la democracia, de la afirmación del »derecho a la vida y de la vida del derecho como antídoto a la guerra y al desorden constituido.

Cumbre de Londres: la nueva Mónaco

Los objetivos que caracterizan la cultura de la no violencia, del derecho, de la democracia, todavía son ajenos a la clase política internacional, tanto de gobierno como de oposición.

El fantasma de Mónaco, es decir la debilidad estructural de la cultura y de las instituciones democráticas en el mundo occidental, sigue estando presente junto con el afianzamento sin pausa del cinismo de la realpolitik.

Hasta frente al improbable golpe en la URSS, por muchas horas, mientras que en Moscú y Leningrado se organizaba la resistencia contra los usurpadores, los principales responsables de las democracias occidentales se preparaban y manifestaban su disponibilidad, como siempre, a colaborar con los nuevos dictadores del Kremlín en nombre «claro! de la »estabilidad internacional. Una vez más, debido al falso respeto a la »soberanía nacional , las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad se han callado frente al golpe negando los mismos principios de ingerencia democrática que habían afirmado durante los meses anteriores, desilusionando así al mundo entero que había confiado en su posible papel de manejo de las crisis internacionales, tanto nacionales como entre Estados. Y los Parlamentos elegidos democráticamente, es decir los nacionales y el Parlamento europeo, paulatinamente privados de prerrogativas y poderes por parte de centros externos a los mismos gobiernos nacionales, ni siquiera han sido capaces de reun

irse para contestar al llamamiento del Parlamento ruso.

Cabe subrayar que sólo un »Partido de parlamentarios, transpartídico y transnacional, habría podido desempeñar un papel precioso, actuando inmediatamente.

Menos de un mes antes, en la cumbre de Londres de los siete mayores países industrializados, se había exaltado el nuevo »orden mundial logrado, brindando las recetas para solucionar todos los problemas de la tierra: de la Unión Soviética a Yugoslavia, del medioambiente a la droga, del Oriente Medio al hambre en el tercer mundo, del desarme a los derechos humanos. Sin embargo, todas estas proclamaciones sólo disfrazaban el »desorden mundial de siempre, la misma resignación flexible y cobarde a lo existente, es decir a la prepotencia respecto a los más débiles, a la debilidad respecto a los más fuertes, a la violencia, a la irrefrenable violación de los derechos humanos y, en otras palabras, a la preparación de otras derrotas para la humanidad. A pesar de los grandes de la tierra, el Parlamento de Moscú ha tenido que defender la democracia de por sí. También en Croacia, Ceilán, India, Tibet la gente sigue siendo matada por la guerra y en el tercer mundo por el hambre; los »dividend de la paz siguen estando

no disponibles para una política reformista liberal-democrática radical de la economía del mundo ni para las enormes masas de pobres de la tierra. Se sigue ilusionando a la opinión pública afirmando que es posible llevar a cabo negociaciones sobre paz y justicia con los dictadores de China, del mundo árabe, del Extremo Oriente y, todavía, de gran parte de Africa.

Organización del gobierno sombra de la democracia

Para que sea realmente posible manejar las grandes citas, los grandes enfrentamientos, los desafíos importantes de nuestra época, sería necesario organizar un »gobierno sombra a nivel internacional. Sin embargo, si no se empieza a organizar un embrión de sujeto político, racional, eficiente, de partido de reformadores democráticos, radicales y no violentos - antibelicistas y antipacifistas - será inevitable seguir enfrentándose con una eterna petición de principio y una realidad de signos y consecuencias opuestos. Los partidarios de las reglas de la democracia clásica, anglosajona, saben que un gobierno nacional puede mejor actuar, en pro del interés común, si existe una leal y a la vez firme oposición de un gobierno sombra que, en el ejercicio de sus responsabilidades, proponga su candidatura para substituirlo. Hoy en día, el »gobierno mundial de los siete grandes de la tierra, que mañana podrían llegar a ser ocho, actúa sin respetar reglas, razones y garantías de la democracia. No responde a los Parlamen

tos nacionales, cada vez más despojados de toda prerrogativa, ni al solo Parlamento sobrenacional, el europeo, que se está transformando en la caricatura de sí mismo debido a la obstinación a negarle los poderes que proceden de su elección por sufragio universal: responde sólo a sí mismo y a nadie más.

Cabe superar este déficit democrático. Al efecto, es necesario que los electos que quieran ser actores activos del Estado de derecho y de la no violencia política se organicen. Es preciso pensar en seguida en un »partido parlamentario , y de los parlamentarios, ampliamente transnacional, adecuado para garantizar algunas funciones de »gobierno sombra , frente o al lado del »no gobierno mundial de la ONU y de los grandes problemas de nuestra época, que actúe cumpliendo con las reglas de la democracia, junto con las instituciones de derecho internacional existentes o por crearse.

Aunque pueda parecer modesta ésta es la oportunidad que el Partido Radical, transnacional y transpartídico, le brinda a quienquiera, invitándole asimismo, en caso de rechazo, a presentar una propuesta alternativa igualmente adecuada y motivada.

 
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