SUMARIO: Nuevos totalitarismos y militarismos se anuncian y agregan a los existentes, de los »ecológicos a los »nacionales , del »energético al relacionado con la »guerra contra la droga prohibida. Todas las fuerzas políticas están resignadas a pagar este tributo de sangre, de no democracia, de intolerancia, en nombre de la emergencia, del estado de necesidad y, por supuesto, de »lo ineluctable de la guerra y de la violencia. A esto se opone la firme confianza del Partido Radical en la capacidad de la razón, de la tolerancia, de la democracia, del derecho - en una palabra, de la no violencia política - de afrontar y solucionar los grandes problemas de la historia sin renunciar al principio del respeto a la vida y a los derechos de la persona.
(El Partido Nuevo, n.3, Agosto 1991)
El símbolo de Gandhi: la promesa radical para el siglo XXI
Grandes citas, grandes enfrentamientos, grandes desafíos y desgraciadamente grandes tragedias se anuncian para la próxima década en los distintos sectores: el efecto invernadero y la devastación medioambiental, que, según los científicos, podrían a breve y medio plazo tener sobre la tierra las mismas repercusiones que una guerra nuclear; el hambre de mil quinientos milliones de seres humanos que cuentan con menos de lo fisiológicamente necesario para sobrevivir; la posibilidad de superar en tiempos aceptables los resultados desastrosos del socialismo real; las migraciones bíblicas de los países más pobres a los más ricos; la invasión de enteras ciudades y, en algunos casos, Estados por parte de la criminalidad internacional relacionada con el tráfico de las drogas prohibidas; la barbarie de los integralismos y totalitarismos religiosos y nacionales; la crisis del derecho no sólo a nivel internacional, e intolerables disparidades e injusticias sociales en la misma sociedad opulenta...
Todos lo saben, todos discuten de ello, la ciencia y la política conocen soluciones razonables pero los poderes quedan inactivos y a los parlamentos e instituciones sobrenacionales se les quitan cada vez más sus tareas o funciones.
Si estos problemas precipitan ya no habrá tiempo para prevenir sus resultados desastrosos. Pues estaremos »obligados a hacer uso otra vez de las armas más obvias, costosas, asesinas, menos eficaces, es decir aquéllas violentas, militares, totalitarias?
Ya estamos resignados a lo inevitable para luego poder imponerle a la opinión pública la opción obligada entre »la muerte en la libertad o la sobrevivencia en la no libertad ?
Nuevos totalitarismos, militarismos y fanatismos se anuncian además de los ya existentes: del »ecológico al »nacional , del »energético al relacionado con la »guerra contra la droga. El propio »gobierno mundial de los »G7 , de los paladines de la democracia occidental, que se ha atribuido funciones y poderes que ninguna ley o tratado le ha otorgado, actúa descuidando por completo los principios clásicos de la democracia y en los hechos aparece tan caprichoso como irresponsable.
Entretanto tanto en Zagreb como en Moscú, tanto en Vilnius como en Baku, se arman nuevos ejércitos, con la bendición interesada de Occidente que se ilusiona de esta manera con poder defender mejor la democracia contra el comunismo; nuevos »telones de acero se levantan para impedir el éxodo de millones de personas obligadas a dejar su país para buscar pan y libertad; la »limitación del desarrollo , esperada por muchos para la protección del medioambiente, ya se ha convertido en realidad, pero sólo en desmedro de Africa y América Latina, obligadas a un subdesarrollo sin esperanzas; en nombre de la salvaguardia de los ciudadanos contra la droga se impone la violación de los más elementales principios de garantía de la vida privada y se condenan enteras generaciones al SIDA; ya no existen reglas ciertas, o reglas respetables.
Las fuerzas políticas tradicionales están resignadas a pagar este tributo de sangre, de no democracia, de intolerancia en nombre de la emergencia, del estado de necesidad y, por supuesto, de lo »ineluctable de la guerra y de la violencia. El desastre actual se debe a ellas.
La efigie de Gandhi que hemos querido evocar en el símbolo del nuevo Partido Radical, por el contrario, quiere representar nuestra opción obstinada por la razón, la tolerancia, la democracia, el derecho-deber de afrontar y solucionar los mayores problemas de la historia cumpliendo con los principios de respeto a la vida y a los derechos inalienables del individuo.
La historia »italiana del Partido Radical nos alienta en la esperanza de empezar y ganar la batalla más difícil con las armas de la no violencia, de la democracia, del internacionalismo federalista.
La no violencia política para afianzar la democracia
Hoy debemos fijarnos el objetivo más ambicioso, es decir la creación del partido transnacional, capaz de afrontar el desafío del siglo XXI, de representar la promesa de no violencia para todos aquéllos que no quieran renunciar a la lucha encaminada a afianzar y revitalizar las razones esenciales de la democracia.
La »puesta en juego de la apuesta radical, del partido transnacional, es en efecto la de alcanzar una completa democracia política, es la de transformar en civilización de nuestra época la cultura de la no violencia política, es la de no resignarse a aceptar ni la violencia contra el individuo y su ambiente natural ni la contradicción entre medios y objetivos como si fuesen tributos históricos obligados a pagarse en nombre de la civilización, de la seguridad, del progreso.
En realidad la no violencia política representa la forma más avanzada e íntegra de la tolerancia laica, en la cual debería fundarse la civilización de una sociedad y un Estado democráticos. Esto puede llegar a ser posible sólo si la no violencia se traduce en las leyes y en las conductas de las clases dirigentes y de los partidarios de la democracia.
La no violencia radical (con el uso, a menudo dramático, de los instrumentos de la desobediencia civil - hasta las consecuencias de la cárcel - del arma extrema del ayuno) ha sido siempre obediencia a una ley superior, premisa de una obediencia a una ley justa. Nunca se hace uso de las armas de la no violencia para imponer nuestras ideas o proteger nuestros intereses. Sólo lo hemos hecho para empujar al adversario al respeto de la que él mismo proclama como ley propia. Cuando hemos llegado a usar la huelga de la sed no le hemos pedido al Parlamento italiano que votara nuestra ley sobre el divorcio, sobre la limitación de la prisión preventiva, sobre el aborto, sobre la objeción de conciencia, , sino que votara sobre esas leyes cumpliendo con sus reglamentos y la Constitución. Asimismo, cuando por cinco años, junto con la mayoría de los premios Nobel, hemos llevado a cabo la batalla contra el exterminio por hambre, hemos luchado para que los Gobiernos cumplieran con los compromisos asumidos a
nivel internacional, sobre todo con las mociones aprobadas por la Asamblea de las Naciones Unidas, para que un porcentaje establecido del producto nacional se utilizara para evitar la muerte de los pueblos agonizantes del sur del mundo. - El nuevo nombre de la paz y de la seguridad es desarrollo, salvación de millones de personas condenadas por el »orden mundial a la muerte por hambre - gritábamos y deberíamos volver a gritar con más fuerza en las marchas, los sit-in, las manifestaciones y en las sesiones parlamentarias. Claro, no hemos ganado. Sin embargo, millones de mujeres y hombres no han muerto y viven gracias a esta acción. Actuando así nos hemos enfrentado con dos ideologías e intereses distintos pero coincidentes: por un lado, las cumbres de los movimientos de liberación del Tercer Mundo, según los cuales el rescate de los pueblos de la miseria y la explotación sólo podía lograrse mediante el enfrentamiento armado y la organización militar de la rebelión; por el otro lado, Occiden
te que, para garantizar la »estabilidad internacional y defender los »derechos de »libre explotación del tercer mundo, estima necesario que se garantice el máximo »orden interior posible en los países del sur, aún si éste es impuesto por regímenes crueles y fascistas. Ambos tienen en común el desprecio de la democracia, que los países desarrollados consideran como un »lujo y no como la condición necesaria e indispensable para un verdadero y posible orden.
No violencia, no »pacifismo
Para ganar este enfrentamiento es preciso interrumpir la continuidad histórica con aquellas políticas, tanto de la cultura liberal como de la socialista, que de hecho siempre han negado que a la democracia y justicia social sólo se puede llegar con los instrumentos de la democracia y del derecho; que, en cambio, respaldan el principio de la lucha contra el enemigo de la patria o de su clase; que hacen coincidir liberación de los pueblos con guerra de liberación; que asocian indisolublemente la afirmación de la justicia con la decapitación de lo injusto; que estiman insuperable la contradicción entre los motivos ideales por los cuales se lucha - los de hermandad, igualdad, libertad y tolerancia - y la dura necesidad de negarlos en el enfrentamiento político, en la guerra justa. Sin embargo, también tenemos que contrastar aquellos movimientos, injustamente definidos »pacifistas , que en nombre de la »paz proponen otra forma de resignación, aún más violenta que la primera: la aceptación pasiva de la injustici
a, del totalitarismo, de la violación de los derechos humanos del individuo y, de hecho, la neutralidad entre agresores y agredidos, países totalitarios y países democráticos.
Queremos resumir una vez más en pocas palabras una razón que - de por sí - justifica la opción por la no violencia política, por la democracia como certeza de las reglas o la regla del diálogo? Digamos entonces que los medios califican y prefiguran los objetivos mucho más de lo que los fines justifican los medios.
Si quieres la paz, prepara la paz. Si quieres la libertad, usa la libertad. Si quieres justicia, respeta la ley. Y no olvides que no existe un valor absoluto en el mundo, ni en el mundo de la política.