SUMARIO: Contra el nuevo Leviatán de la violencia y de la intolerancia es preciso afirmar una dimensión política sobrenacional que sea capaz de superar el divorcio que el mundo hoy advierte entre ciencia y poder, entre conocimiento y decisión política. El Partido Radical quiere organizar la acción de quienes creen que sea ineludible tratar en seguida a nivel transnacional los problemas relacionados con la salvaguardia del ecosistema, el derecho a la vida y la vida del derecho. Para hacer esto, cabe actuar, organizarse.
(El Partido Nuevo, n.4, Septiembre 1991)
En nuestra Europa, resurgen de las cenizas los demonios del siglo que parecían derrotados y vuelven a amenazar el mundo, precisamente cuando nos parecía que éste estuviera por conocer una inmensa primavera de libertad, de democracia y de paz. Como en los años treinta, París y Londres hacen una reverencia frente al Leviatán de la violencia y de la intolerancia creen acaso que éste se harte antes de agredirlas directamente con »otras víctimas?
Berlín está trastornada y vive con incertidumbre el modo en el cual deberá gobernar la recuperación de sus propias fuerzas. En una Italia arruinada y al borde de la bancarrota fraudulenta, un Ministro de Asuntos Exteriores puede impunemente profetizar que su País llegará a ser, dentro de un máximo de veinte años, la primera potencia europea y la cuarta del mundo, tras los Estados Unidos de América, Japón y (tal vez) la nueva Unión ex-soviética. El poder en las manos de los dementes, si se tratara verdaderamente de poder. Unos se precipitan a Pekín, capital de un inmenso imperio del mal, que confirma la administración totalitaria y aniquiladora de más de mil millones de personas, de las cuales el mundo prácticamente no sabe nada y no quiere saber nada. Pero cuando sea inevitable saber, sabremos lo que ya sabemos: poblaciones enteras y millones de mujeres y hombres que siguen siendo exterminados desde hace medio siglo. El Tíbet es un pequeño testimonio de esta trágica realidad.
Otros en cambio estaban listos, y lo han demostrado, al reconocer de inmediato un »nuevo orden golpista y autoritario en Moscú, limitándose a pedir que Gorbachov no fuera ajusticiado. Y han protegido el golpe yugoslavo llevado a cabo por una Armada, seguramente golpista y convergente con la locura racista y neo-bolchevique de Milosevic, poniendo en el mismo plano a agredidos y agresores, amenazando las mismas sanciones tanto a los unos como a los otros, dejando las poblaciones albanesas de Kosovo como juguetes de una ocupación y una opresión de carácter nazi, imponiendo »treguas que sirvieron para ocupar una buena parte de Croacia, indiferentes al carácter democrático de las opciones croatas y eslovenas, a su petición de adhesión a la Comunidad Europea (con la garantía que respetaran la libertad para todos, minorías incluídas), a la proclamada disponibilidad a participar en una Confederación parecida a la que Gorbachov y Yeltsin imaginan para la Unión Soviética.
Cuando Shevardnadze continua a advertir que el verdadero »golpe soviético debe todavía ocurrir y cuando vemos que las fuerzas de la restauración prevalecen en Rumania y en otros lugares, es lícito dudar que lo que ocurre en Yugoslavia sea una prueba general de lo que están dispuestos a sostener en Moscú y en otros lugares.
En otras palabras, vuelve a triunfar la política que ha gobernado el mundo por más de medio siglo. La política de la Francia del Frente Popular de León Blum que permitió que el ejército golpista del general Franco se levantara y derribara la República legal y democrática española, mientras que la Alemania nazi, la Italia fascista y la Unión Soviética estalinista intervinieron oficialmente. En esa misma Francia, el Parlamento democráticamente elegido, votó los plenos poderes al Mariscal Petain, después de la degradante derrota-relámpago frente a las armadas de Hitler.
La política de Munich que permitió a Hitler y Mussolini ser considerados guardianes de la paz cuando la región renana y los Sudetos habían sido ocupados y el Anschluss con Austria ya se había realizado.
Sucesivamente esta política fue mantenida hacia Stalin y el imperio comunista: ninguna intervención cuando Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria y Hungría fueron anexionadas a Moscú; ninguna intervención cuando Budapest fue arrasada por los carros de combate de Jrushov y la primavera de Praga fue silenciada de la misma manera; ninguna intervención cuando las »liberaciones de casi todo el Tercer Mundo, y especialmente en el Extremo Oriente, culminaron en dictaduras ferocísimas, con los ilimitados »cementerios bajo la luna de la Camboya de Pol Pot, transformada en otro Dachau o Auschwitz.
Por qué asombrarse pues si, frente a este trato del derecho a la vida en el mundo, el tumor antidemocrático se desarrolle también en el interior del gran imperio democrático, de la »democracia real ? Así París y Londres parecen condenar a muerte la Comunidad Europea en el momento en que su democratización ya no puede ser eludida y una Constitución federal ya no puede ser negada.
Metástasis de este tumor, el prohibicionismo contra las drogas del Sur del mundo que multiplicó de tres a doce, en unos años, los Países productores de coca; extendió los cultivos y el comercio aún estatal de los derivados del opio; proporcionó un enorme ejército de decenas de millones de pequeños traficantes a las grandes organizaciones criminales en el mundo, criminalizando a cientos de millones de consumidores drogadictos; contaminó la economía y las finanzas del planeta entero; dio lugar a instrumentos y tentaciones de leyes represivas iliberales y antijurídicas en el centro de los países industrializados, opulentos o de »nueva democracia .
Si Dinamarca, de por sí, no hubiese roto la condición de súbditos de los doce países de la Comunidad Europea respecto de esta política, reconociendo las Repúblicas Bálticas, provocando la misma casi inmediata decisión de parte de los países de la Comunidad y, luego de Moscú, lo que hoy está ocurriendo en la ex-Yugoslavia quizás hubiera ocurrido en la Unión Soviética, permitiendo al ejército, al PCUS de tener éxito en lo que por ahora lamentablemente ha fracasado.
Pudiéramos todavía mover nuestra atención desde la Europa Occidental, central y del norte de la ex-Unión Soviética, al sistema en crisis representado por Azerbaidzhán y Armenia ( cuándo se llegará finalmente a ayudar estas dos Repúblicas a conseguir una situación de diálogo y de convivencia civil?), por el mundo curdo y el musulmán medioriental...
Pudiéramos continuar extendiendo o contradeciendo estas realidades del mundo de hoy y de nuestro presente que se parecen mucho a una pintura de Goya: evocando por una parte la fuerza del mito »democrático que hoy sustituye la maldición del mito soviético y comunista en partes importantes del mundo, en particular en Europa; y por otra parte, la amenaza de las catástrofes ecológicas de la biosfera, de las aguas, de grandes fajas de la tierra y de aquellas sociales de las inmensas megalópolis, que rápidamente se están extendiendo al Tercer y al Cuarto mundo y que juntos podrán representar un empuje para gestiones »de emergencia militarizadas y dictatoriales del sistema mundial. Refiriéndonos también a los Estados Unidos de América a los cuales debemos reconocerle legítimamente la capacidad de transformar sus crisis, sus errores y sus crímenes en una crisis de crecimiento democrático para sí y para el mundo. O viceversa.
Pudiéramos poner nuestra atención en la »Conferencia de Paz de Madrid. Haciendo la salvedad que ni siquiera en esta oportunidad compartimos el entusiasmo general manifestado, hacemos hincapié en otros motivos de preocupación y de esperanzas.
Nos hemos limitado a evocar lo que sólo puede ser un fantasma por exorcizar. Pero «ay de nosotros! no estamos seguros para nada de poder lograrlo.
M.P.