Todos en las trincheras de Osijek como en los tiempos del primer conflicto mundialLorenzo Strik Lievers
SUMARIO: "El senador radical Lorenzo Strik Lievers, que con un "comando no violento" se ha llegado hasta la primera línea del frente entre serbios y croatas, narra su experiencia".
(IL GIORNALE, domingo 5 de enero de 19912)
Acabo de volver a Milán tras haber transcurrido siete días en el frente en Croacia con otros amigos del Partido Radical: Marco Pannella, Roberto Cicciomessere, Sandro Tessari, Olivier Dupuis, Sandro Ottoni, Renato Fiorelli y Josip Pinesic. El último saludo del ejército ex federal lo recibimos la noche antes de marcharnos, entre el 2 y el 3 de enero, con un bombardeo continuo de morteros y cañones en el centro de Osijek. Una lluvia de bombas cayó en la plaza del pueblo, en donde se hallaba el Hotel Central en el que nos hospedábamos. Dos bombas - una de napalm - cayeron sobre la casa que se hallaba junto a nuestro hotel, destruyéndola completamente. (Según las autoridades croatas, es probable que pretendiesen bombardear el hotel en el que nos hallábamos).
Pero, precisamente por eso nos encontrábamos en Osijek que, tras Dubrovnik y Vukovar, se ha convertido un poco en el símbolo concreto de la tragedia que se cierne sobre Croacia, a la vuelta de la esquina de Italia. Contra una agresión patente, en calidad de no violentos, - el no violento no es neutral entre el agresor y el agredido sino que se alinea a favor del agredido - intentábamos participar en la defensa de la ciudad compartiendo, sin armas, la situación y los peligros de sus habitantes y de sus defensores. Con la idea, en todo caso, de prefigurar nuevas "brigadas internacionales" de la no violencia; con la intención de servir de llamamiento al diálogo con los militares serbios obligados a asesinar y a ser asesinados.
Punto de partida: Trieste, 27 de diciembre. En Zagreb, encuentros entrañables con el presidente Tomac - inscrito al Partido radical, y otros ministros y parlamentarios croatas, entre los que se hallaba Gregoric, presidente del Consejo, y Stipe Mesic, ex presidente de Yugoslavia - así como otras autoridades. El jefe del estado mayor del ejército croata nos ilustra la difícil situación militar de sus improvisadas fuerzas contra adversarios que poseen en realidad todo el dispositivo del ejército yugoslavo. Nos describe el trabajo que se está llevando a cabo para tener bajo control, integrando en la disciplina de las fuerzas regulares, a bandas que habían surgido en la primera fase de la guerra.
Llegamos a Osijek, la línea más avanzada del frente, el 30 de diciembre. La atmósfera es espectral: escombros por todas partes, fachadas echas polvo, por las calles pocos peatones con semblante circunspecto - la gente sabe que de un momento a otro le puede caer encima una granada -, los portales de las casas protegidos con sacos de arena y piedras. Y sin embargo, en la plaza central, con la catedral bombardeada de fondo, se vislumbran dos árboles de navidad, uno "normal" con las lucecitas que se encienden y se apagan y otro adornado con restos bélicos. De las ramas cuelgan cascotes de granadas y cartuchos de balas, armas rotas y cascos. Un árbol naturalmente con las ramas vacías, simbolizando el paso de la guerra que todo lo quema y todo lo destruye, incluso los símbolos básicos de la naturaleza.
Bajo la plaza, un gran refugio, con tiendas, el centro de prensa, oficinas. Este es el lugar de encuentro de la población, en donde muchos pasan días enteros. Luego, tal y como comprobamos más adelante, muchos acaban por llevar una vida inevitablemente "normal" por la calle y en casa. Pero saben que de un momento a otro les puede tocar. De esta manera, día tras día, en Osijek se vive y se muere. Tal vez este esfuerzo de peligrosa anormalidad - soportada con un valor que no deja de sorprender - es la manera en con la que la gente corriente manifiesta su propia voluntad de resistir y de hacer prevalecer sus propias razones y su derecho.
No estamos aquí de visita. Inmediatamente nos "integramos" en las estructuras de defensa. Sin armas, naturalmente. Pero, para testimoniar mejor el sentido de la presencia de esta "banda de restos de cárcel por objeción de conciencia y antimilitarismo", tal y como nos define Pannella y en efecto somos, dos de nosotros se han puesto el uniforme croata: Pannella y Dupuis (cononce meses de cárcel en Bélgica a sus espaldas por negarse a ponerse el uniforme). La noche de fin de año - desde las once hasta las tres - la pasamos en las trincheras del frente, junto a los combatientes croatas. Las trincheras se hallan a pocos kilómetros, a veces a pocos cientos de metros, del centro de Osijek: la ciudad misma es línea de combate, circundada por tres lados por los federales y los chetniks (los más empecinados en disparar). Continuamente expuesta a los disparos, la ciudad está casi despoblada: de los 120 mil habitantes quedan poco más de 30 mil. A menudo el fuego de los chetniks cosecha víctimas: en este largo asedio, s
e han producido hasta el momento presente 650 muertos y 3.500 heridos, más de la mitad civiles.
Pero, por otra parte, los mismos soldados que se hallan en las trincheras son en gran parte ciudadanos de Osijek que ahora lucen el uniforme. Los demás, los que se han quedado en sus casas lo hacen con el espíritu de quien tiene la intención de mantenerse hasta el final al pie del cañón.
La impresión, en el frente, es extraña y angustiante: parece haber vuelto atrás en el tiempo, más de sesenta años, a la primera guerra mundial, con las trincheras excavadas en el barro en las que los soldados se atormentan esperando a ver dónde caerá la próxima granada. Pero, en realidad, en el centro de Osijek se vive de la misma manera. Una chorrera continua, una incertidumbre continua. Toda la noche de fin de año está marcada por "fuegos artificiales" que los serbios van lanzando con balas acompañados del fuego auténtico, el de artillería. El oficial que nos acompaña, ante mis comentarios sobre el fuego, que a mí, inexperto, me parece la preparación a una ofensiva, me contesta: "No, no, esta noche, calma chicha".
Le pregunto a un soldado: " Vais a poder resistir?". Y pienso en los trescientos y pico tanques serbios que, por lo que cuentan, están preparados en los alrededores de Osijek. Nosotros aún no hemos visto ni una sola arma pesada en las filas croatas. Me contesta: "Nosotros estamos unidos y contamos con la determinación de defender nuestras casas". Confiemos en que salga todo bien.
La última noche reunimos en la ciudad a un grupo de ciudadanos de Osijek inscritos y simpatizantes del Partido radical. Nace la iniciativa de lanzar un llamamiento firmado por ellos y por nosotros, y con respecto al que están recogiendo más firmas en la ciudad, para pedirles a los europeos que vengan aquí a ver con sus propios ojos. Y en la noche, también nosotros vemos: hacia eso de las dos, empiezan los cañonazos ininterrumpidamente.
Todos alerta, intentamos comprender si el fuego se acerca a nuestro hotel-refugio. Hasta que empiezan a temblar los cristales, y por último la plaza al completo es atacada. El bombardeo se prolonga, con intensidad variable, durante toda la noche y la mañana siguiente.
Mientras tanto - siguiendo los planes trazados - nos vamos de Osijek, las bombas siguen cayendo sobre la ciudad; sobre la ciudad, sobre los que se quedan, sobre los que seguirán sufriendo ese calvario, esperando que el mundo, antes de que sea demasiado tarde, frente esta insensata tragedia.