Intervención de Marco Pannella en el Parlamento europeoSUMARIO: Compleja polémica con los "realistas" presentes en el PE, a los que les pide que reaccionen y desechen las propuestas presentadas: a veces es menester ser "moderados" incluso "siendo oportunistas". Desea que el Presidente Delors pueda ser el sucesor, en Francia, de Mitterrand, pero mientras tanto le pide que esté en sintonía de vez en cuando con el Parlamento en vez de estarlo siempre con el Consejo. Siempre y cuando no signifique "disolución", declara estar de acuerdo sobre la ampliación de Europa a otros países, pues necesitan una autoridad europea. La "ampliación de las competencias europeas ha sido inadecuada; por lo general, confiar al mercado político intergubernamental o a la utopía económica las decisiones necesarias para Europa es erróneo. Lo que el PE tendría que hacer es rechazar el tratado de Maastricht.
((DISCUSIONES DEL PARLAMENTO EUROPEO, 16 de enero de 1992)
Pannella (NI). Señor Presidente, Señor Presidente del Consejo, Señor Presidente de la Comisión, si este Parlamento fuese un Parlamento coherente consiguo mismo e intentase contar con sus propios electores y con su propia opinión pública una relación correcta, tanto el Presidente de la Comisión como el Consejo, a través de sus presidencias sucesivas, hubiesen llevado a cabo una política distinta y distinta sería en los días y meses a venir. A propósito del nuevo paquete Delors, esta cuestión reviste importancia. Maastricht lo ha vuelto a demostrar, algo provocadora y ultrajante, de todas las resoluciones de la mayoría de este Parlamento, desde el voto sobre Spinelli hasta el voto sobre el tan juicioso Martin. De hecho, aquí no están ni Martin ni Herman, ninguno de los que abogan por la mayoría realista del Parlamento. Se han ido todos a sus casas a la espera de que la burocracia de sus grupos, con la prueba en mano de que no sienten aprecio ninguno por sus tesis ni demuestran la más mínima coherencia, le vue
lva a encargar alguna que otra ponencia.
Por lo poquísimo que nos concierne, declaro, al contrario que el amigo Colaianni, quién habla de crítica pero no de rechazo, creo que ha llegado el momento de reaccionar. Y no por extremismo sino por moderación oportunista. Es menester ser algo moderados incluso oportunistas, colegas míos. Cuando todos vuestros textos se han convertido en papel higiénico, los vuestros socialistas, los vuestros democristianos, vosotros los realistas de Parlamento, pues yo os digo: sed un poquillo moderados. Ahora sobran vuestras críticas y lo que falta es vuestro rechazo, vuestra oposición. De lo contrario, vuestros textos, aunque nosotros ganásemos poderes inmensos como Parlamento no lo utilizaríais nunca como un Parlamento sino como una cámara de consulta y de los partidos que ocupan nuestros estados y que ocupan a su vez la construcción europea.
Llegados a este punto, debo decir que, entre las pocas cosas que cabe esperar es que el Presidente Delors, que está a punto de finalizar su cargo en Bruselas, sea el Presidente que suceda a Mitterrand en París. Pinto tan poco, Presidente Delors, que este mi deseo no puede ni tan siquiera dañarle. Y expreso esta esperanza porque sé que usted, en algunos momentos, conserva en su fuero ese mínimo diría yo de capacidad o de voluntad o de gusto algo profético que caracteriza a ciertos católicos y a ciertos socialistas y que se les niegan a los católico-socialistas de gobierno y de poder, en este periodo, en todas partes. Sé que usted, alguna que otra vez, se compromete en concebir lo nuevo posible, en vez de andar consumiendo de forma realista lo posible que ya existe. Y precisamente por ello, siento ganas de decirle: puesto que Consejo y Parlamento son el uno y el otro autoridad de balance, por primera vez, invierta la ruta y cree un eje con nosotros sobre el paquete Delors, sobre sus recursos propios, sobre la
verdadera reforma de la agricultura. De esta manera sus capacidades de ser ejecutivo, en vez de ser un instrumento ambiguo de gestión, se exaltarían y, en el seno de Consejo, serían premiadas políticas que de lo contrario son al unísono con usted y con nosotros, si tenemos en cuenta las posturas de los Parlamentos nacionales. El error es muy grave, señor Presidente: usted, por realismo político ha seguido buscando un eje con el Consejo en detrimento del Parlamento. Claro, yo le comprendo: estaba justificado que usted despreciase el Parlamento, porque sabía que de haber creado u n eje con nosotros, en un momento dado se hubiese encontrado usted solo en primera línea con los Herman y los demás que se hubiesen escabullido sin lugar a dudas. Por lo que a mi se refiere, con el partido radical, haré lo imposible, es decir lo poco que me es posible, para que en las elecciones generales italianas y en otras el No a Maastricht sea un argumento electoral concreto de decoro parlamentario y político.
Con respecto a la ampliación, nos encontramos hoy bastante de acuerdo. Pero porque hace cuatro años, un federalista como yo, señor Presidente, decía: atención, la ampliación no quiere decir disolución? Por qué? Porque los grandes Estados poderosos de la Europa actual no están interesados en el poder político europeo sino sencillamente lo que les interesa es que el poder político democrático no les moleste en sus políticas nacional-conservadoras. Mientras que quienes están interesados en la Europa del derecho y la Europa política son aquellos países pobres, humildes en el seno de Europa: los del Este, quiénes no nos piden limosna, sino que nos piden un momento político de ecuanimidad y de justicia posibles, por lo que una autoridad política europea fuerte sea capaz de no dejarlo todo en manos de la Bundesbank, en el mejor de los casos, o a los grupos multinacionales que atraviesan por el contrario, en la agricultura, en el sector agro-alimentario, en el militar e industrial, las políticas nacionales. Pensem
os en la política de Mitterrand en el sector militar. Por lo menos el viejo Hernu, el buen Hernu, de lo militar sabía un rato largo y algún que otro freno iba y lo ponía. Pero cuando François Mitterrand pasa a administrar lo existente y el sumergible atómico, como se trata de realidades que no pertenecen a su historia, nos da menos garantías de cuantas nos daría hasta un Chirac o un Giscard.
A nivel político, se ha producido la ampliación de las competencias comunitarias. Punto y basta. es una proposición, no es una frase entera. Ustedes han recibido, por lo tanto, en el sector de la crisis de Europa, muy sencillamente, la confirmación de lo que ya existía y nosotros seremos, gracias a Maastricht, cada vez más una Europa ante Gaddafi, una Europa ante el tercer mundo, con su actitud ciega y suicida, una Europa con respecto a la unidad alemana, una Europa ante la caída del imperio soviético, una Europa cobardica, ciega, turbia, estilo años treinta, ante una Antigua Yugoslavia. Yo le pediré, señor Delors, que dé cuentas en público del último informe que le ha sido enviado por el observador de nuestra Comunidad, asesinado deliberadamente, al respecto daré pruebas del ejército golpista que había madurado de lo más acreditadamente ciertas convicciones.
Lo que ni tan siquiera Ud., señor presidente Delors, no toma suficientemente en consideración, es que también en la política la mala política acaba echando a la buena como la mala moneda acaba echando a la buena. Confía al mercado político intergubernamental las decisiones sobre lo que debe ser Europa y usted proyecta las cosas diciendo: cuando seamos veinticinco o treinta tendremos que elegir a uno de nosotros. Pero se eligirá al peor, al más impotente, al menos significativo, para sacar adelante la no política de los años treinta. Nosotros lo que por el contrario necesitamos es regresar a una construcción rigurosa mínima, pero en la dirección justa de poderes que no son poderes que se entremezclan. Su tentación, tal y como ha manifestado en repetidas ocasiones, de hacer economía de la política, de hacer economía de la institución para intentar dar pasos hacia adelante con un apolítica económica importante, una vez más acabará chocando con el hecho de que la economía de la política es una falacia, una utopí
a economicista, condenada a lo largo de todo este siglo.
Señor Presidente, para finalizar, quisiera hacer hincapié en que la ayuda que el Parlamento puede brindarse a sí mismo y a la construcción europea consiste en rechazar Maastricht. Y las fuerzas políticas, lejos de dar por descontado el resultado de Maastrich, tendría que tener el valor de reaccionar con decisión.