SUMARIO: El testimonio del senador radical Lorenzo Strik Lievers »contra una agresión evidente, como no violentos, teníamos intención de participar en la defensa de la ciudad, compartiendo, sin armas, la situación y los peligros de sus habitantes y sus defensores .
(EL PARTIDO NUEVO - Nº 5 - FEBRERO DE 1992)
Domingo, 5 de enero de 1992
He regresado a Milán de Osijek, después de haber pasado siete días en el frente en Croacia con otros amigos del Partido Radical: Marco Pannella, Roberto Cicciomessere, Lucio Bertè, Sandro Tessari, Olivier Dupuis, Sandro Ottoni, Renato Fiorelli y Josip Pinezic. La noche anterior a la salida, entre el 2 y el 3 de enero, el ejército ex-federal nos saludó por última vez con un bombardeo continuado de cañones y morteros sobre el centro de Osijek. Una lluvia de bombas ha caido sobre la plaza del ayuntamiento, donde está ubicado nuestro hotel, el Hotel Central.
Es probable, según las autoridades croatas, que hubiera una precisa intención de atacar el hotel que nos alojaba. Sin embargo, justamente por esto nos encontrábamos en Osijek, que, después de Dubrovnik (Ragusa) y Vukovar, ha llegado a ser un poco el símbolo concreto de la tragedia que se consume en Croacia, a las puertas de nuestra casa. Contra una evidente agresión, como no violentos - el no violento no es neutral entre agresor y agredido sino se despliega - teníamos intención de participar en la defensa de la ciudad, compartiendo, sin armas, la situación y los peligros de sus habitantes y sus defensores. Pensando, más bien, en la prefiguración de nuevas »brigadas internacionales de la no violencia y en el espíritu de un llamamiento y un diálogo con los militares serbios obligados a asesinar y ser asesinados.
Salida, el 27 de diciembre, de Trieste. En Zagreb, encuentros calurosos con el Vice Presidente del Gobierno, Tomac - inscrito en el Partido Radical, igual que diversos otros Ministros y parlamentarios croatas, entre los cuales Greguric, Presidente del Gobierno y Stjepan Mesic, último Presidente de la ex-Yugoslavia - y con otras autoridades. El jefe de estado mayor del ejército croata nos ilustra la difícil situación militar de sus improvisadas fuerzas contra adversarios que en práctica cuentan con todo el dispositivo del ejército ex-yugoslavo.
Llegamos a Osijek el 30 de diciembre. La atmósfera es espectral: por doquier escombros y fachadas desfiguradas, las calles con pocos transeúntes circunspectos, con los portones de las casas protegidos por sacos de arena y piedras. En la plaza central, en el fondo, se levantan dos árboles de Navidad: uno »normal , con las bombillas que se encienden y uno adornado con hallazgos bélicos. De este árbol con las ramas despojadas cuelgan astillas y cápsulas de proyectiles, armas rotas, cascos, casi como símbolos del pasar de la guerra que quema todo y destruye también los símbolos de la naturaleza. Bajo la plaza, un gran refugio, con tiendas, el centro de prensa y oficinas. Aquí se encuentra la población: muchos pasan los días y acaban por vivir algunas horas de vida inevitablemente »normal por la calle y en las casas, sabiendo que de un momento a otro puede llegar la muerte. Es así que, día tras día, en Osijek la gente vive y muere. Este esfuerzo de peligrosa anormalidad - soportada con un valor que sobresale rep
etidamente - es a lo mejor la manera en que la gente común manifiesta su voluntad de resistir y hacer valer sus razones y su derecho.
No estamos aquí para una visita. En seguida nos »integramos en las estructuras de defensa. Sin armas, naturalmente. Sin embargo, para mejor atestiguar el sentido de la presencia de esta »banda de rezagados antisistema por su condición de objetores de conciencia y antimilitaristas - como nos define Pannella y en realidad somos - dos de nosotros llevan uniformes croatas: el mismo Pannella y Dupuis (que ha sufrido once meses de prisión en Bélgica por haberse rehusado al uso del uniforme).
La Nochevieja - desde las once hasta las tres - la pasamos en las trincheras en primera línea, junto con los combatientes croatas. Las trincheras se encuentran a algunos kilómetros, a veces a unos centenares de metros, del centro de Osijek: la misma ciudad se halla en la línea de los combates, circundada en tres lados por los federales y los étnicos.
Continuamente bajo tiro, la ciudad está semidespoblada: de los 120.000 habitantes han quedado sólo poco más de 30.000. Y a menudo el fuego de los étnicos causa víctimas: en este largo sitio, hubo hasta ahora 650 muertos y 3.500 heridos, más de la mitad de los cuales son civiles. Por otra parte, los mismos soldados que presidian las trincheras son en gran parte ciudadanos de Osijek uniformados. Y los demás, que se han quedado en las casas, se quedan con el espíritu de un presidio que tiene intención de mantener la posición hasta el último momento.
La impresión, en primera línea, es rara y congojosa: parece haber regresado atrás en el tiempo más de setenta años, a la primera guerra mundial, con las trincheras excavadas en el cieno donde los soldados se atormentan a la espera de comprender donde caerá la próxima granada. Igualmente, hasta en el centro de Osijek se vive de la misma manera. Es un goteo continuo, una continua incertidumbre. Toda la Nochevieja está marcada con »fuegos artificiales que los serbios hacen con proyectiles luminosos, acompañados por el verdadero fuego, el de la artillería.
La última noche nos reunimos en la ciudad con un grupo de ciudadanos de Osijek, inscritos y simpatizantes del Partido Radical. Nace la iniciativa de un llamamiento, firmado por ellos y por nosotros, y sobre el cual se están recogiendo otras adhesiones en la ciudad, para solicitar a los europeos venir aquí y cerciorarse de la situación. Y, durante la noche, también vemos: alrededor de las dos, los cañones que empiezan a disparar sin pausa. Estamos alerta, tratando de comprender si el fuego se acerca a nuestro hotel-refugio. Hasta el momento en que los »golpes empiezan a hacer tremblar los vidrios y por fin la plaza es centro del fuego. El bombardeo dura, con intensidad varia, toda la noche y toda la mañana siguiente.
Mientras - según nuestros planes - salimos, la bombas siguen cayendo sobre la ciudad, sobre quien se queda a sufrir todavía aquel calvario, esperando que el mundo, antes de que sea demasiado tarde, pare esta insensata tragedia.