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Rivas Manuel - 25 luglio 1993
EL SABIO ICONOCLASTA
Manuel Rivas

SUMARIO: Entrevista a uno de los más controvertidos psiquiatras. Análisis sobre la prohibición de las drogas: "... no es asunto de un Gobierno legalizar las drogas. Es como hablar de legalizar la hierba, los árboles, las rosas o una herramienta potencialmente peligrosa como una motosierra. Las drogas, por sí mismas, son algo neutro. Es el individuo el que debe saber que son sustancias potencialmente provechosas o potencialmente dañinas."

En el artículo se hallan asimismo reflexiones sobre la felicidad. Y sobre la psiquiatría.

(Manuel Rivas, "EL PAIS" domingo, 25 de julio de 1993)

Hay un proverbio húngaro que advierte: "Di la verdad y te aplastarán la cabeza". A los 73 años, Thomas Szasz continúa desafiándolo. Desde que, en 1961, conmocionó el mundo de la psiquiatría con la publicación de "El mito de la enfermedad mental", este sabio inclasificable e iconoclasta, nacido en Budapest y residente en Estados Unidos desde la juventud, no ha dejado de apostar su cabeza. Su última apuesta contra la corriente general trata del derecho a las drogas, enmarcado en su crítica del poder paternalista. "Las drogas", declara, "son como las brujas, son un chivo expiatorio".

A su paso por La Coruña, donde dirigió la pasada semana el seminario "Una mirada crítica a la psiquiatría", dentro de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Szasz denunció la creciente "infantilización" de la sociedad por esa especie de ogro paternalista que él denomina el Estado terapéutico, empeñado en proteger a los ciudadanos de sí mismos, y abogó como primera condición para una alternativa psiquiátrica realmente humana por una radical separación "entre Iglesia y Estado, es decir entre psiquiatría y poder",

Sería incorrecto decir al modo tópico que Thomas Szasz no rehuye los asuntos tabúes o las cuestiones más modernas de la sociedad contemporánea. Al contrario, las busca. Son su especialidad. Este psiquiatra y catedrático emérito de la State University de Nueva York hace suyo el lema de Samuel Butler: "Nunca escribo sobre tema alguno, salvo cuando creo equivocada la opinión de quienes gozan de fe pública".

Cada libro de Szasz ha provocado una convulsión. De entre los traducidos al español, los más recientes son "El segundo pecado (Editorial Alcor, 1992), con prólogo de Fernando Savater, y "Nuestro derecho a las drogas" (Editorial Anagrama, 1993), del que es traductor Antonio Escohotado. Esta última obra la escribió "porque el debate contemporáneo sobre las drogas, el abuso de las drogas es un monumento a nuestra ignorancia colectiva y a nuestro deseo de olvidar".

"Semanticidio"

Al igual que hay suicidio, homicidio o genocidio, Szasz considera que deberíamos hablar también de semanticidio, del asesinato del lenguaje que ampara las nuevas prohibiciones y supersticiones por parte del Estado terapéutico y sus profesionales: psiquiatras, sacerdotes y políticos. "Por ejemplo, es absurdo hablar de legalizar las drogas. El Gobierno puede prohibir, penalizar su consumo, o dejar que los individuos tomen sus propias decisiones en un libre mercado. Pero no es asunto de un Gobierno legalizar las drogas. Es como hablar de legalizar la hierba, los árboles, las rosas o una herramienta potencialmente peligrosa como una motosierra. Las drogas, por sí mismas, son algo neutro. Es el individuo el que debe saber que son sustancias potencialmente provechosas o potencialmente dañinas. Pero el Estado ha asumido el papel de proteger a la gente de sí misma en lugar de protegerla de otra gente".

Tras el fin de la guerra fría, la gran guerra de nuestros días, con alcance planetario, es la guerra contra las drogas. En opinión de Szasz, la situación, lejos de solucionarse, se ha agravado porque el enfoque dominante es erróneo, y el lenguaje, engañoso. "Hemos tratado de resolver nuestro problema con las drogas prohibiendo las drogas problema".

Y cuál es, entonces, nuestro problema?

Se equivocaría de principio a fin quien confundiera la personalidad de Szasz con la de un nuevo gurú o un inconsciente demagogo. Bien al contrario. El eje de su discurso es la responsabilidad, la autodeterminación individual. El problema, la infantilización de la sociedad. "No hay cultura de la libertad sin cultura de la responsabilidad. Desde ese punto de vista, es absurdo encarcelar a una persona por estar en posesión de droga, pero tampoco tiene sentido que el haber consumido droga se considere un atenuante en delitos que afectan a otras personas".

Pero por qué ningún Gobierno del mundo ha ensayado la no prohibición? "Las drogas son como las brujas. Sería como pedir a un Gobierno cristiano, o judío, o religioso que legalizara a las brujas. Son chivos expiatorios. Son una especie de símbolo supersticioso, un enemigo necesario para unir al grupo, a la sociedad. Es en la única cosa en la que están completamente de acuerdo Jesse Jackson y Ronald Reagan".

En la mesa donde charlamos, alguien le pregunta qué es la felicidad. Se queda pensativo, con esa mirada serena y un punto divertida que delata al ingenioso creador de aforismos: "El aburrimiento es la sensación de que todo es una pérdida de tiempo; la serenidad, de que nada lo es". Finalmente responde: "No lo sé". Szasz explica que no deberíamos dejarnos devorar por las definiciones totalitarias. "El mito dice que, si te deshaces del chivo expiatorio, todo irá fenomenal, pero el mundo no es así... El hombre cree que Dios hizo al mundo para ser feliz y se comporta como si esa posibilidad existiese y que la culpa es de las interferencias, de los que son distintos... Los controladores explotan el miedo, le dicen a la gente: nosotros cuidaremos de ti. Como Hitler. Como Stalin. Por eso los mesiánicos arrastran multitudes, y la razón, sólo individuos.

Simplezas aquí y allá

Pocos han dicho y escrito cosas más duras contra la psiquiatría institucional y los psiquiatras que las que ha dicho y escrito Szasz, para quien es inadmisible que el diagnóstico de enfermedad mental pueda provocar la reclusión forzosa o el tratamiento involuntario de una persona. Pero también ha criticado las simplezas y generalidades de la llamada antipsiquiatría, resistiéndose a ser cabeza de cartel de este movimiento.

"Hay muchos psiquiatras que dicen la verdad, como hay muchos sacerdotes y periódicos que también dicen la verdad. Hay gente que se casa y es feliz, y otra que no lo es. Y hay gente que ve la infelicidad de los casados a su alrededor y todavía quiere casarse".

Este último ejemplo le hace entornar una sonrisa. Quizá esté recordando otro de sus geniales aforismos: "Los psiquiatras inventan teorías complicadas para explicar por qué las personas se casan y divorcian. Pero el significado de estos actos es bastante claro de por sí. Lo que requiere una explicación es por qué los individuos permanecen casados".

 
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