Emma BoninoSUMARIO: Intervención de la diputada y presidenta del Partido Radical Transnacional, Emma Bonino, en la Conferencia del Parlamento Latino-Americano sobre las drogas de Buenos Aires. En dicha conferencia, en la que se llevó a cabo un escorzo prohibicionista y antiprohibicionista, Emma Bonino declaró que todos los participantes tenían un objetivo común: "combatir el narcotráfico" de la manera más eficaz posible. Asimismo, declara no estar a favor de la drogadicción en absoluto. El segundo problema estriba en gobernar el fenómeno independientemente del juicio moral de cada cual y de lo que cada persona considere droga o no droga. "Prohibir es una locura económica". Lo único que logra el prohibicionismo es que aumente el costo de la droga, lo cual fomenta la delincuencia. El actual régimen prohibicionista "nos cuesta muy caro a todos, tanto a los países consumidores como a los países productores".
(Conferencia del Parlamento Latino-Americano sobre las drogas, Buenos Aires, Emma Bonino, 4 de agosto de 1993)
Quisiera empezar esta intervención enunciando dos asuntos - dos premisas - y formulando una pregunta.
La primera premisa es que soslayando las posturas exclusivamente instrumentales o demagógicas, creo que aquí todos tenemos, los prohibicionistas o yo, que soy antiprohibicionista, un objetivo común:Todos queremos que disminuya el consumo de droga, queremos combatir el narcotráfico, la criminalidad que se alimenta con el tráfico de estupefacientes.
Nos diferencian los métodos que ustedes y yo pensamos más eficientes para lograr los mismos objetivos.
Como vosotros, o la mayoría de vosotros, como he oído en estos dos días, yo también estoy en contra del narcotráfico y de la narcocriminalidad y no estoy a favor de la drogadicción.
En lo que más diferimos es en los métodos- que yo pienso más eficaces- para luchar exactamente contra el narcotráfico y contra la narcocriminalidad.
La segunda premisa es que el problema para la mayoría de nosotros que somos políticos o parlamentarios es gobernar el fenómeno independientemente del juicio moral que cada uno le dé al hecho de drogarse con tabaco o con alcohol, heroína o cocaína. No somos partidarios que la politica se ocupe de hacer juicios morales pero si sostenemos que es obligacion irrenunciable , sobre todo, legislar sobre fenómenos sociales que pueden hacer la convivencia de los ciudadanos soportable. Cada uno tiene derecho a tener su propia religion, su propio juicio moral pero no es esta la que tiene que gobernar nuestras acciones, nuestra decisión política y la facultad de dictar las leyes.
En calidad de legisladora mi deber, como el vuestro, consiste en concebir leyes que no se limiten a prohibir cuando no son eficaces. Que no se limiten a prohibir pero que sean aplicables y eficaces. Por ejemplo, prohibir el aborto, como en muchísimos países todavía sucede, no impide que éste se practique sino que fomenta el aborto clandestino obligando a las mujeres a practicarlo en condiciones sumamente peligrosas.
Prohibir el divorcio no ha resuelto nada y a partir de estos dos asuntos mi pregunta es la siguiente: antes de pensar cómo combatir la narcocriminalidad o el narcotráfico me hago una pregunta: Por qué existe la narcocriminalidad y no existe la alcocriminalidad, no existe la tabacocriminalidad? Pero existe la narcocriminalidad y existe la abortocriminalidad. Y eso existe, en mi opinión, no porque existe la hoja de coca sino porque existe la prohibición de la hoja de coca.
Sentencia un juez francés, George (Apad), que la droga no está prohibida. Aun no queriendo aceptar dicha afirmación aparentemente paradójica, no cabe la menor duda de que el drama que distintos países están viviendo en estos momentos no lo determina la droga en sí misma - particularmente en América latina -, los dramas que están viviendo no lo determina la droga en sí misma sino su prohibición. Prohibir la droga es peligroso, en mi opinión, para la salud pública, para el orden público.
Prohibir la droga es simplemente una locura económica, significa ratificar con la ley que una sustancia que costaría 10 al consumidor, le cuesta mil o 10 mil y cuanto más aumenta el intento de represión más aumenta el precio de la sustancia y las ganancias de los que comercian con ella.
Después de 20 años de prohibición ya ningún Estado en el mundo pudo prohibir el comercio de dicha sustancia, ningún Estado ha logrado confiscar más del 10 por ciento de la droga que circula. El prohibicionismo lo único que consigue es que aumente el costo de la droga, lo cual acarrea un aumento del número de delitos graves que los toxicodependientes se vean obligados a llevar a cabo para procurársela y un aumento a la persona inducida por los drogadictos mismos a consumir droga, es decir, el proselitismo activo.
En mi opinión, si un marciano nos pudiese observar por el ojo de una cerradura se creería que nuestros gobernantes están locos de remate porque son personas afectadas de masoquismo agudo.
Sobre este tema hay dos perspectivas posibles. La perspectiva de los países consumidores y la perspectiva de los países productores. Simplemente voy a decir pocas cosas.
Para los países consumidores, en mi opinión, la única solución es zanjar la relación criminal entre el drogadicto y el traficante de droga para encauzar la tóxicodependencia hacia el ámbito de una problemática sanitaria y social. Lo que es. Es una problemática sanitaria y social, como los borrachos, como los dependientes de anfetaminas pero ésta es la dimensión que tendremos y que se puede afrontar, la dimensión social y sanitaria. La prohibiciónle da a las drogas una dimensión criminal, internacional de narcotráfico y de narcocriminalidad y para solucion del problema no existe mejor propuesta que la legalizacion.-
Yo creo que tenemos que permitir que quien quiera consumir droga que se la pueda procurar de manera controlada y que los que trafican en droga paguen impuestos y que el Estado sea el que ayude a controlar la calidad de la droga que circula. Sólo entonces cre que se podrá intentar desincentivar la droga, reducir los efectos sanitarios secundarios - el sida y la hepatitis viral -, y sólo entonces el Estado podrá llevar a cabo una campaña informativa contra la droga con la esperanza de que ésta sea eficaz porque el drogadicto no necesitará convertirse en un criminal o traficante y el mercado clandestino perderá toda razón de ser.
Existe la narcocriminalidad porque existe un montón de dinero fácil sin impuestos, sin nada de nada. Si cortamos el dinero nadie va a hacer negocios o narconaranjas o narcocebollas. No es preciso repetir que existen - ciertamente estoy hablando de los países del Norte, de los países consumidores - dificultades de carácter político pero también psicológico para llevar a cabo una modificación de 180 grados en una postura adoptada por todos los gobiernos al unísono.
Me parece sumamente convincentes las palabras de John Oliver, que es un senador del West Bronx desde hace 25 años, quien dijo recientemente en el Senado que no es fácil, tras haber gastado miles de millones de dólares y tras haber hablado en tono autoritario durante años, admitir que el camino emprendido de la prohibición es erróneo. No es fácil admitir el fracaso, reconocer que el rey está desnudo y coger la realidad desnuda y mirarla a la cara.
Pero esta justificación por sí sola no es suficiente porque todos nos estamos exponiendo a una derrota segura y a seguir derrochando miles de millones de dólares intentando reprimir una cosa que evidentemente no se pudo reprimir en los últimos 20 años.
Hemos vivido 20 años de prohibicionismo y no 20 años de legalización y los resultados son los que ustedes han denunciado en estos dos días.
La otra cuestión, antes de que llegue a discutir los gastos de la prohibición por los países del Sur y por los países productores es la siguiente: el prohibicionismo de la droga nos ha convertido a todos en consumidores, no consumidores de droga, somos todos consumidores de los efectos de la prohibición de ladroga en el sentido que somos todos consumidores de delincuencia común, de corrupción política, de dinero reciclado, de terrorismo mafioso, de leyes policiales, de enfermedades incurables, consumidores y víctimas de la narcocracia al mismo tiempo. El poder de las organizaciones criminales que por primera vez en la historia de la humanidad están a punto de convertirse, si no se han convertido ya, en Estado. La economía internacional desde la que se encuentra en los prestigiosos despachos de varias financieras de Zurich, hasta la que pasa por las carnicerías de los mercados de Verona y Marbella con el riesgo de verse contaminado por el imparable y acelerado tráfico de los narcodólares pero también de
narcofrancos, de narcopesetas, de narcoliras o de narcoyenes.
Me parece que la regla del juego capitalista ha entrado en crisis. Al perturbador intervencionismo del Estado socialdemócrata le ha sustituido la devastadora instrusión de los capitales fáciles y no controlados sobre los que nadie paga interés, capitales protegidos por las metralletas, capitales que corrompen y metralletas que disparan.
Las industrias multinacionales de la droga prohibida, todos ustedes conocen la dimensión de esta economía no solo en América latina sino también Asia en la demócrata Europa o en la demócrata Estados Unidos.
Me parece una cosa increíble que teniendo esta resolución 20 años todavía se proponga más prohibición y más guerra. Guerra contra quién? Parece que un rayo de locura política paraliza la voluntad y la inteligencia de quienes preferían desarmar con su poder de un día para el otro no a éste o aquel señor de la droga, no a éste o aquel cajero de éste o aquel cartel sino a todos los narcotraficantes y a todo el narcotráfico, sin armas ni derramamiento de sangre sino con la única arma eficaz y segura que es la legalización de la droga, una ley de control y una severa reglamentación del comercio y del consumo que transformaría lo que hoy es oro en polvo, en simple polvo blanco sin poder comercial, sin poder de vida y de muerte sobre los individuos y sobre la legalidad de los Estados.
Me parece que la postura antiprohibicionista está abierta a todos aquellos que intentan llevar adelante una campaña para acabar con el azote del prohibicionismo devolviendo al problema de la droga su dimensión real y controlable como problema sanitario y social. Esto se puede controlar, lo que no se puede controlar es la narcocriminalidad y el narcotráfico.
Sólo ayudando un poco quiero añadir dos cosas. A estos argumentos normalmente los partidarios del prohibicionismo suelen contestar aseverando que la legalización se traduciría en un aumento del consumo de droga pero en caso de que así fuese se trata de ver si dicho aumento sería suficientemente reducido como para compensar, considerando las evidentes ventajas, que lo que se refiere a la reducción de la criminalidad a pequeña y gran escala y a la reducción de los daños directos que afectan a la población toxicómana.
Por ejemplo, puede ser verdad que el consumo de alcohol aumentó en Estados Unidos cuando se puso punto final al régimen prohibicionista, sin embargo, a nadie se le pasa por la imaginación volver a introducir dicho régimen y todos prefieren apuntar a una estrategia de reducción del daño social e individual que se basa en limitar la venta y la publicidad, en aumentar los impuestos fiscales, en promover campañas de información, etcétera, etcétera.
A nadie le pasa por la cabeza volver a un régimen de prohibición sobre el alcohol y no me detendrè en este aspecto del problema salvo para subrayar una vez más la hipótesis de lo que sucedería si las drogas se legalizaran.Tanto para los pesimistas como para los optimistas sus posturas sólo se pueden verificar lógicamente legalizando las drogas.
Hay una cosa que los prohibicionistas - digamos, fundamentalistas - dejan caer en el olvido: si la legalización va a traer efectos catastróficos - cosa que tenemos aún que verificar - esto de todas maneras es reversible en cualquier momento.
Sigo sin comprender qué estamos esperando para probar y experimentar razonablemente. Sigo preguntándome por qué no lo intentamos? Si no funciona - como ya demostró no funcionar el prohibicionismo -, entonces regresamos. Por qué esta postura ideológica, que en mi opinión tiene otras razones?
Lo que sí está claro es que el actual régimen prohibicionista nos cuesta muy caro a todos, tanto a los países consumidores como a los países productores. En mi opinión, el prohibicionismo le cuesta mucho más caro todavía a los países del hemisferio sur, es decir, a los países productores o de tráfico, pero no tanto en lo económico sino por los inmensos problemas sociales que genera.
Si se aboliese el prohibicionismo, se quitarían de las manos a los criminales y terroristas una gran cantidad de ingresos que en muchos países de este contienente, al igual que en mi país - Italia - se emplean para atentar contra la seguridad y los derechos democráticos de los ciudadanos.
Los beneficios que actualmente se hallan en manos de los narcotraficantes, mediante la aplicación de impuestos podrían contribuir a la riqueza colectiva y a la mejora de las condiciones materiales de vida. Además, en un régimen global de legalización, la coca en particular podría hallar aplicaciones terapéuticas o nutritivas, como todos ustedes saben.
El volumen global de las entradas difícilmente se reduciría, ya que la materia prima contribuye en menos de un 10 por ciento respecto del precio final de consumo de las sustancias de estupefacientes. Incluso podría incrementarse, especialmente si las actividades de refinación se trasladasen progresivamente hacia los mismísimos países productores.
A diferencia de lo que sucede en los países del Norte, es difícil pensar que la legalización aumente el consumo, lo que el prohibicionismo no ha logrado reducir nunca, y que tiene raíces culturales muy distintas. En mi opinión, pocas costumbres como ésta unen Norte y Sur, y esta vez el triunfo de uno no se basa en la pérdida del otro, sino que con el prohibicionismo tanto el Norte como el Sur tienen todas las de perder, y con su abolición tienen todas las de ganar. Me parece que realmente vale la pena intentar el cambio.
Por todos estos motivos que van a ver en el documento que se ha distribuido, el partido radical - que es un partido trasnacional con miembros de todos los países del mundo - va a empezar una campaña de denuncia de la Convención de Viena, particularmente la de 1988. Comprendo bien que ésta no puede ser la postura de un solo país, pero alguien tiene que empezar esta campaña, alguien tiene que decir "basta con esta locura del prohibicionismo". Quienes quieran seguir con el prohibicionismo tendrán que demostrame, después, de estos veinte años, qué resultados han obtenido. No soy yo la que tiene que demostrar que la legalización funciona, porque nunca se probó, nunca se intentó. Son los prohibicionistas los que tiene que demostrar si después de veinte años han obtenido algún resultado en alguna parte. Alguien puede decir que en algún lado han aumentado los drogadictos pero disminuyó la narcocriminalidad, pero no es así; aumentó todo, la cantidad de drogadictos, el narcotráfico, la narcocriminalidad, todo. Y
siguen - no sé cómo - pidiéndonos que continuemos por el camino de la prohibición.
La campaña para la legalización de la droga y la abolición del régimen prohibicionista es, por definición, una batalla trasnacional, y para librarla en forma adecuada y vencer, hace falta un instrumento político trasnacional adecuado, que logre movilizar la opinión pública y a sus representantes electos - los parlamentarios - a través de sus fronteras, tanto geográficas como ideológicas; estas últimas son a veces las más fuertes en todo el mundo.
Ese instrumento al que me refiero es el partido radical, que es el único partido político en el mundo que ha anulado sus propias raíces nacionales y trasnacional. Puesto que estoy convencida de que es algo único y al mismo tiempo necesario, les pido, sin vergüenza, para ser más eficaz, que todos los que piensen que vale la pena intentar decir basta a la prohibición, se inscriban en este partido. De esta forma vamos, al menos, a poder comenzar un debate con la opinión pública, con aquellos que sostienen la prohibición.
Luego de los millones de dólares invertidos en policía, cuál fue el resultado? Disminuyó la cantidad de drogadictos? No. Disminuyó el sida? No. Entonces? Legalicemos.