Creo que el artículo escrito por el ex secretario de Estado de los Usa, George Shultz, merecía caer como una bomba en el debate internacional sobre la droga. Shultz, de hecho, es un hombre de orden, no un "radical". Nos explica como sus intentos de combatir la droga con intervenciones represoras han fracasado. Llega a la conclusión obligada: hay que separar el mercado criminal del drogadicto. Cómo? con la legalización de la droga.Pero, a pesar de la publicación de este artículo en el "Wall Street Journal" y en "La Stampa", no ha pasado nada. Ningún político, ningún periódico ha vuelto a lanzar el debate. Nada. Información drogada?
He aquí el artículo:
Shultz: La droga no se reprime.
(George Shultz, ex secretario de Estado de los EE.UU., se dedica de nuevo a la docencia en la Standford Business School en donde, en los pasados días, dio una conferencia sobre la lucha contra la droga durante las presidencias de Nixon y Reagan, y sobre las perspectivas del plan Bush. Publicamos una síntesis, extraída del "Wall Street Journal") publicada por "La Stampa" del jueves 2 de noviembre de 1989).
Hace un par de años, el esfuerzo de prohibir la droga en las Bahamas me llamó la atención de forma especial. A lo largo del año hemos confiscado aproximadamente cinco mil millones de dólares de cocaína. Ignoro cuánta haya pasado. Nadie posee cálculos creíbles. En cualquier caso, el producto nacional bruto de las Bahamas oscila presumiblemente entre uno y dos mil millones de dólares. Así pues, se pueden hacer una idea de la influencia que nuestro mercado de la droga ejerce en dicho lugar y en otros.
Me complace el énfasis con el que se afronta actualmente el problema de la droga. Los esfuerzos - establecer contactos con las personas que se drogan e intentar ayudarles; y si no pueden curarse, por lo menos intentar limitar su número; educar para desalentar de forma drástica el consumo de droga por parte de los consumidores ocasionales; paralizar la difusión de esta plaga entre los jóvenes - considero que todos estos esfuerzos son importantísimos.
Pero debo añadir que, a mi juicio, la base conceptual del actual programa anti-droga es débil y por ello no funcionará. Su base conceptual - una aproximación a la justicia criminal - es la misma que elaboré durante la administración Nixon, cuando era director administrativo y secretario del Tesoro con jurisdicción en las aduanas. Por aquel entonces, elaboramos un programa muy vasto y trabajamos enconadamente. De la misma manera, durante la administración Reagan, elaboramos un programa muy vasto y trabajamos enconadamente. Nuestros esfuerzos internacionales fueron los más grandes nunca cumplidos. Tienen ante ustedes a una persona cuyo séquito de automóviles fue atacado en Bolivia por los narcotraficantes: por ello soy un veterano de esta guerra contra la droga.
Lo que tenemos ante nosotros es esencialmente el mismo programa, pero con mayores recursos a disposición para realizarlo. Estos esfuerzos tienden a creer un mercado cuyos precios superan holgadamente sus costes. Con estos incentivos, de hecho, la demanda crea su oferta y una organización criminal a su alrededor. Así pues, no creo que lleguemos a ningún resultado, hasta que no seamos capaces de separar la criminalidad de ésto último. Francamente, creo que el único modo de realizar este programa es permitir a los drogadictos que adquieran la droga en zonas determinadas a precios que se aproximen al coste. Cuando se haga ésto, se eliminarán los incentivos para los criminales, incluido ese, creo que impulsa a los pushers a explotar niños y a drogarlos para crearse su propio mercado. Ya no tendrán ese incentivo, porque ya no tendrán el mercado. Por ello creo que la base conceptual del programa anti-droga se debe plantear de nuevo. Si lo que estoy diciendo les interesa, lean un valiente e informado artículo sobre
este problema del número de septiembre de »Science , escrito por Ethan Nadelman. Necesitamos por lo menos considerar y examinar formas de legalización controlada de la droga. Me resulta difícil afrontar este argumento. A veces, en las fiestas cuando intento abordar estos temas, la gente me evita inmediatamente. No quieren ni tan siquiera hablarme. Se que hablo al viento, si intento hablar de lo que estamos hablando en estos momentos. Pero siento que si nadie empieza a afrontar este tema ahora, la próxima vez, cuando estos programas anti-droga se planteen de nuevo, todos seguirán teniendo miedo de hablar de este problema. Ningún hombre político quiere decir lo que acabo de decir, ni tan siquiera por unos instantes".