Artículo publicado por el periódico español DIARIO 16 el 24 de diciembre de 1989.
Aumenta el sentimiento de impotencia frente al fenómeno de la droga. En España, desde luego, nos sobran razones para ello: sólo en los primeros once meses de 1989, ascendió en un 61% el número de muertes (372) provocadas por el consumo de estupefacientes. En los Estados Unidos, donde circula el 50% de la cocaína mundial, la cosa no va mucho mejor. Para demostrarlo basta un dato: pese a la guerra abierta contra los facinerosos del cártel de Medellín, apenas si ha subido el precio de la nieve tóxica en el mercado.
La batalla semeja, en verdad, desigual, De un lado, está el puro voluntarismo. Del opuesto, un problema cuya complejidad torna inútil toda estrategia unidireccional. La incursión esporádica en las plantaciones no ha servido, por ejemplo, de nada, ya que la economía campesina de los países productores gira, fundamentalmente, en torno a los vegetales de que se extraen las sustancias tóxicas (...).
En lo que toca a la merca acción policial, el asunto se presenta más oscuro si cabe. Según un estudio norteamericano, sería precisa una inversión gigantesca equivalente al presupuesto militar de Estado Unidos- para que la interceptación de los alijos hiciera subir el precio de los estupefacientes en un 50%. (...)
El caso es que las voces partidarias de la legalización van, paso a paso, ganando momento (sic). A fines de verano, The Economist, no exactamente una revista lumpen, al defendía abiertamente. Y la pasada semana sucedía algo más extraordinario todavía: un juez federal norteamericano emitía su opinión favorable por primera vez en la historia.
Se transmitirá esta tendencia al área política y administrativa? Por el momento no. Más tarde, no se sabe... Aunque la evidencia sobre los efectos de la legalización en el consumo es confusa -hay previsiones negativas, pero también datos esperanzadores: en Holanda, por ejemplo, luego de despenalizarse el cannabis en 1976, descendió la adicción-, la opinión pública es reacio aún, en proporciones considerables (...), a levantar la veda. En tales condiciones, es inimaginable que los hombres políticos, no dados precisamente a enormes audacias, no sigan prefiriendo navegar a favor de corriente y probablemente, en contra de los hechos. Hasta que no se agrave todavía más la delincuencia, aumente pavorosamente la población reclusa y la situación se haga virtualmente insostenible no cabe esperar un golpe de timón. Si éste por ventura se da, entraremos en otro capítulo.