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Conferenza droga
Cicciomessere Roberto - 4 marzo 1990
Qué drogas?
Guido Votano tiene razón. Todo puede ser una droga: la televisión, el juego, la política y, por qué no, Agorá. Así pues, hay que encontrar una definición menos genérica. Francis Caballero, en su monumental "Droit de la drogue", nos propone una más científica: la droga es una sustancia capaz de suscitar un efecto en el sistema nervioso central, una dependencia física o psíquica y daños sanitarios y sociales. Pero también con esta definición podemos abarcar desde el alchol hasta los disolventes químicos. Entonces, Francis Caballero de nuevo, propone dos definiciones, las drogas legales y la drogas ilegales, aquellas cuyo consumo (no abuso) es socialmente acpetado y las que, por el contrario, son consideradas por las convenciones internacionales, estupefacientes. Es decir, se considera que el consumo de las segundas (derivados del opio, de la coca, y del cannabis índico, alucinógenos naturales o sintéticos) "degenere necesariamente en abuso y que el único método para proteger la salud pública es someterlas a un

a prohibición general o absoluta".

Pero la pregunta de Guido Votano es mucho más concreta: puede un antiprohibicionista declararse en contra de una fórmula química, en contra de algo que ha existido siempre y existirá, en contra de la búsqueda del placer?. Puede considerar que es verdad que el consumo de las drogas ilegales desemboque siempre y necesariamente en el abuso?.

La respuesta es fácil: el antiprohibicionista no entra en materia de juicios morales, de las opciones presonales de cada cual, sino que afirma simplemente que la ley no debe prohibir el consumo de una sustancia cualquiera sino su abuso, es decir comportamientos que puedan producir daños a terceras personas. La ley no puede prohibir el consumo de una sustancia que produce daño sólo a quién la consume. Si uno quiere inyectarse en las venas dos cc de gasolina, la justicia no lo persigue. Por qué debe estar prohibido suicidarse con otras sustancias?. Harina de otro costal es considerarse libre de ponerse al volante tras haberse zumbado una botella de ginebra o haber esnifado un gramo de coca.

Pero ello no es óbice para que el antiprohibicionista considere que la ley debe desalentar el consumo de drogas - y creo que Guido Votano no lo discute - desde el tabaco hasta la heroína, con respecto al nivel de peligrosidad social y sanitaria, y que el Estado debe informar sobre los peligros que comporta su consumo, o, en algunos casos, el simple consumo de ciertas drogas. En este último caso, no se puede excluir, tras haber evaluado cuidadosmente si la demanda no desencadenaría un mercado clandestino, la prohibición de la producción. De hecho, por qué se considera legítimo prohibir la producción de alimentos adulterados o de medicinas peligrosas y no de aquellas drogas, adulteradas o no, cuyo simple consumo, y no abuso, provoca la muerte o daños irreversibles?. Prohibición, en este caso, naturalmente de la producción y de la comercialización y no del consumo. «Habrá que proteger también a los consumidores de drogas!.

Y para acabar, creo que declararse genéricamente en contra de la droga es, para un antiprohibicionista, una simplificación peligrosamente ambigua, un intento descaradamente instrumental y por lo tanto veleidoso para ganar adeptos entre los "bien pensantes", que corre el riesgo de crear sólo confusión y de endiablar determinadas sustancias y comportamientos. En cambio, declararse a favor de medidas que combatan el narcotráfico, la reducción del consumo de dichas drogas que producen objetivamente daños sanitarios y sociales, empezando por el tabaco, pasando por el alcohol y acabando con la heroína, me parece indispensable. Premisa indispensable para poder concebir una campaña semejante de disuasión es librar al consumidor del mercado clandestino que circunda a las drogas ilegales. La única solución viable es la eliminación de la categoría misma de drogas ilegales.

No tengo nada más que decir con respecto al resto de la intervención de Guido Votano, sobre todo en lo que se refiere a las listas antiprohibicionistas, pero me gustaría mucho saber qué pensará Taradash al respecto cuando se despierte, si se despierta, del letargo telemático en el que parece haberse profundamente sumido.

 
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