Sigue la publicación del libro de J.-F. Couvrat y de N. Pless
CIFRAS LOCAS
La droga mata, pero los miles de millones embriagan. De 200 a 300.000 millones de dólares, se dice lo más a menudo. Pero de qué se está hablando?
Se está hablando de la amplitud supuesta del mercado de narcóticos "al por menor". La suma de todos los billetes arrugados que los drogados tienden a sus revendedores a cambio de unos gramos de polvo, más el autoconsumo de los revendedores estimado al precio de la calle. Se puede comparar así pues este mercado al de los carburantes de automóvil. En cambio, si se habla de intercambios internacionales, se ha de evitar efectuar asimilaciones precipitadas.
La comisión venezolana contra el uso ilícito de la droga no se anda con chiquitas en un informe publicado en abril de 1987. Compara los 300.000 millones de narcodólares con los 80.000 millones de petrodólares generados por el segundo choque petrolero en favor de los países de la OPEP, "la mayor transferencia financiera de la historia económica mundial". «No está muy lejos la idea de un "superchoque" de la coca! Pero de tal modo se olvida la principal característica del tinglado de la droga, única materia prima cuyo precio explota literalmente entre su producción y su consumo.
Un barril de petróleo bruto "cuesta" producirlo en Kuwait, pongamos, que 1 dólar . A su llegada a Rotterdam, el importador paga 10 dólares. Vendido como producto refinado al por menor, sin contar los impuestos, cuesta unos 40 dólares. Si todo el circuito está integrado por el exportador kuwaitiano, éste recuperará 40 $ -menos, por supuesto, los gastos de transporte, de refinado y de distribución.
Para la droga el esquema es el mismo. Salvo que en lugar de pasar de 1 a 40 entre la producción y el mercado al por menor, se pasa de 1 a 2.000 para la heroína y de 1 a 200 para la cocaína. La conquista de estos márgenes, que remeneran el riesgo, es la permanente ambición de las multinacionales del crimen. Cultivo, transformación, transporte, import-export, mayoristas, semimayoristas, revendedores al por menor: en cada etapa se pueden duplicar los beneficios, multiplicándose los riesgos. Cuanto más largo es el circuito, cuanto más numerosas son las fronteras, tanto mayor es el margen, y más rentable resulta la integración, incluso parcial.
UN COMERCIO SUR-NORTE DE 30.000 MILLONES $
El tráfico de narcóticos naturales es un comercio Sur-Norte, como el del café, del cacao y, en parte, como el del petróleo. Se produce la heroína en el Triángulo de Oro y en el Creciente de Oro, la cocaína en los antiplanos andinos, la marihuana en México y el hachis en el Líbano. Se venden en Bronx, en Amsterdam, en Belleville y en Wall Street. Pero son tan grandes los márgenes de distribución en los países de consumo que el valor de las droga a la importación constituye una pequña fracción, por lo demás variable, de su precio al por menor.
Por otro lado, una buena parte de la producción se connsume en los sitios de cultivo o en sus aledaños, a precios que no tienen comparación con los de los países occidentales.
El comercio internacional de narcóticos está lejos de alcanzar, en valor, el del petróleo bruto. Sumando los años buenos y los no tan buenos se importa, para el conjunto de todos los países, "solamente" por un valor 30.000 millones $. Es una suma comparable al tercio de intercambios de petróleo bruto (con un barril a 12 $). Y grosso modo el equivalente de los ingresos de flete marítimo bajo banderas de complacencia. Pero en el caso de la droga, importaciones y exportaciones escapan a las estadísticas.
En cuanto a evaluar el mercado al por menor en todo el mundo, hay que desconfiar de las pasarelas entre tonelajes y volúmenes de ventas.
CUANTOS CONSUMIDORES?
"No todo es cuantificable, y no todo merece la pena ser cuantificado", afirma el Dr. F. R. INGOLD en un informe sobre la toxicomanía en París.
Para hacerse una idea de las dimensiones globales de los mercados de drogas a escala mundial, se debería conocer el número aproximativo de los "consumidores", los drogados regulares. Pero qué es un drogado "regular"? Cuando manejan este concepto, los europeos retienen un consumo semanal, y los norteamericanos un consumo mensual. Deben tenerse en cuenta las estadísticas de toxicómanos sometidos a un tratamiento médico? Las mismas sólo contabilizan una pequña parte de los consumidores, muy variable según los países.
Circulan cifras sumamente fantasiosas. Cuando se habla de 48 millones de drogados en el mundo, este número debe comprender a los fumadores ocasionales de marihuana, unos 30 millones, y carece por tanto de significado.
La Organización Mundial de la Salud ha publicado una cifra "oficial": 4,8 millones de adeptos, incluidos los consumidores de drogas ilícitas de síntesis. Dichas cifras parecen en cambio subestimar la realidad.
Lo que es indudable es que el mercado mundial expresado en toneladas no tiene ninguna relación con el expresado en dólares, pues la parte del Tercer Mundo estaría sumamente subevaluada en el mismo.
En los países de consumo ricos, una parte de la droga es consumida gratuitamente por los propios revendedores, quienes se toman de paso su "diezmo". Este autoconsumo constituye un ingreso en especie.
En los países productores y en ciertos países de tránsito, también se consumen enormes cantidades de estupefacientes: se mastican hojas de coca desde hace siglos en América Latina, se fuma opio tradicionalmente en Asia del Sudeste, se ingiere o se fuma hachis en el Próximo Oriente. Y ello a precios rídiculos comparados con los alcanzados en los países de consumo desarrollados. En Sukkur, pequeña ciudad del Pakistán, los 500 heroinómanos empedernidos pagan su dosis a un precio equivalente a 5 francos franceses: una fortuna en comparación con sus ingresos, pero una pequeña fracción del precio parisino. Tales diferencias de precio no tienen nada de sorprendente: cuantas menos fronteras cruza la droga, cuanto menor es el riesgo, cuanto mayor es la cantidad de droga producida, tanto mayor interés tienen los traficantes en despachar el excedente en el propio país; por último, una parte del consumo en el Sur está constituido por el autoconsumo de los productores, o incluso por la retribución en especie de los prime
ros eslabones de la cadena.
Multiplicar los tonelajes mundiales por precios norteamericanos o europeos carece pues de sentido. Así lo atestigua el caso tailandés. Si los 500.000 heroinómanos de este país (respecto a una población de 50 millones de habitantes) pagaran su dosis al precio de Nueva-York, los gastos anuales de cada uno de ellos alcanzarían la suma de 20.000 $, y el consumo de heroína acapararía por sí solo una cuarta parte de la renta nacional tailandesa.
Los tráficos de droga dañan mucho más las balanzas de pagos que las balanzas comerciales.
El circuito del dinero "sucio" deja en las mismas profundos rastros, oficialmente inexplicados. Se sabe más o menos lo que queda en los países productores: la parte ínfima abonada a los agricultores y a los transformadores del producto. Es obvio que una parte de los beneficios derivados de la droga vuelve al país productor: gastos suntuarios de los traficantes cuando viven en el país, o incluso la financiación de aventuras político-militares. El resto -muy substancial- pasa a engrandecer los patrimonios ocultos de las multinacionales del crimen, que se reparten un mercado en expansión, pero muy inestable.
La parte de las grandes empresas integradas varía mucho de una droga y de un circuito a otro. Es tanto mayor cuanto que el circuito es largo y prometedor, y que la inversión inicial es importante. No es por casualidad que la oferta de cocaína está cartelizada, que la mafia y la triad asiática sean importantes actores en el mercado de la heroína.
Pero hay los "outsiders", cuya entrada en el circuito está favorecida por la desagregación de los mercados al por mayor y al semi por mayor, así como por la dispersión de los lugares de producción. El comercio del cannabis, que reclama muy pocas inversiones, está ocupado en una muy gran proporción por pequeños traficantes. Una multitud de efímeros transportistas hacen la competencia a los circuitos organizados de la cocaína y de la heroína. En suma, la estructura de la distribución es movediza y muy competitiva.
La estructura de la producción se articula en el mismo sentido. El cultivo de las drogas naturales requiere por supuesto numerosa mano de obra. Pero con la ayuda de la miseria, no escasean en los países del sur ni los voluntarios, ni las tierras cultivables en reserva.
En la medida en que las autoridades hacen la vista gorda, los mercados de los narcóticos están amenazados de sobreproducción. Lo cual acarrea las guerras sin cuartel que se libran los traficantes en los diversos circuitos. Se trata de controlar los abastecimientos eliminando a los competidores o disminuyendo su oferta. La represión policiaca es percibida como una preciosa ayuda... cuando ataca a la competencia.
Estas guerras causan centenares de víctimas, de Bogotá a Miami, de las mesetas birmanas a la llanura de la Bekaa, de Chicago a Palermo. Trastornan permanentemente los circuitos de la droga y desplazan sin cesar la producción de una región a otra.
Se reconstituye el puzzle, y ya éste ha cambiado. Se pueden indicar magnitudes, pero es mejor hablar de toneladas que de killos, de miles de millones que de millares de dólares, de continentes que de países. Incluso el consumo evoluciona.
UN MERCADO TRIVIALIZADO
Antaño, el tráfico de drogas era coto cerrado del "hampa", de la mafia, del crimen organizado. Hoy en día está trivializado. Abundan ahora anécdotas inimaginables hace algunos años.
A veces, la prensa las relata, como la de un director de una residencia de ancianos que blanqueaba el dinero de la droga con falsas facturas de su establecimientlo. Otras anécdotas siguen siendo confidenciales, como el desengaño de una empresaria, dinámica señora de una sesentena de años, que invirtió 4 millones de francos, todo lo que poseía, con la esperanza de cuadriplicar su inversión en tres semanas, financiando la importación de unos cuantos kilos de heroína... que recibió en forma de harina, y ahora la señora vive como squatter un cochambroso local.
Los policías y los aduaneros encargados de reprimir el tráficos son los testigos cotidianos de la explosión del tráfico. Antes incautaban la cocaína por kilos. Ahora la incautan por toneladas, cuando llega por contenedores enteros al país de destino, en donde se almacena en enormes cantidades.
Las estadísticas de incautaciones centralizadas poor la ONU son elocuentes. Hasta 1982, nunca se habían incautado más de 12 toneladas de coacína año en el mundo. Entre 1983 y 1985, la media anual salta a 52 toneladas. En 1986 se cambia de nuevo de escala: 128 toneladas.
Si la amplitud de las incautaciones refleja la del tráfico, no se debe admitir que el de cocaína se duplicó en 1984 y 1986, y que la progresión no ha dejado de ir en aumento en 1987? Y se puede sostener que el consumo de heroína se encuentra estancado o disminuye, cuando las estadísticas batieron en 1986 todos los records? Sólo las incautaciones de cannabis en forma de hierba cayeron brutalmente: 20.000 toneladas en 1984, 3.000 solamente en 1986. Pero no concluyamos demasiado deprisa que los consumidores dejaron de interesarse por tal droga. Lo que ocurre es que los policías tienen otros productos que reprimir. Por ejemplo, el cannabis-líquido, su forma más concentrada, cuyo comercio se desarrolla.
Ha aumentado también desde 1984 el volumen de ventas del mercado de la droga? Nada es menos seguro. Pues si las cantidades consumidas en el mundo se han incrementado netamente en cuatro años, los precios, en todo caso los de la cocaína, se han hundido. Al igual que otros mercados de materias primas, el de los narcóticos vive actualmente una crisis de sobreproducción. No es imposible, así pues, que se consuma dos veces más de drogas ilícitas en 1988 que en 1984, sin que los drogados hayan gastado mucho más.
Una conclusión se impone ya desde ahora. Por notable y a menudo heroíca que sea, la labor de los policías encargados de reprimir el tráfico no ha privado a ningún drogado solvente de su dosis. Si así hubiera ocurrido, si la multiplicación de las incautaciones hubiera amputado significativamente la oferta, el mercado hubiera estado desequilibrado y los precios hubieran aumentado.
Opio, morfina, heroína, coacína, marihuana, hachis, tras cada una de estas palabras mágicas se ha desarrollado una intensa economía, la de unas materias primas como las otras, a las que se les agrega la prohibición.
Por lo que atañe a la oferta: misérrimos productores en la base de enjundiosos beneficios acaparados por el cartel de Medellín, la mafia, la triad, el crimen organizado, con una tupida red de revendedores al por menor que a menudo son ellos mismos consumidores.
Por lo que atañe a la demanda: millones de consumidores dependientes, dispuestos a todo para obtener su dosis.
Entre ambos, los cuantiosos y costosos servicios de represión que, pese a ellos, participan en la formación del precio de la droga... y en los beneficios de los traficantes.