Continuación del libro de J.-F. Couvrat y N. Pless
DE LA ADORMIDERA AL "JUNKIE": EL MERCADO DE LOS OPIACEOS
No hay UN mercado de la droga. Hay MERCADOS, geográficamente fragmentados, en los que se intercambia una gran cantidad de productos clasificados en cuatro grandes familias: opiáceos, cocaína, cannabis y narcóticos sintéticos. El heroinómano que padece síndrome de abstinencia en Nueva York no puede abastecerse en Bangkok, y hay pocas posibilidades de que compre marihuana para reemplazar su dosis.
Cada droga es objeto de una multitud de mercado locales, uno por barrio, a los que da un carácter opaco la represión y la competencia entre revendedores.
LAS TRES FAMILIAS DE DROGA NATURAL
La familia de los opiáceos es la más antigua, la más movediza. Es del opio de lo que se extrae la morfina y sobre todo la heroína, la droga de los ghettos, la evasión demasiadas veces definitiva a 1.000 francos el "viaje", el vehículo del SIDA. También es la droga en la que mayor diferencia se da entre el precio de coste y el de venta.
La cocaína es el elíxir del logro a 500 ó 600 Francos la "línea", la droga de los "yuppies". Es la enfermedad de América. De la del Norte, que deplora esta peligrosa invasión. Y de la del Sur, en donde la coca crece por sí sola, y que la transforma en polvo milagroso, sacando de la misma justo las divisas necesarias para pudrir su economía. Hasta hace algún tiempo, Europa escapaba a la cocaína. Pero estos tiempos ya se acabaron.
El cannabis es la familia más diversificada. Crece en cualquier sitio en el que no haga demasiado frío. Se cuentan unas setenta variedades, tantas como las de tés, de muy distintas calidades. El hachis, la marihuana, el aceite extraído del cáñamo indio no se venden a muy alto precio. Es la droga denominada "suave", el "porro" que se fuma sin excesivo riesgo.
Un detenido análisis de la economía de la droga no puede ser global. Los productos, las conexiones, los precios, los márgenes, los circuitos y los mercados son excesivamente distintos. Pondría alguien en el mismo cesto el whisky, la cerveza, el vino... y el "Canada Dry"?
UN ANTECEDENTE: LAS GUERRAS DEL OPIO
"El opio engrandece lo que carece de límites
"Alarga lo ilimitado
"Ahonda el tiempo..."
Cuando Charles Baudelaire publica "Los Paraísos Artificales", en 1860, el opio acaba de ampliar el mercado decididamente carente de límites de las potencias occidentales. Gracias al opio y a las guerras que llevan su nombre, tales potencias lograron penetrar en el mercado chino.
Desde comienzos del siglo XIX, Europa, en plena expansión económica, codicia las sederías y los tés chinos; el Imperio británico sobre todo, instalado desde 1819 en Singapur. Ahora bien, China se basta a sí misma y nada le importa el comercio con Occidente. Sólo el puerto de Cantón está entreabierto a los mercaderes europeos.
Presiones, discusiones de sordos... No se logra nada. Hasta el día en que los ingleses tienen la iluminación. A pocos días del mar de Cantón, los súbditos bengalíes de la Compañía británica de las Indias Occidentales producen opio barato. Se ha encontrado la moneda de intercambio.
A un ritmo vertiginoso, los contrabandistas van a intoxicar a China, en donde el opio sólo se empleaba hasta entonces en farmacia. 50.000 cajas de opio se introducen clandestinamente en China en 1850, 180.000 en 1880. Dos millones de chinos fumaban opio en 1850. Treinta años más tarde son ciento veinte millones.
Una primera vez, en 1839, China se rebela. Un enviado especial del emperador hace confiscar en Cantón todas las cajas de opio, quemándolas ulteriormente en una ceremonia expiatoria. Inglaterra manda sus tropas en acción de represalia hacia la desembocadura del Yangzi. Es la primera "guerra del opio". En 1842, la derrota china se ha consumado. Flota en Hong-Kong la bandera británica.
Se reanudan los negocios. Pero no tan rápido como quisieran los extranjeros, los cuales actúan ahora en China como en su propio país, amparados en sus "concesiones". Los ingleses reanudan la ofensiva militar en 1856, ayudados por los franceses. Es la segunda guerra del opio, que conduce las tropas occidentales hasta Pekín, saqueada en 1860. China abandona entonces toda soberanía económica: la administración de las aduanas se encuentra ahora en manos de las potencias extranjeras.
Después de 1905, Japón se sumará a las potencias occidentales y se convertirá en el primer abastecedor de opio de China entre las dos guerras.
Habiendo efectuado el opio tan estruendosa entrada en la escena económica y política internacional, no iba a abandonarla de repente. Todavía está ahí, menos en su forma bruta que como polvo concentrado: la heroína y la morfina.
DE LA ADORMIDERA AL POLVO : 500.000 FLORES POR UN KILO
Un siglo después, la producción de opio utiliza las mismas técnicas rudimentarias. Tan pronto como las flores de la adormidera han perdido sus pétalos, los campesinos entallan la cabeza, de donde rezuma un látex blanquecino (unos 20 mg por cápsula) que se oscurece al sol. Es el opio.
Secada, calentada, macerada, batida, oxidada, fermentada, la pasta es objeto de una larga preparación antes de estar disponible para el consumo. Es el "chandoo", cuya bolita calentada al cabo de una larga aguja, coagulada, fascinará durante un largo rato al fumador antes de que la pique en la hornilla de la pipa y aspire, de una sola vez, todo su humo.
El opio-base consta aproximadamante de un 10% de un alcaloide descubierto por Stertuerner en 1816: la morfina. Se extrae un kilo de la misma añadiendo un agente de precipitación a diez o a doce kilos de opio.
Esta sencillez de fabricación y los efectos analgésicos de la morfina la hicieron figurar en las farmacopeas. Desgraciadamente la morfina presenta también un grave riesgo de adicción, que muy pronto reconocieron quienes la recetaban. Uno de ellos inventó en 1874 un producto derivado: la diacetilmorfina, que fue saludada al comienzo como la panacea: la morfina sin la adicción. Este santo varón no ha dejado su nombre en la historia. Pero su producto sí: la heroína...
Retengamos en todo caso la relación: 10 kilos de opio, el producto de 500.000 flores de adormideras, los dos tercios de una hectárea, dan un kilo de morfina de base que, tratada con ahídrido acético, da un kilo de heroína.
Para los campesinos de las zonas de producción, estos rendimientos representan unos ingresos inesperados, incluso si son muchos quienes han de repartírselo: unos 1.500 $ por hectárea, o sea, unos 1.000 $ por el equivalente-opio de un kilo de heroína. En estas regiones inaccesibles, privadas de todo mercado a causa de la inexistencia de infraestructuras de transporte, el opio es la única mercancía rentable que se pueda trasnportar a lomos de mula, o incluso a hombros de hombre.
Se ha de señalar sin embargo que los rendimientos varían mucho según las condiciones climáticas y geográficas. En 1983, un buen año en la India, se cosecharon unos 32 kilos de opio por hectárea para la producción ilícita. En 1980, un mal año en Birmania, tan sólo se cosechó 1,55 kilo, según las declaraciones de este país ante el organismo de control de la ONU.
Para sus necesidades médicas, el conjunto del planeta se contenta con una producción anual lícita de unas 1.000 toneladas de opio. India es el primer exportador mundial, y la industria química francesa está muy bien situada en este circuito. La morfina médica se vende al por mayor al precio de 2.000 $ por kilo como máximo, cerca de cuatro veces el precio de la correspondiente cosecha de opio.