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Conferenza droga
Ruiz-Portella Xavier - 4 giugno 1990
LA ECONOMIA DE LA DROGA (y 9)

Ultima parte del libro de J.-F. Couvrat y N. Pless

Un choque de naciones

Naciones consumidoras, naciones productoras, naciones de tránsito: todas se ven afectadas por el tráfico de estupefacientes, que produce en ellas y entre sí auténticos choques.

El mercado mundial de estupefacientes ilícitos alcanzaría, con todas las reservas de rigor, 150.000 millones de dólares como máximo, de los cuales corresponderían a los Estados Unidos cerca de un 60%. Se está muy lejos, desde luego, de la mítica cifra de 300.000 millones. Pero los mercados de narcóticos naturales generarían cerca de 30.000 millones de dólares de importaciones, dos tercios correspondientes a los Estados Unidos y un tercio a Europa.

Incapaces de contener la demanda, los gobiernos de los países consumidores concentran sus esfuerzos en la oferta. No pueden contentarse con reprimir la entrada de droga en sus territorios. También les hace falta convencer a las naciones productoras de que intensifiquen su acción de cara a limitar los cultivos. Es la línea seguida por el gobierno estadounidense.

Los gobiernos de los países productores, a veces reticentes, a menudo impotentes, y frecuentemente quebrantados por la corrupción, dudan en darle satisfacción : en muchos casos, la agricultura de la droga constituye la inesperada salida para una mano de obra excluida de otras producciones que se encuentran en declive. Y sin embargo, para los países productores, en los que la violencia es endémica, la economía de la droga constituye un auténtico cáncer perjudicial para su desarrollo a largo plazo, a pesar de los beneficios inmediatos que indudablemente consiguen.

Entre ambos, auténticas multinaciones del crimen obtienen de estos tráficos gigantescos beneficios, que no siempre van a incrementar los patrimonios ocultos.

LA DROGA, NERVIO U OBJETIVO DE LA GUERRA ?

EL CASO DEL LIBANO

Uno se pregunta a veces cómo el Líbano, exangüe, todavía puede financiar una sangrienta guerra civil en la que cada clan dispone de un armamento sofisticado, y aparentar la riqueza que brilla en ciertos barrios de Beirut.

El misterio se disipa cuando se echan las cuentas. Entonces uno ya no se pregunta cómo financian sus operaciones los clanes militares. Lo que uno se pregunta es si el dinero de la guerra constituye el nervio o el objetivo de la guerra.

El Líbano es el primer productor mundial de hachís, y un productor de opio tanto más importante cuanto que la cosecha se destina enteramente a ser transformada en heroína.

Con una producción de 900 toneladas de cannabis y de 5 toneladas de heroína, el dinero de la droga libanesa sería del orden de 2.000 millones de dólares anuales, y ello sin contar los ingresos del tráfico con la Media Luna de Oro, de la que el Líbano, país de tránsito, es una de las tragaderas.

Un asunto revelado por la prensa suiza en noviembre de 1988 evidenció por lo demás la amplitud de este tráfico. La Shakarchi Trading S.A. de Zurich, una firma que había dirigido el esposo de la ministra helvética de Interior y de Justicia, fue acusada por el fiscal de haber blanqueado dinero de traficantes libaneses por intermedio de los tres principales bancos suizos. Ascendía el asunto a 1.400 millones de francos suizos.

Ahora bien, se sabe más o menos lo que cuesta la guerra en el Líbano. Las importaciones de armas estimadas por especialistas franceses serían del orden de 400 millones de dólares anuales de 1978 a 1986. Incluso añadiendo a ello los sueldos de los combatientes y su mantenimiento corriente, los ingresos de la droga son mayores que los gastos militares. Quedan considerables márgenes que engrosan las fortunas acumuladas en el extranjero.

Se lucha en el Líbano por ideas, por territorios, por poderes. Pero también se lucha probablemente por "el dinero sucio". El caso es que los clanes no golpean a sus adversarios privándoles de los recursos que han acumulado, y que esperan sin duda conquistar algún día. Un periodista de la televisión francesa mostró un día la llanura de la Bekaa desde un campo de adormideras. Designaba las parcelas como se designa a los vinos en los viñedos de Borgoña: cada clan tenía la suya propia.

EL PUDRIMIENTO DE LAS ECONOMIAS ANDINAS : EL CASO BOLIVIANO

El caso de Bolivia es ejemplar. Oficialmente, este pequeño país de 6,4 millones de habitantes, encerrado en el centro de América Latina y carente de salida al mar, ve disminuir año tras año su renta nacional (menos de 3.000 millones de dólares en 1985) conforme se reducen los ingresos del estaño, del que es el tercer productor mundial. Bolivia, que exporta mercancías por un valor de 662.000 millones de dólares, está cargada de deudas : 4.000 millones de dólares a largo plazo en valor nominal. Pero las esperanzas de reactivación económica son tan escasas que se podían adquirir créditos bancarios con cargo a Bolivia a menos del 10 % de su valor nominal. Desde el hundimiento de los precios de la cocaína, la deuda boliviana ya ni siquiera se cotiza...

Ahora bien, Bolivia también es el segundo productor de coca detrás de Perú, y esta economía paralela rivaliza en importancia con la economía oficial, la cual se va pudriendo. La producción de coca emplea a 35.000 personas en Bolivia : casi una de cada seis personas activas, según James Lebaz. Muchos de estos trabajadores son antiguos mineros del estaño.

En 1984, año probable del récord de la producción de cocaína en valor, el PIB oficial alcanzaba los 3.150 millones de dólares y el PIB "coca" 3.000 millones de dólares , según una estimación confidencial del gobierno de La Paz. Según estos cálculos, Bolivia habría producido entonces 400 toneladas de cocaína HCL (unas cuatro veces las estimaciones de Washington). A 7,5 millones de dólares la tonelada de cocaína, el precio de venta interno, el PIB "coca" hubiera igualado el oficial.

Según el Banco Central boliviano, no más del 20% de los narcodólares regresan a Bolivia: sólo unos 600 millones de dólares, una suma equivalente a los ingresos oficiales de las exportaciones. Demasiado poco para asegurarle al país un rápido desarrollo económico.

Es cierto que los traficantes bolivianos se han ido emancipando paulatinamente del cartel colombiano de Medellín, y organizan ellos mismos la transformación y el tráfico, contando con relevos familiares en los Estados Unidos. Así lo atestigua la multiplicación de confiscaciones de laboratorios clandestinos en la propia Bolivia.

Pero todos los traficantes se parecen. La mayor parte de los dólares que les quedan después de haber pagado sus gastos, los depositan en bancos caribeños o de los Estados Unidos, en donde obtienen mayores rendimientos que en Bolivia.

Ahora bien, los narcodólares regresados a Bolivia incitan a los campesinos a seguir plantando cada vez más plantas de coca, a la vez que estos dólares sirven para corrumpir a los funcionarios y a los políticos, contribuyen a hinchar un sector terciario y una economía de lujo hipertrofiados, así como a mantener una economía urbana subterránea en la que trabajan 600.000 personas.

Tal es la situación en 1985 cuando Paz Estensoro vuelve al poder, al cabo de 21 años de dictadura militar.

El conflicto con los Estados Unidos

Primera tarea del nuevo poder boliviano : negociar la ayuda econòmica y financiera norteamericana. La discusión se anuncia dura. En los Estados Unidos los países exportadores de droga están puestos en la picota. En los informes oficiales, florecen en Washington los cuadros de cifras incriminadoras. En la columna de la derecha: los dólares dados para la asistencia económica y militar. En la columna de la izquierda: las superficies cultivadas de coca, de adormidera, de cannabis. La línea referente a Bolivia es elocuente: 42,6 millones de dólares de ayuda norteamericana, 35.800 hectáreas de coca. En junio de 1986, el departamento de Estado amenaza con dividir por dos su ayuda económica a Bolivia, 14,4 millones de dólares.

Frente a tales cifras, el gobierno boliviano también presenta las suyas, pero se encuentra en un atolladero.

Por un lado, le interesa minimizar las dimensiones del tráfico de droga a partir de Bolivia, este tráfico que de tan gran malhumor pone a las autoridades norteamericanas. Por otro lado, le interesa hinchar la importancia económica de la coca, puesto que reclama una "compensación" financiera a los Estados Unidos en caso de erradicación de las plantaciones. Así pues, se tienen que acoger prudentemente las cifras que circulan extraoficialmente.

Finalmente, Paz Estensoro acepta el plan estadounidense de "guerra a la droga" : una ofensiva económica para desorganizar la producción, una ofensiva militar para detener a los traficantes.

La operación militar desencadenada a finales de julio de 1986, conocida con el nombre de "Blast Furnace" alto horno se convirtió en una payasada de la que salieron ridiculizadas las autoridades.

Ciento cincuenta soldados US, encaminados con aviones de transporte de tropas, tenían que acompañar en helicópteros a los policías encargados de la lucha antidroga. Con ello se pretendía sorprender a los traficantes en sus laboratorios, disimulados en la selva. Se había previsoto que los helicópteros efectuaran una escala en... Panamá. Las tropas tenían que aterrizar en el aeropuerto boliviano de Santa Cruz en donde, a raíz de una huelga salvaje de una parte del personal, los aviones tuvieron que aguardar tres días en las pistas, a la vista de los traficantes.

Las tres primeras incursiones fracasaron. La cuarta permitió detener a un joven de dieciocho años, mientras huía un traficante.

La operación, lanzada sin el consentimiento del parlamento pero ante las cámaras de la televisión, produjo un pésimo efecto en La Paz, donde se la comparó al desembarco de Normandía. En Washington, un dirigente del Pentágono habló de "pesadilla". Los principales consejeros de la Casa Blanca se reunieron desde el día siguiente de la incursión para discutir las principales medidas que se debían adoptar a fin de reducir la demanda de estupefacientes en los Estados Unidos.

La guerra económica contra la droga obtuvo mejores resultados en Bolivia. Tenía por objetivo hacer caer el precio de las hojas de coca (140 $ la carga de unos 50 kilos) a fin de que los campesinos dejaran de interesarse por este cultivo, totalmente legal, recordémoslo, tanto en Bolivia como en el Perú.

En el marco de esta acción, las subvenciones para el arranque (de 1.000 à 2.000 $ por hectárea) o para la ociosidad (250 $ por hectárea no cosechada) sólo podían tener efectos negativos: con el dinero, los campesinos financiaban plantaciones de arbustos jóvenes cuyos rendimientos son mejores.

El gobierno de La Paz disponía para ello de un arma temible heredada de los Conquistadores : los fielatos, estas aduanas interiores en las que se pagan impuestos sobre los transportes efectuados de una provincia a otra. Para pasar el fielato con una carga de hojas de coca, hace falta presentar un permiso, cuya obtención resulta cada vez más difícil a causa de enredos administrativos que nada tienen de fortuito : en la oficina de registro de narcóticos de La Paz, 300 personas hacen cola dispuestas a dar las propinas que haga falta.

Por lo que atañe a los campesinos, el resultado es mitigado. El precio de la carga, como estaba previsto, se desmoronó: de 140 $ en julio de 1986 pasó a 10 $ en septiembre. Pero los interesados no imaginan que la crisis de una agricultura ancestral pueda ser duradera. Se movilizan contra los enredos administrativos y siguen cultivando sus campos en espera de que lleguen tiempos mejores. Peor aún : intentan recuperar en las cantidades lo que pierden en los precios, y se ponen sobre todo a refinar ellos mismos. Se pasa más fácilmente los fielatos con algunos kilos de pasta de coca, o hasta con bolsas de cocaína, que con cargas de hojas.

Por lo que respecta a los traficantes las cosas son distintas. En 1985 pagaban el kilo de cocaína a 5.000 dólares en el mercado interior boliviano y lo revendían a 25.000 dólares en Miami, con un margen de 20.000 dólares.

A finales de 1986, ya no pueden esperar revender el kilo en Miami a más de 2.000 $. Va a disminuir su margen en más de 5.000 $ ? Qué va, la disminución va a ser en realidad mucho menor, pues entre tanto el kilo de cocaína en el mercado boliviano se ha desmoronado, pasando de 5.000 a 1.500 $. El margen de los traficantes tan sólo ha disminuido en 1.500 $. La "guerra económica contra la droga" ha amortiguado el choque.

EL FRACASO DE LA GUERRA CONTRA LA DROGA

El gobierno norteamericano no ha regateado esfuerzos desde 1981 para "ayudar" a los países productores a desembarazarse de los cultivos de adormideras, de coca o de cannabis. Se gastó 60 millones de dólares en 1986, el doble en 1987, 575 millones de dólares en nueve años.

Pero apenas el 3% de esta suma se ha dedicado a la ayuda en favor del cambio de cultivos: menos que lo concedido a la formación de los policías locales; 229 millones de dólares se han gastado para ayudar al control de las cosechas y a su erradicación, 225 millones se han dedicado a la asistencia y a la represión.

Las autoridades estadounidenses han actuado a veces con una discutible habilidad. Entre los gobiernos de los países productores y la Casa Blanca, una de las principales cuestiones debatidas es la de la pulverización aérea de herbicidas. En su informe para el año 1987, el departamento de Estado se queja de que los traficantes y sus simpatizantes "tratan de desacreditar el uso de los herbicidas en los programas de erradicación, suscitando reportajes sensacionales sobre las muertes y perjuicios que acarrerarían".

El mismo año, aparecieron dos nuevas líneas en el presupuesto antidroga del Departamento de Estado : la primera era una ayuda de 21 millones de dólares para la logística aérea ; la segunda financiaba, por 1,2 millón de dólares, la búsqueda de un herbicida que no fuera perjudicial para el medio ambiente...

La "guerra contra la droga" en los países productores ha fracasado. Según el Departamento de Estado norteamericano, que proporciona las estimaciones más bajas, la producción mundial de opio se duplicó entre 1984 y 1988 ; la de coca se incrementó en un 44% ; la de marihuana es en América Latina de un 30%. La producción de hachís, la única estabilizada, se efectúa en regiones cuya inestabilidad política imposibilita cualquier erradicación.

Las autoridades norteamericanas se consuelan haciendo observar que la producción mundial de opio es incomparable con el volumen de heroína exportado a los Estados Unidos. Es cierto : de las 300 toneladas de opio cosechadas, sólo un 10% se transforman en heroína destinada a países industriales. Pero no equivale ello a destacar que la erradicación es ilusoria?

COMO FRENAR LA DEMANDA

Cuando se dividió por dos el precio del petróleo, como ocurrió en 1986, no por ello se duplicó la demanda. Cuando, de 1984 a 1988, el precio de la cocaína cayó de 60.00 a 12.000 $ el kilo, el consumo mundial no se multiplicó por cinco. Nadie se hace drogadicto de la noche a la mañana por la mera razón de que se ha desmoronado el precio de la heroína o el de la cocaína. Si aumentara este precio, también es poco probable que por tal motivo un "enganchado" renunciara de inmediato a su dosis.

Los economistas dicen en este caso que la demanda es inelástica en relación con el precio. Como en el caso del petróleo, es la oferta lo que determina a corto plazo el precio de los narcóticos. De dos modos : mediante el precio "indicado" de las dosis vendidas en la calle, pero también por la mayor o menor pureza de estos productos, diluidos por los dealers en proporciones variables. De 1983 a 1986, el precio al por mayor de la cocaína por kilo en el mercado norteamericano disminuyó de 50.000 a 33.500 $ en términos medios, lo cual representa una caída de un tercio. En el mercado minorista, el precio de la cocaína diluida al gramo sólo disminuiyó en un 12,5%. Pero la pureza media de las dosis se mejoró considerablemente : de un 35 a un 60% en términos medios. De forma que el precio del producto puro al por menor cayó en realidad en una mitad : de 321 $ a 166 $ el gramo en términos medios.

Como para el petróleo, la elasticidad de la demanda en relación con el preciio tiende no obstante a aumentar a largo plazo. Los traficantes lanzan al mercado nuevos productos encaminados a vender la sobreproducción, y cada vez son más los consumidores que se dejan tentar.

La elasticidad no es tampoco la misma para todas las familias de drogas, como ocurre con las diferentes fuentes de energía. Y al igual que para estas últimas, se operan substituciones entre estupefacientes.

Pero como frenar la demanda? Para decir la verdad, nadie tiene la menor idea. El consumo de los estupefacientes responde a profundos y complejos malestares sociales. Se ha visto a jóvenes inhalar talco, cuando este producto, según todas las investigaciones efectuadas, es estrictamente neutro para el organismo humano.

UNA ENORME MINA

El veredicto del análisis económico es desalentador. Cuanto más se reprime el tráfico, cuanto más se tiende a suprimir los cultivos, tanto más tienden a aumentar los beneficios globales de los traficantes mejor situados, es decir, aquellos cuyas conexiones están mejor integradas y que más droga pueden vender. Desde un estricto punto de vista económico, la erradicación de los cultivos y la multiplicación de las incautaciones equivale a bombardear los campos y depósitos de petróleo cuando la OPEP es todopoderosa.

Ello no significa que una acción que afectara exclusivamente a la demanda constituyera una panacea. La sobreproducción arruinaría sin el menor lugar a dudas a los pequeños traficantes. Pero algunas poderosas multinacionales seguirían prosperando : con márgenes reducidos, pero con medios financieros suficientes para ampliar el mercado y su parte en el mismo (como ocurrió con Arabia Saudita, que incrementó sus rentas petrolíferas cuando cayeron los precios en 1986).

Al ser inelástica la demanda y al regular la prohibición el mercado, el crimen organizado obtiene colosales beneficios : no menos de 15.000 millones de dólares por año y quizás mucho más : se ignora su parte del mercado de cannabis, el más dispersado ; también se ignora su grado de integración en las conexiones de la heroína entre el mercado al por mayor y la distribución al por menor (sólo se dispone a este respecto de indicaciones cualitativas).

El crimen organizado dispone así de una enorme mina con la que puede obtenerlo todo : garantizar la impunidad gracias a la corrupción y a la intimidación, especialmente en los países de producción y de tránsito ; financiar suntuosos ritmos de vida y aventuras político-militares ; reinvertir en el tráfico de drogas. Después de todo lo cual aún le queda bastante dinero blanqueado para edificar confortables patrimonios ocultos, reinvertidos en mercados financieros, en el sector inmobiliario, en actividades legítimas, en suma. El dinero no tiene olor.

Resulta fácil localizar algunos de los verdaderos titulares de estos patrimonios, algunos de los cuales han sido incluidos por serias revistas económicas en la clasificación de las principales fortunas mundiales. Se trata de traficantes que controlan las conexiones a partir de los sitios de producción (Colombia, México, Líbano, Turquía...). Otros han establecido su dominio sobre las transacciones o sobre el transporte, o incluso sobre ambos : los hombres de la Cosa Nostra y la Triad. Otros, por último, se contentan con obtener de pasada su diezmo : en Panamá, en Turquía, en Tailandia, en Bulgaria, en la India y, más recientemente, en Africa negra.

Esta enumeración sugiere que el tráfico de drogas se identifica con una parte del Tercer Mundo. Sin embargo, nada es menos cierto. La mayor parte de la conexiones están controladas por organizaciones criminales instaladas en los países industriales, que actúan en cooperación con las que controlan la producción y el transporte. Al cabo de la cadena, el imperativo del blanqueo hace que, conscientemente o sin que lo sepan, los bancos y los financieros entran en el circuito, tanto en los países industriales como en los centros financieros offshore. Estos depósitos ocultos generan rentas que carecen de un país de destino reconocido. Contribuyen ampliamente a desequilibrar la balanza mundial de pagos.

Por lo demás, los tráficos de estupefacientes naturales no son las únicas actividades ilícitas que nutren a los circuitos financieros ocultos.

También existen los tráficos de narcóticos de síntesis: metacualona, anfetaminas y otros estimulantes, la "coke" del pobre en Europa y sobre todo en Africa, el "alcohol seco" en los países árabes. En el Japón, en donde las drogas natruales son casi desconocidas «se debería de importarlas! , los estimulantes sintéticos ayudan a la integración y al logro sociales, existiendo oficialmente 500.000 consumidores de los mismos.

La fabricación de las drogas sintéticas requiere notables inversiones. Pero el sacrificio vale la pena, si se puede esperar vender a 10 ó 15 dólares en Ryad un comprimido que cuesta 10 centavos en Yugoslavia. Las drogas sintéticas son en primer lugar productos de diversión, una alternativa para los narcóticos naturales en los países ricos. Desde el punto de vista de los intercambios internacionales, pero también para el crimen organizado, su interés todavía es limitado. La "Togo-connexion" de los estimulantes y de los tranquilizantes, por más impresionante que sea a escala del país, no tiene sin duda bastantes clientes solventes en Africa como para atraer hacia ella miles de millones de dólares. Pero el tráfico de drogas sintéticas inquieta a los especialistas por su vigorosa expansión y por la multiplicación de los nuevos productos. Se desvirtúa el comercio lícito de dichas drogas. En 1986 fueron incautados 639 laboratorios y se prohibieron más de 50 millones de comprimidos.

***

La trata de blancas, el transporte de residuos tóxicos, las ventas de armas ilícitas, las estafas financieras a gran escala y los contrabandos de todo tipo, desde el cuerno de rinoceronte hasta los animales vivos exóticos y el oro, también se llevan los dólares por millones. Pero ninguno de estos tráficos alcanza dimensiones comparables a las del tráfico de drogas.

 
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