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Conferenza droga
Guerra Miguel - 12 agosto 1990
Y DICEN DEFENDER LA VIDA...
Los países industrializados han apoyado verbalmente y con armas la llamada "guerra contra el narcotráfico" decretada y adelantada por el gobierno colombiano. Con tal actitud dicen defender la vida.

En la práctica la guerra contra el narcotráfico la había iniciado la población colombiana desde mucho antes que se dieran los decretos, una guerra que entre 1980 y 1990 ha dejado un saldo de más de 130.000 muertos y que sigue bañando de sangre nuestra población y enlutando nuestras familias.

El pasado 20 de julio el expresidente Virgilio Barco Vargas dió un parte de victoria en la guerra contra el narcotráfico. Ese mismo día, los policías asesinados en Medellín superaban los 200 y fracasaba el enésimo cerco del gran capo Pablo Escobar.

Barco Vargas, dando un informe victorioso a sus sostenedores, los dirigentes políticos de los distintos países europeos, EE.UU. y demás prohibicionistas que se juegan sus capitales y todo su prestigio en la guerra a los narcotraficantes latinoamericanos, ha seguido las reglas del juego de una dinámica que por definición muestra las espumas que van a flor de agua pero no las palizadas que corren con ellas, sumergidas en la corriente de la historia.

Para los que no conocen un correntoso río, como el Atrato, el Magadalena o el Cauca en Colombia, en una gruesa creciente, estos empiezan a aumentar paulatinamente su caudal y cada vez que sube el nivel de las aguas reflejan una mayor serenidad exterior, las tormentosas cascadas, remolinos, turbolencias de los desniveles de su curso y las palizadas atascadas, desaparecen y sólo se ve un gran remanzo adornado por espumas juguetonas y destellantes bajo los rayos del sol. Debajo se van formando violentos y destructivos cúmulos de trozos de maderas, árboles completos, y toda clase de inmundicia que va arrastrando la fuerza de las aguas.

A la manera de gran creciente de los caudalosos ríos colombianos ha venido funcionando la dinámica de la prohibición y de la guerra frente a la problemática del tráfico de marihuana y cocaína generado en Colombia, Perú y Bolivia.

Detrás de las destellantes espumas victoriosas quedan gruesas palizadas que cada vez continuan creciendo.

Las espumas son representadas por considerables golpes asestados a las organizaciones de narcotraficantes, el desmantelamiento de organizaciones de sicarios, la destrucción de laboratorios, la captura de pistas clandestinas de aterrizaje y de centros de distribución, el desvertebramiento de redes de comunicación y organizaciones financieras, la captura de docenas de personas claves dentro del negocio, el decomiso de toneladas de droga y la confiscación de numerosas propiedades producto del narcotráfico, así como la muerte de algunos de los cabecillas de las organizaciones de sicarios y de redes de criminales.

Entre tanto las palizadas vienen representadas en el llamado narcoterrorismo y todas sus secuelas, el cual tiene expresiones cada vez más devastadoras. Este es un fenómeno que hasta hace cuatro años, para los latinoamericanos fueron actos de fanatismos de otras religiones y otras razas, pero ahora lo estamos viviendo en la intensidad en que lo viviera Israel o el Libano. Masacres de población civil, explosión de aviones de pasajeros, como instrumento para enviar mensajes y ablandar voluntades, atentados de toda naturaleza contra la vida, hasta con actos suicidas,...y la palizada sigue creciendo, en la medida en que acaban con los organizadores de las bandas de sicarios, los sicarios quedan sin contratistas, por tanto sin empleo y en potenciales generadores de nuevos focos de violencia como el del atraco a mano armada o la simple disposición a la menor oferta para saldar cuentas pendientes, especialmente entre rivales enfrentados.

El sólo hecho de pensar en que tres de los hombres que lideraban el proceso de democratización del país: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, ya no están, pone los pelos de punta y hace pensar en la dimensión del daño que para el futuro de la vida en nuestra sociedad colombiana creó y sigue creando esta guerra supuestamente en defensa de la vida.

El problema es que los medios y la estrategia está contra la vida misma y por ello tanto allá como acá sigue generando no sólo más muertes sino más enemigos de la vida. Mientras allá siguen vivitos y coleando, Escobar, Orejuela Rodriguez,... y se sigue creando expectativas sobre el buen negocio de ser organizador del narcotráfico, en los países industrializados sigue aumentando la demanda de los alcaloides.

Luego, pueden seguir matando, encarcelando, destruyendo y prohibiendo, que la palizada seguirá creciendo.

Y claro, dicen defender la vida.

 
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