Comentando la reciente intervención de J. Guerra respecto a este tema, quiesira efectuar algunas reflexiones al respecto.
Si bien es cierto que no resulta sencillo medir y dominar TODOS los efectos que una política antiprohibicionista en los países consumidores podría ejercer sobre la economía y la política de los países productores de droga, algunos planteamientos sí resultan claros.
1.- El control del mercado, con la consiguiente fijación de precios relativamente bajos por parte de los Estados de los países consumidores tendría como efecto hacer volar en pedazos el poder y la riqueza de las mafias y carteles de la droga, aniquilando su peso político y militar. Estas medidas afectarían menos al campesino productor que está lejos de ser el beneficiairio prioritiario del actual negocio de narcotráfico. Paralelamente, una más justa determinación a escala internacional de los precios de otros productos agrícolas, lo mismo que ayudas exteriores a la inversión, podrían mejorar su situación.
2.- Una política euroamericana de despenalización y control estatal y social del consumo tendría como segundo efecto el de aniquilar el pretexto que constituye la droga para intervenciones bélicas en los países productores. Paralelamente, disminuiría el nivel de corrupción y mafiosismo de la vida política de estos países, liberando recursos económicos, políticos y humanos para las verdaderas prioridades, cuales son la democratización y el desarrollo económico con amplia base social.
3.- Semejante política también contribuiría tal vez a la emergencia en estos países de una conciencia política que Belisario Betancur y Octavio Paz llaman "de autocrítica", es decir : no considerar "antiimperialista" (y por tanto positivo) todo el que por cualquier medio que sea es, o se cree, antiamericano ; y afrontar el formidable reto de la especificidad latinoamericana y de lo que la misma puede ofrecer de original al mundo, centrando la crítica y la reflexión en sus propios (inmensos) recursos creativos y en los propios errores de su historia, en vez de crisparse en una visión "victimista" de la misma, donde el "malo de la película" es siempre el Enemigo Exterior.