DROGAS: UN NECESARIO CAMBIO DE RUMBOJosé María Mendiluce*
EL PAIS 27-3-1995
Resumen: El debate - y la herida - de las drogas sigue abierto en la sociedad española. El articulista cree que la prohibición ha demostrado ya no ser la vía adecuada
El informe recientemente publicado por la Junta Internacional de fiscalización de Estupefacientes, del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, y la comunicación presentada al Parlamento por la Comisión Europea, en la que se pretende definir la política a seguir en materia de drogas para los próximos años, está generando un amplio debate, una confrontación política y de políticas en torno a lo que se conoce como "la guerra de la droga".
El referido informe de Naciones Unidas constata que en el último año, siguiendo la misma tónica que en los años anteriores, se ha producido un marcado aumento del consumo de sustancias prohibidas, se han incrementado la violencia y la delincuencia, así como la peligrosidad en la lucha contra el nacotráfico, y, en consecuencia, se aboga, se exige casi, continuar con la política de intolerancia, represión y victización de millones de personas implicadas en la cadena de producción, distribución, consumo y terapia que se han ido tejiendo en torno a las drogas prohibidas.
Es obvio que el camino emprendido desde que se inició, bajo los auspicios de Naciones Unidas y en el marco de los acuerdos de Ginebra de 1963, la senda de la prohibición, ha demostrado no ser la vía que conduce a la superación del problema. Más bien - de continuar con la actual política de intolerancia y represión - este camino conduce a un abismo cada vez más profundo.
El empeño en no rectificar, por parte de los burócratas y responsables políticos de Naciones Unidas, se asemeja a una (involuntaria quizá) conspiración perversa de estos expertos y dignatarios, que en su ingenua y utópica ceguera quizá consigan que este abismo se vaya llenando, año trás año, de mayor número de seres humanos muertos, enfermos, encarcelados, perseguidos, marginados, prostituidos, camellos de poca monta, policías y militares corruptos, inductores arrepentidos, trabajadores sociales y sanitarios frustrados, y un largo etcétera de miserias.
Así, una vez lleno el abismo, el floreciente negocio de la prohibición permitirá a los que la controlan sentarse en la cumbre, disfrutar de un buen cigarro y un excelente whisky, charlando de inmensos movimientos de capitales negros o blanqueados, estrecheamente ligados al tráfico de armas, a la especulación monetaria, a los conflictos bélicos. No cabe duda de que estos representantes de variadas familias mafiosas celebrarán la reafirmación de la política prohibicionista (que tan buenos resultados les está dando) como un éxito más que les garantiza seguir cortando el bacalao, manteniendo o incrementando sus desestabilizadores y repugnantes beneficios.
Si el resultado de la política sugerida es bastante trágico, no es menos dramático el hecho de que nuestras sociedades se ven forzadas a andar este camino con una venda en los ojos. Sin ser un experto en farmacología, participo del acervo común de cuanto la comunidad científica ha divulgado sobre sustancias psicoactivas, y no me cabe duda acerca de la existencia de elementos claros de diferenciación entre drogas de riesgo o alto riesgo y otras sustancias que, como en el caso del hachís (el eslabón más debil de la cadena de sustancias prohibidas), ni generan dependencia ni son nocivas, según revelan los informes farmacológicos más desideologizados o los informes gubernamentales encargados a comisiones de expertos desde el siglo XIX hasta la actualidad.
El binomio represión-ignorancia, de continuar como paradigma de referencia en la política de lucha contra la drogadicción, producirá más compulsión hacia el consumo, mayor nivel de endogamia entre usuarios y vendedores de drogas de distinto nivel de riesgo y, como resultado, más caos a heredar por parte de las generaciones jóvenes, que recibirán el miedo como único legado para enfrentarse al problema del uso y abuso de sustancias psicotrópicas. Y sin embargo, y por el contrario, tienen derecho a que no se les sustraiga los conocimientos más elementales para poder enfrentarse a sus propias responsabilidades como seres humanos adultos y libres.
Para concluir, creo que ya va siendo hora de que al menos los Gobiernos europeos inicien en el marco comunitario un cambio de políticas respecto a este tema, sobre la base de reconocer con honestidad el fracaso y los peligros de la actual política. Es precisamente en Europa donde deberíamos poder iniciar una reconducción que se trasforme en un cuerpo de legislación adaptado a la realidad y a las tradiciones liberales de nuestra sociedad, acabando con la hipocresía, tintada de moralina, que permite a los grandes narcotraficantes pasearse por la calle y por los puertos deportivos mientras llenamos las cárceles de sus víctimas (los pequeños vendedores y traficantes, delincuentes a causa de la droga, algunos consumidores...) y mientras permitimos también que se siga matando a nuestra juventud a golpe de sobredosis y adulteraciones, de rechazo que empuja a la marginación y a la delincuencia. El ejemplo holandés es un banco de pruebas con bastantes resultados positivos y algunos discutibles.
Aprovechemos los positivos y sigamos discutiendo. Sería un fraude casi criminal seguir, como burros con orejeras, incapaces de cambiar de rumbo. Las víctimas de la guerra de la droga y sus familias se merecen información y un debate serio. No sigamos engañandoles.
* José María MENDILUCE es eurodiputado socialista