FARO DE VIGO
Pues, la verdad sea dicha, no parece que hayan acertado los estrategas de la CIG en el diseño trazado para recibir a la comisaria europea de Pesca. Ni aparenta la señora Bonino ser una mujer que se amedre con el ruido, ni la ocupación de consulados o el abordaje de buques comunitarlos conforman el marco preciso para despertar la simpatía de quien, en definitiva, tendrá mucho que decir a la hora de la negociación. Y conviene no llamarse a engaño en estas historias : tal como están las cosas es más que probable que para resolverlas cuente el factor personal -otros le llaman talante- casi tanto como las cifras o las estadísticas.
Desde luego es evidente que el colectivo de pescadores gallegos tiene la obligación no ya a reivindicar su derecho al trabajo -que pasa por la consecución de un acuerdo digno con Marruecos- sino a hacerlo, cuando resulte menester, con elementos de presión suficiente . Pero tambien lo es que quienes articulan esa presión han de ejercerla de modo que cumpla la condición basica de lograr el objetivo principal, que es la solución del problema; en esa línea argumental, cuando la táctica no lo consigue sino que complica las salidas, se transforma en un error. Y no están las cosas como para que, además, se cometan errores.
Uno de los más importantes sería, sin duda, no aprovechar la predencia en Galicia de quien tiene un papel fundamental en las posibles soluciones. El viaje de doña Emma ha de servir, además, de para inspeccionar las condiciones en que se desarrolla la costera del bonito y dialogar con los responsables profesionales y políticos del sector pesquero gallego, para hacerse una composición de lugar acerca de la disposición de los afectados para colaborar en la búsqueda de salidas razonables a la crisis. Y ésa es, precisamente, la clave : la disposición de esta parte del conflicto para no perder los nervios y permitir un acuerdo viable.
(En los métodos de protesta elegidos por la CIG hay otro componente añadido que no es exclusivo de este problema. Consiste, simplemente, en pasarse por la entrepierna las reglas del juego democrático que obligan al respeto de los derechos ajenos. El país entero ha llegado a un grado tal de crispación que parece valer todo, desde la ocupación de un barco para exigir acuerdos pesqueros, hasta las ruedas de prensa de supuestos delincuentos para involucrar en sus crímenes a jefes de gobierno, pasando por la utilización de las medias verdades con el fin de explotar politicamente las mentiras dobles que conllevan. El ambiente, asfixiante, es el que conviene a los que defienden la tesis de que lo que falta no es el funcionamiento del sistema, sino el sistema mismo y por tanto, lo que procede es cambiarlo. Pero ésa es también otra historia).