PLAZA PUBLICA
Manuel Hidalgo
Emma es nuestro hombre. Es el hombre que necesitamos aquí para lo que hay y para lo que viene. Emma es una mujer. Emma Bonino, claro, pero, nobody is perfect: es nuestro hombre.
Como siempre ha ocurrido, hay españoles que todavía no se saben los nombres de muchos ministros. Pero ningún español desconoce a Emma: va, viene, entra, sale, despega, aterriza, embarca, desembarca, se reúne, declara, aclara, exige, mangonea. Sobre todo eso, da la sensación de mangonear muchísimo.
Es lo que tiene estar en Europa: que hemos llegado a conocer antes el nombre de una ministra - comisaria - europea que el de muchos ministros españoles de los del montón.
Emma se parece a Sartre, pero en fea. Fuma, tengo la impresión de que fuma, y, por, tanto toserá. Pero a ella no le tose nadie, ahí está el detalle.
Esta mujer tiene, no guapa, la belleza de la inteligencia y de la fuerza. De la biografía. Es una mujer con historia, una mujer de la cosecha de los sesenta-setenta, forjada en rebeldías, liberada contra personas, normas y cosas, hecha de vida y arrugas, de placeres, dolores y broncas. Se nota.
Se nota la diferencia con nuestras mujeres de la política. Unas, las de izquierdas, aguachinadas con el tiempo como la izquierda misma, sastreadas por el traje sastre, que se perfumaban con dinamita y ahora se perfuman con Christian Dior. Otras, las de la derecha, arrepolladas, repintadas como puertas, amerengadas de carmines y tumefactas de lacas y sedas.
Nos falta en la vida pública una mujer como Emma, hecha poco a poco, ni cruda ni cocida. La izquierda española se ha pasado de la utopía a los asuntos (vidriosos). La derecha, extinguidos los elefantes, son cervatillos cabreando un fuego de campamento. Nuestro hombre de alternativa con carisma es una mujer como Emma.