LA BOCA DESBOCADA
Humanitarismo... y humanismo
Fernando Savater
Hace falta llegar a una gran organización gubernamental supranacional que contara con dos cosas imprescindibles : recaudación de impuestos y un ejército efectivo
El siglo acaba envuelto en catástrofes, algunas naturales, pero la mayoría producidas por acontecimientos de signo político. Multitudes sin hogar ni alimento, perseguidas por enemigos peores que las fieras y rechazadas por sus vecinos; niños y ancianos que carecen de la más elemental asistencia sanitaria; extensos territorios trufados de minas minúsculas que despedazan aquí y allá a quienes intentan volver a arar donde hubo campos de batalla ... Durante gran parte de esta centuria predominó una siniestra modalidad urbanística: el campo de concentración. Estas últimas décadas ven proliferar otra menos lugubre, pero también desazonante: el campo de refugiados. Algunos de estos campos pueden acoger hasta 200.000 personas y tienen los mismos problemas higiénicos, asistenciales y policiales que cualquier ciudad de esa misma población, pero redoblados por una estructura mucho más precaria. Allí se nace, se crece, se fraguan amores, se improvisan escuelas, se lucha contra la humillación de la vejez, se muere: to
do es provisional, como la vida misma, pero de una provisionalidad que se eterniza desesperadamente.
Esos enjambres de tantos colores de piel, lenguas y creencias pertenecen todos a una misma raza, la de los damnificados por la brutalidad humana, la de los atropellados por el carro atroz de la historia. Es la raza a la que resulta más peligroso pertenecery más honroso ayudar. Aparecen en muchos lugares grupos de gente generosa y valiente que ofrecen su tiempo y sus conocimientos para auxiliar a tales desheredados (nunca se empleó mejor la palabra). Sus nombres forman ya parte del cuadro de honor de nuestro tiempo: Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, Intermon, Medicus Mundi, Cáritas, etcétera, y sus equivalentes en cada uno de los países. son organizaciones no gubernamentales porque ya nadie confía en los Gobiernos, porque se diría que los Gobiernos están para desencadenar las catástrofes y luego hace falta que venga gente no gubernamental a paliarlas, a atender como puedan a los perjudicados. Cuando se trata de ciudadanos de países democráticos, esta hostilidad o desconfianza ante los Gobiernos es una preo
cupante crítica ... contra nosotros mismos.
Pero quizá haya instituciones gubernamentales en las que merezca la pena poner algo más de ilusión. Nos lamentamos, con sobradas razones, de la desunión de Europa en tantos aspectos fundamentales, pero ... saben ustedes cuál es la principal fuente de ayuda humanitaria en el mundo? EE UU? Japón ? No : la Unión Europea. En 1994, 750 milliones de ecus fueron empleados por ECHO, la Oficina Humanitaria de la Comunidad Europea, para atenuar los efectos devastadores en 60 países de crisis naturales -como los terremotos- y de crisis humanas, como los conflictos étnico-políticos de Ruanda o como el daño que causa a la atención sanitaria infantil en Irak el bloqueo contra Sadam Husein. ECHO es una de las instituciones que deben enorgullecernos a los europeos y que indican las mejores posibilidades de una unión supranacional como la que intentamos, si llegara a funcionar como es debido. A su frente está la comisaria Emma Bonino, a quien la mayoría de los españoles sólo conoce por su intervención en contenciosos pes
queros, aunque sus preocupaciones y capacidades son mucho más amplias. Emma Bonino se dedica a la política, pero a una política hecha por y para seres humanos, no por y para cifras megalómanas; pertenece al tipo de personas más necesarias en nuestra época: los idealistas -no utopistas- dotados de un sólido sentido práctico.
El humanitarismo está muy bien, pero no basta. No podemos resignarnos a transformar el mundo en un vasto hospital de incurables o en un asilo. Las organizaciones no gubernamentales no pueden sustituir definivamente a la necesaria organización de los Gobiernos. La hermosa caridad puede llegar a cansar: la moda asistencial pasa y los problemas continúan. Es preciso recuperar el impulso humanista, menos simpático que el humanitarismo, pero más emprendedor y más instituyente. Hace falta llegar a una gran organización gubernamental supranacional, una ONU que contara de veras con esas dos cosas antipáticas, pero imprescindibles para cualquier orden político: recaudación de impuestos y un ejército efectivo. Las catástrofes políticas deben ser impedidas, no sólo remediadas.