EL MUNDO - Martes 23 de Noviembre de 1999
"Tribuna Libre"
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ENRIQUE BARON
En respuesta a Emma Bonino
Sería una descortesía no responderte, querida Emma, en el mismo medio en que me has enviado tu carta abierta (EL MUNDO, 12-11-99). Siento que no me hayas hablado antes de tú a tú, como lo hicimos tantas veces, cuando se trataba de batallas comunes por los derechos de la mujer, el Tribunal Penal Internacional, la abolición de la pena de muerte o, más recientemente, cuando se inició desde fuera y desde dentro del Parlamento Europeo una insidiosa campaña contra tu gestión de ECHO, la agencia de ayuda humanitaria de la UE.
Si nuestra relación se ha interrumpido quizás sea porque hemos estado muy ocupados este año, en tu caso tratando a la vez de ser elegida presidenta de la República Italiana, volver a ser nombrada comisaria europea y hacer una campaña europea en tu país, con un brillante resultado electoral.
Veo, no obstante, que sigues con interés mi devenir político en mi nueva responsabilidad como presidente del Grupo Socialista Europeo. Es cierto que mi grupo ya no es la primera minoría de la Cámara, pero los resultados de estos primeros meses muestran que la ofensiva de la derecha crecida y euroescéptica no está triunfando, porque estamos construyendo una mayoría de progreso europeísta en la que deberías participar tú y tus compañeros radicales.
Así ha ocurrido con la investidura de la Comisión, las relaciones con Turquía, la elección del Defensor del Pueblo o la directiva sobre el tiempo de trabajo, entre otros casos.
En estas circunstancias, me sorprende tu acusación sobre mi hostilidad preconcebida y ciega contra tu pretensión de construir un grupo. El problema no lo tienes desde el principio conmigo sino con el Reglamento de la Cámara.
Tienes en tu contra a la Conferencia de Presidentes de modo unánime, a la Comisión de Asuntos Constitucionales y al Pleno del Parlamento. Por qué? Por una razón muy sencilla: lo que pretendes va contra el Reglamento, que no hace más que consagrar nuestras normas de convivencia y funcionamiento como representantes electos de los ciudadanos europeos.
El sistema establece unos requerimientos para formar grupos que son más bajos cuantas más nacionalidades haya en los mismos. El artículo 29 del Reglamento establece:
1.- Los diputados podrán organizarse en grupos de acuerdo con sus afinidades políticas.
2.- Todo grupo político deberá estar integrado por diputados pertenecientes a más de un Estado miembro. El número mínimo de diputados necesario para constituir un grupo político será de 23 si pertenecen a dos estados miembros, de 18 si pertenecen a tres estados miembros y de 14 si pertenecen a cuatro o más estados miembros.
3.- Un diputado sólo podrá pertenecer a un grupo político .
De este modo, se fomenta que los diputados europeos trabajemos juntos, mezclándonos y agrupándonos en función de nuestras preferencias.
En este sentido, convendrás conmigo en nuestra común visión federalista, que estar en un grupo de mujeres y hombres provenientes de los 15 países como el mío es más federativo cotidianamente que proclamarse federalista »integral (lo cual es una contradicción in terminis) como definición fundamentalista y mantenerse sólo con los paisanos, además de algunas amistades peligrosas.
El segundo elemento son las »afinidades políticas que criticas como inexistentes, en general. Pienso, al contrario, que tiene mucho sentido defenderlas, porque la Europa que conocemos es el resultado del trabajo de las grandes familias políticas socialistas, demócrata-cristianas y liberales, que no sólo configuran grupos en el Parlamento Europeo, sino que conseguimos con nuestra acción conjunta inscribir el reconocimiento de los partidos políticos en el Tratado de la Unión Europea en 1992. A esta perspectiva se han añadido los verdes y sin duda el radicalismo, corriente importante en la Historia de la democracia en Europa y con fuerza en algunos países. El partido como el que representas, Radical Transnacional, se inscribe en esta corriente. El problema es que de momento tienes el título y las adhesiones individuales, pero diputados electos sólo los de tu lista y tu país.
Las afinidades políticas no son un capricho, y con el valor de los partidos inscritos en los tratados y en la jurisprudencia, no parece muy lógico criticar la burocracia partitocrática, cuando lo que se pretende es conseguir lo mismo, formando un grupo como los demás en cuanto a burocracia y medios. Porque no es cierto que haya diputados de dos categorías -los de los grupos y los no inscritos-, todos tenemos los mismos derechos, lo que ocurre es que gracias a la asociación voluntaria en grupos parlamentarios el funcionamiento democrático es posible.
El problema no reside en las afinidades políticas, sino en las amistades peligrosas. No acierto a comprender cómo a la hora de optar prefieres formar un »grupo técnico con Le Pen y sus amigos del Frente Nacional francés. En todas las causas europeas, políticas y humanitarias estáis en las antípodas. No sé cómo se lo explicarás a tus electores. Cabrían otras soluciones, respetuosas con el Reglamento del Parlamento Europeo y coherentes con los valores que defendemos, como es hacer un ejercicio de federalismo en la práctica. Dado que foedus en latín significa alianza, estaría dispuesto a proponer a mi grupo que os asociéis con nosotros para trabajar por una Europa progresiva, democrática y federal; todo antes que seguir perdiendo una aportación tan valiosa como la vuestra, o lo que es peor, que sigáis ayudando activamente a los adversarios declarados de la Unión Europea.
Enrique Barón es presidente del Grupo Socialista del Parlamento Europeo.