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Conferenza Emma Bonino
Partito Radicale Maria Federica - 17 marzo 2000
LA NACION - 14 marzo 2000
(quotidiano argentino)

Europa frente a la revoluci¢n modernizadora Por Rudi Dornbusch Para La Naci¢n

CAMBRIDGE, Massachusetts TODOS concuerdan en que Europa necesita una revoluci¢n econ¢mica estructural. C¢mo lograrla es harina de otro costal. "No habiendo crisis, a qu, viene tanta prisa?", advierten los partidarios del statu quo. Conf an en una reestructuraci¢n gradual y, sobre todo, en las innumerables compa as de alta tecnolog a que est n fundando los j¢venes. Cuentan con que, de alg£n modo, la revoluci¢n inform tica llegar , y lo har al estilo europeo. De ah a proclamar la inviabilidad del modelo norteamericano en Europa porque socialmente es censurable y, en todo caso, cualquier d a de ,stos se desmorona, hay s¢lo un paso.

En el bando opuesto, los reformistas desesperados no ven otro modo de recortar, reducir o hacer saltar a las burocracias obsesivas y los pol ticos consensuales del Viejo Continente. En la Europa actual, ven insinuarse apenas la posibilidad de reforma y reestructuraci¢n (es una copa ni con mucho a medio llenar) y su lento avance los impacienta.

Europa es, por cierto, penosamente lerda, pero el ataque contra el Estado, sus aliados en el anquilosado bando de la oferta y los dinosaurios que apostaron a la industria se va extendiendo. A diario se abren nuevos frentes en esta guerra. Sin embargo, no es cuesti¢n de barrer con todo y cambiar el mundo de la noche a la ma ana. El diablo est en los detalles y all debe concentrarse el ataque.

Hurra por Emma Bonino

El refer,ndum promovido por Emma Bonino, la gran renegada pol tica italiana, es un ejemplo maravilloso de esto. Entre muchas otras cosas, propone que se deroguen la retenci¢n autom tica de impuestos, la facultad judicial de reincorporar a los trabajadores despedidos y la retenci¢n autom tica de los aportes sindicales al pagar los sueldos. RTres hurras por Emma Bonino! Si fracasa, no importa. Roma no se construy¢ en un d a y, para reformarla, har n falta muchas acometidas como ,sta.

A primera vista, parece irracional y, en verdad, irresponsable dificultar a£n m s la recaudaci¢n de impuestos suprimiendo la retenci¢n autom tica. Cobrar impuestos ya es una tarea bastante ardua. C¢mo es posible, entonces, que las sociedades se retrotraigan a un mundo en que el organismo recaudador ten a que correr tras los contribuyentes?

Sin duda, la retenci¢n de impuestos facilita su recaudaci¢n: ah est el quid del asunto. Quienes abogan por el s en el refer,ndum creen que, al dificultarse tanto la recaudaci¢n tributaria, los gobiernos se ver n obligados a reducir sus gastos, hasta ahora intocables. Es una vieja idea que data de la rebeli¢n impositiva acaecida en California hace un cuarto de siglo, la cual fue un elemento importante de la "revoluci¢n de la oferta" norteamericana. Como sol a decir Milton Friedman: la £nica manera de lograr que el gobierno reduzca sus gastos es quit ndole sus ingresos tributarios.

No hay mejor modo de socavar la tributaci¢n que obligar al gobierno a esforzarse por obtener su dinero. Dejemos, pues, que la gente cobre su sueldo y obliguemos luego al gobierno a ir por su dinero y quit rselo. Cuando la diferencia entre el ingreso bruto y el neto sea dolorosamente obvia, y s¢lo entonces, los contribuyentes se rebelar n contra la carga que soportan. Cuando establezcan concretamente que la mitad de sus jornadas de trabajo son para el gobierno, y s¢lo entonces, empezar n a agitarse en torno al gigantismo estatal. RQu, confabulaci¢n estupenda para obligar al Estado a achicarse! Pero los italianos no deber an abrigar esperanzas demasiado tempranas: la Suprema Corte de Italia ha dictaminado que el pueblo no decide en materia tributaria.

Lo mismo sucede con la propuesta sobre las retenciones sindicales. En la actualidad son autom ticas y, b sicamente, los trabajadores no tienen la menor idea de cu nto pagan por su gremio. Si cada trabajador pudiese optar entre enviar un cheque o guardarse el dinero, los ingresos, las afiliaciones y el poder de los sindicatos disminuir an r pidamente. Si creemos que unos gremios menos presuntuosos y un Estado m s peque o son los primeros pasos hacia una mejor oferta en Europa, este punto del refer,ndum merece nuestro elogio.

El tercer tema que destaca Bonino es la extra a legislaci¢n laboral italiana, que permite a un trabajador despedido recurrir a la Justicia para solicitar su reincorporaci¢n. Evidentemente, esto hace estragos en las empresas y conduce a resultados sumamente improductivos. Aqu no se trata de debilitar los derechos del trabajador, sino m s bien de reparar un campo de juego grotescamente llano. La alternativa propuesta (pago de indemnizaciones por desvinculaci¢n, sin recurso judicial) es la soluci¢n correcta desde el punto de vista econ¢mico o, al menos, va bien encaminada.

El camino del refer,ndum

Ser interesante observar c¢mo encaran estas cuestiones los pol ticos italianos partidarios del statu quo. En Italia no hay un bando prooferta, salvo los rebeldes que proponen el refer,ndum. En Italia, todos los allegados al gobierno juegan la partida final de aceptar el sistema vigente y exprimirlo al m ximo. El Banco Central se atraviesa en el camino de las fusiones financieras internacionales; los capos de los gremios interceptan la marcha hacia la libre elecci¢n por parte de los trabajadores; los dirigentes empresariales obtienen demasiadas ganancias del Estado para percatarse de que les convendr a zarandear el barco.

Aun as , dentro de pocos a os, Italia ya no podr rehuir el camino trazado por el refer,ndum. Su rendimiento econ¢mico de las £ltimas dos d,cadas ha sido espantoso; el sistema est rechinando, a punto de detenerse. El mercado burs til mira acertadamente hacia delante y ya vislumbra ciertas perspectivas de cambio. Como ha sucedido siempre, en Italia y en otras partes de Europa, los pol ticos y los administradores no captan el mensaje. Entretanto, aunque el refer,ndum, si llega a hacerse, resulte derrotado por la ofensiva conjunta de bur¢cratas, pol ticos y gremialistas, la revoluci¢n modernizadora est viva.

C Project Syndicate y La Naci¢n (Traducci¢n de Zoraida J. Valc rcel)

El autor ocupa la c tedra Ford de econom a del MIT. Fue asesor principal del Banco Mundial y el FMI.

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nota Los italianos y la nueva econom a secci¢n Opini¢n fecha de publicaci¢n 14.03.2000

Los italianos y la nueva econom a Por Sebasti n Alvarez Murena Para La Naci¢n

ROMA NO sabr a decir exactamente desde cu ndo, pero el hecho es que, desde hace un tiempo no demasiado largo, los italianos, con la ardiente e inexorable fe de los conversos, han entrado en lo que se llama la "nueva econom a". Subrepticiamente, como los tel,fonos celulares, que entraron en la vida de los italianos en 1990 en ocasi¢n del campeonato mundial de f£tbol, y que de aut,ntico status symbol que al principio eran (por el alt simo costo del aparato y, sobre todo, de las llamadas) pasaron r pidamente a ser parte de los instrumentos absolutamente indispensables de la vida del italiano medio (y de todo los dem s tipos de italianos tambi,n), subrepticiamente, pues, dec amos, la "nueva econom a" ha entrado en la vida de los habitantes del bel paese.

Se trata de todo aquello relativo a Internet, a las sociedades que se ocupan de inform tica. Tambi,n se podr an incluir en la "nueva econom a", al menos en este lugar del mundo, las compa as telef¢nicas, que de estatales pasan a ser privadas (y por ende a cotizar en la Bolsa) y que, para volverse a£n m s irresistibles para los futuros inversores, se vuelven tambi,n proveedoras de Internet.

Aparentemente, el mecanismo es el siguiente: se funda una sociedad que se ocupa de Internet (lo que en ingl,s se llama una dot-com company, una "compa a punto-com"), se crean p,rdidas por al menos 500 ¢ 600 millones de d¢lares y despu,s se pasa a cotizar esta sociedad en la Bolsa. Generalmente, el t tulo se ofrece el primer d a a, digamos, 5 d¢lares por acci¢n, y en las primeras horas de tratos cada acci¢n pasa a valer unos 500 d¢lares, para despu,s llegar, en unos pocos d as, a 1500.

A todo esto, la sociedad sigue perdiendo 500 millones por a o, pero esto no importa, incluso es mejor, ya que lo que realmente importa no es qu, tal es el negocio, qu, situaci¢n tiene en su sector esta sociedad, sino qu, percepci¢n tiene el mercado sobre su potencial de crecimiento.

La rueda de la diosa Fortuna

Naturalmente, nada pod a gustarles m s a los italianos que la "nueva econom a", y justamente por su irracionalidad, muy seductora para un pueblo tan exquisitamente genial. Desde siempre, los italianos tuvieron dos modos de ahorrar (he dicho ahorrar, y no invertir): el primero, paso l¢gico y comprensible, era el de comprarse una casa donde vivir; el segundo eran los (aqu ) famos simos BOT, bonos ordinarios del tesoro, que rendian una barbaridad cada a o (creo recordar que llegaron a rendir un 18 por ciento anual), y sobre los cuales nadie ten a dudas, pues a nadie se le ocurri¢ nunca que el Estado (el Estado italiano, quiero aclarar) pudiera dejar de pagar su deuda.

Por a os vivieron todos (Estado y ciudadanos) felices y contentos, hasta que un buen d a, para el horror de los risparmiatori (ahorristas), el rendimiento de los familiares BOT se fue al suelo. Qu, hacer? A qui,n darle los ahorros? Fue entonces cuando, de risparmiatori, los italianos pasaron a ser investitori, o sea, inversores

Nada de malo hay en esto, tal vez sea incluso una evoluci¢n, en cuanto a la gesti¢n de las propias finanzas, pero la cuesti¢n es que los italianos, m s que volverse unos fr os analistas de las realidades econ¢micas a la conquista de tierras v rgenes en nombre del capitalismo, simplemente trasladaron su viejo amor por el Lotto (y, m s recientemente, por el Superenalotto, que paga m s) a la rueda de la Bolsa. No hay otra explicaci¢n, pues, generalmente, cuando se les pregunta por qu, invierten en un determinado t tulo, se limitan a decir:"Porque tiene que subir". Como antes se explicaba que un determinado n£mero de la loter a ten a que salir porque hac a mucho tiempo que no sal a.

Por otro lado, la postura tiene una cierta l¢gica, ya que si todo el mundo piensa que un t tulo va a subir, todo el mundo lo compra y finalmente sube. Lo que vuelve simp tico a todo este frenes de inversiones es que los italianos no juegan en la Bolsa para seguir y seguir invirtiendo una vez que se han conseguido resultados hasta eventualmente amasar una fortuna, como m s bien hacen los norteamericanos, sino que lo hacen para "salvarse", para lograr esa cantidad que les hace falta para dejar de trabajar e irse a vivir a bordo de un velero. (Naturalmente, financi ndose con la renta producida por el capital ganado en la Bolsa, pero prudentemente reinvertido en BOT, o alg£n otro t tulo del Estado que d, renta fija )

La traici¢n de San Genaro

Lo que se busca es una versi¢n moderna del milagro, que por su misma naturaleza no sigue los caminos de la l¢gica. No vamos a unirnos a los profetas que vaticinan el fin de la econom a tecnol¢gica, pues aunque es posible que muchas de las nuevas compa as lanzadas en el mercado efectivamente no salgan adelante, tambi,n es verdad que todo lleva a pensar que otras prosperar n, y, a fin de cuentas, es innegable el hecho de que vivimos en un mundo cada d a m s tecnol¢gico.

Lo que s puede ser un poco m s preocupante es que todos los nuevos inversores se han acostumbrado a bolsas que no hacen m s que subir (lo que en ingl,s se llama Bull's market) y a no tener m s que ganancias. C¢mo van a reaccionar cuando, tarde o temprano, inevitablemente, volvamos a entrar en un momento en que el mercado baja? Es de esperar que la "nueva econom a" no sufra lo que, hace doscientos a os, sufri¢ el pobre San Genaro, santo patrono y protector de N poles.

Cuando en 1799 el ej,rcito republicano franc,s invadi¢ N poles en nombre de la Revoluci¢n y ech¢ al rey Fernando de Borb¢n, que tuvo que refugiarse en Sicilia, el general Championnet, brillante comunicador, logr¢ que se produjera ante los ojos de miles de miserables lazzaroni el conocido milagro de San Genaro, o sea, la licuefacci¢n de la sangre del santo, contenida desde tiempo inmemorial en unas ampollas de cristal. De este modo, San Genaro concedi¢ su protecci¢n y apoyo a la revoluci¢n jacobina y, en consecuencia, traicion¢ al precedente soberano, que hab a nombrado al santo ni m s ni menos que comandante en jefe de su ej,rcito. Tremenda fue la venganza de los borb¢nicos al volver a N poles con el Ej,rcito de la Santa Fe, capitaneado por el cardenal Ruffo. Ante todo, la ciudad fue reconquistada, y los franceses y jacobinos, expulsados o masacrados. El siguiente paso fue el de juzgar a San Genaro por alta traici¢n. Para esto se form¢ un tribunal de emergencia, ante el cual se hizo comparecer el busto de or

o del santo, sacado de su capilla, y se le formularon solemnemente las acusaciones.

De nada sirvi¢ que fuera defendido por un iluminado pr ncipe del foro napolitano; de nada sirvi¢ la excusa de que el milagro hab a sido concedido bajo amenazas, y s¢lo para proteger la vida de los que al culto del santo hab an dedicado sus vidas: San Genaro fue condenado y despojado de su rango de comandante en jefe del ej,rcito napolitano, as como del de protector y patrono de la ciudad. Estos t tulos le fueron concedidos a San Antonio, mientras que el pobre San Genaro (o, mejor dicho, su busto) fue atado con una gruesa cuerda y arrastrado por las calles de la ciudad expuesto al publico vilipendio, como se hac a con los jacobinos. Una vez completada esta operaci¢n, el busto fue cargado sobre un bote y llevado al centro del golfo. All , la sentencia fue ejecutada, y el busto de oro, pluf, arrojado al fondo del mar.

Esperemos que no termine as el flirteo de los italianos con la "nueva econom a".

C La Naci¢n

El autor, un argentino radicado en Roma, se especializa en entrevistas y notas de viajes.

 
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