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Conferenza Emma Bonino
Partito Radicale Maria Federica - 12 dicembre 2000
11 dicembre 2000 - MADRID

1 Cultura de la paz y derechos humanos

Sigo con gran interés la valiosísima labor que, en especial por méritos de la UNESCO, ha llevado a la Asamblea General de la ONU a la aprobación de la "Declaración y Programa de Acción para una Cultura de la Paz" , documento que inspira esta reunión nuestra y constituye un punto de referencia para todas las institucviones y organizaciones internacionales. No es cosa fácil cultivar el esqueje de la paz en tierras devastadas por la guerra, dirigiéndose a hombres y mujeres implicados previamente en conflictos lancinantes.

Ya que estoy aquí en condición de eurodiputada, me parece útil exponeos algunas reflexiones relativas no tanto a lo que pueden hacer las instituciones supranacionales para desarrollar una cultura de la paz, sino más bien lo que puede hacer la acción política. Porque estoy convencida de que la política es cultura o no es. La cultura de la paz, por otra parte, es uno de los elementos dominantes en el "código genético" de mi partido, el Partido Radical Transnacional. Aunque hay que comprender el significado de las palabras: por cultura de la paz mi familia política entiende el respeto -quizá hasta el culto- de la legalidad en el ámbito del Estado de Derecho, y, en lo que respecta al derecho internacional, de la snormas contenidas en los tratados y convenciones. Empezando por la Declaración Universal de Derechos Humanos, promulgada hace medio siglo, suscrita por todos y violada sistemáticamente por muchos.

Entendida de este modo, como cultura de la legalidad, la cultura de la paz es el único instrumento conocido y comprobado para la prevención de conflictos. No soy tran ingenua ni tan hipócrita como para soñar con un mundo sin conflictos. Del mismo modo que no sueño con un mundo sin malhechores o sin injusticias. Creo, sin embargo, que se puede construir un mundo en el que se haga cualquier cosa para imponer, en la medida de lo posible, el respeto a las reglas acordadas: con las armas de la política y de la diplomacia, en primer lugar, pero incluso con el uso de la fuerza cuando no hay más remedio.

No hay conflicto contemporáneo que no esté acompañado de violaciociones masivas de los derechos humanos, por la excelente razón de que los crímenes contra la humanidad -en tiempos consecuencia de las guerras- son hoy el objetivo mismo de las guerras. Se desprende de ello que el respeto a los derechos fundamentales de la persona es la verdadera línea de demarcación entre una condición que puede ser considerada como pacífica y una vastísima gama de situaciones conflictivas que llegan hasta la guerra abierta.

Por eso creo que mientras las instituciones supranacionales hacen estupendamente en estudiar y aplicar todas las formas posibles de resurrección de los presupuestos de la convivencia civil donde ésta ha dejado de existir, a las fuerzas políticas que tienen la vocación de la paz incumbe por su parte la tarea de construir y defender la convivencia civil cotidianamente. Y la experiencia me enseña que este objetivo se alcanza tanto dotándose de e instrumentos institucionales cad vez mejor adaptados a los tiempos -como el Tribunal Penal Internacional Permanente, que existe sólo sobre el papel, pero que terminará para siempre con la impunidad en materia de crímenes contra la humanidad - y se consigue sobre todo defendiendo encarnizadamente los derechos fundamentales de la persona en su universalidad e indivisibilidad.

2. Cultura de la paz y xenofobia

Oigo ya algunas voces murmura que para un ciudadano del Norte del mundo, opulento y egoísta, es fácil erigirse en defensor de principios y reglas que frecuentemente parecen, a los que viven en el Sur del mundo , un lujo de dudosa utilidad. Creo que a esas voces ha respondido espléndidamente el premio Nobel indio Amartya Sen, explicando que las libertades individuales (espejo de la legalidad respetada) son no ya un resultado, sino antes bien un elemento constitutivo del desarrollo. Quiero llamar vuestra atención sobre una cuestión la de la xenofobia (que yo llamaría "intolerancia legalizada"), que demuestra mejor que otras cómo Norte y Sur viven unos destinos cada vez más compartidos.

No hay yoy país e la Europa Occidental, que, enfrentado con el fenómeno de las crecientes corrientes migratorias -fomentados por nuestra economías, pero temidos por nuestra sociedades- desconozca el fenómeno de la xenofobia. Hay fuerzas políticas que hacen de la intolerancia su bandera. Pero hay otros movimenntos y partidos que, como el mío, combaten contra la xenofobia, para ayudar a nuesros países a racionalizar y gestionar esta profunda mutación social; para garantizar también a nuestros "nuevos ciudadanos" la plenitud de derechos, protegiénoles conta toda discriminación.

Pues bien, a riesgo de hacerme reprochar mi franqueza, debo decir que nuestra tarea sería más fácil si los xenófobos de "nuestra casa" no pudiesen objetar, como ya hacen, que la xenofobia goza de buena salud, incluso legislativa, precisamente en los países de origen de los "nuevos ciudadanos". Que de qué estoy hablando? De la Costa del Marfil, que está al borde de una guerra civil por cuenta de una ley xenófoba escrita a medida contra un líder político a quien se reprocharían parientes "extranjeros". Hablo de Angola Y Mozambique, países "revolucionarios" cuyos parlamentos han aprobado leyes sobre la nacionalidad enormemente discriminatorias. Hablo de progroms en Nigeria. Pero también estoy hablando de Sri Lanka, de Indonesia, China y Tíbet, Rusia y Chechenia.

3. Las mutilaciones genitales femeninas

Véase artículo en español del IPS.

 
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